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CRÍTICAS - CINE

Wall Street: El Dinero Nunca Duerme, Según Rodolfo Weisskirch

 

Las Burbujas se Pinchan muy Fácilmente

 

“La codicia es buena”.

Esta frase no solo es el leit motiv de la primera Wall Street (1987) sino que ahora es la línea argumental que parece defender Oliver Stone, el director la ¿saga?

Porque por un lado, el director de JFK da vueltas por Sudamérica con la bandera chavista, moralista y kirchnerista, pero por el otro, a la hora de concretar un proyecto de ficción, revive a uno de los mejores personajes creados en su etapa más inspirada, contestaría y crítica de su filmografía: Gordon Gekko, inmortalizado en una merecida actuación ganadora del Oscar, por Michael Douglas. O sea, decide lucrar con una segunda parte. Y todos sabemos que no hay símbolo que represente más al imperialismo y capitalismo, que la repetición de una fórmula. Oliver Stone se contradice con lo que critica en sus documentales.

Está bien. Las circunstancias políticas y económicas de la crisis financiera de octubre del 2008 daban el contexto perfecto para que Stone monte a un viejo vaquero de Wall Street como Gekko en  la posición de líder del pelotón de la historia.

Esta vez no está Bud Fox (Charlie Sheen, aunque hace un cameo que lo emparenta más al personaje de Two and a Half Men) sino Jacob Moore (Le Beouf) un inteligente corredor de una empresa accionista liderada por Lou Zabel (Langhella), mentor de Jacob. A su vez, éste se va a casar con Winnie, la hija de Gekko, que tiene un portal de Internet de izquierda.

Sorprendentemente la película empieza de forma ágil, dinámica, divertida y atrapante, con reminiscencias al film original inclusive con las panorámicas de Nueva York y la tipografía de los títulos. Utilizando una edición multicámara, diálogos rápidos e ironía, Stone nos sitúa en el mundo donde vive Jacob. Pasará la primera gran caída de la bolsa y un hecho particular para que Jacob salga a buscar a Gekko como consultor financiero… a cambio le da la oportunidad de reconciliarse con su hija.

La primera hora transcurre entre fluidos e interesantes diálogos propios de las bolsas de comercio informando acerca de la manera en que se manejan los negocios al espectador ignorante. Las compras, ventas, las trampas que se van poniendo uno a otro, para generar más y más dinero.

La película va creciendo en magnitud a medida que pasan los minutos como una burbuja que se va inflando paulatinamente. Justamente, esta es el elemento simbólico que predomina: la burbuja. Stone mezcla la preocupación por el medio ambiente y el petróleo con los negocios en las oficinas.

Visualmente es muy atractiva, el director hace uso y abuso de los susodichos multicuadros, iris, infografías científicas, etc pero lo que prevalece especialmente son las interpretaciones: por primera vez puedo decir que Shia Le Beauf ha madurado. El rol le viene como anillo al dedo, al contrario de lo que pasaba en la última Indiana Jones, donde nunca se lo vio cómodo y lejos del estereotipo de adolescente fracasado de Transformers o Paranoia. Reemplazando a Sheen, logran un trabajo convincente a lo largo de toda la película, sin momentos efusivos, sobrio, concentrado. Por otro lado, también se destaca nuevamente Josh Brolin como el magnate inescrupuloso del que se quiere vengar Jacob. Y Frank Langhella hace uno de los mejores personajes y actuaciones de su carrera en los pocos minutos que aparece en pantalla.

El problema de la película no es el aspecto crítico o político, donde siempre Stone se sintió fuerte, sino el lado sentimental que le decidió imprimirle, el perfil humanizador que se va impregnando a lo largo de la segunda hora, cuando mayor relevancia tiene Gordon Gekko.

El conflicto que tiene con su hija es demasiado clisé y cursi. Aunque Mulligan hace lo posible por no desbordarse, tampoco parece muy cómoda en el personaje.

En cambio Douglas, parece repetir el personaje de El Hombre Solitario y no al Gordon Gekko original. La cárcel lo modificó, de acuerdo. No sabemos donde empieza el empresario manipulador y donde un hombre que lo perdió todo, y se dio cuenta que el dinero no es “todo” en la vida.

El final es bastante absurdo, las conflictos se resuelven de forma fácil y rápida, pero lo más extraño es el carácter romántico y sentimental que toma el argumento. Como si Stone se hubiese dado cuenta que siempre fue demasiado duro y cínico, y ahora a los 63 años ha decidido darle mayor preponderancia al romanticismo, a la esperanza de que la juventud puede cambiar el mundo, es más honesta y piensa en la ecología y el medio ambiente

Pero lo más imperdonable en Stone, es que ahora perdona a los codiciosos. Para Stone ahora la “codicia es realmente buena”.

Sí, el director que se pone la camiseta bolivariana decide no pegarle duro a los “pobres” magnates de Wall Street. ¿Dónde está el Oliver Stone combativo, anárquico, crítico?. Quizás metido en una burbuja. Pero las burbujas son fáciles de pinchar.

Douglas volvió a sus mejores trabajos. Si bien no se destaca tanto como en El Hombre Solitario, encara nuevamente a Gekko con naturalismo. No es una caricatura pedante, sino un hombre de verdad con virtudes, emociones e ingenio. Sin un gesto de más, no se pone al hombro la película, pero logra empatizar con la película. El “maestro” Eli Wallach sigue tan enérgico como siempre a los 95 años. También aparece un cómico veterano como Austin Pendelton en un rol menor, y Susan Sarandon (nuevamente con Douglas en un mismo año) en una interpretación un poco sobreactuada y desaprovechada.

En conclusión, Wall Street: El Dinero nunca Duerme no tiene el carácter transgresor de la primera parte, Stone utiliza muy bien los recursos cinematográficos (montaje y la fotografía de Rodrigo Prieto) al principio pero se los olvida al final. Se ata a un guión demasiado acartonado, no profundiza demasiado en los planteos iniciales y toda la crítica capitalista termina siendo banalizada. Si bien, se deja ver, es el elenco, el que termina por justificar el precio de la entrada. Una lástima.

 

 

 

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