No es exagerado decir que Batman vs. Superman: El Origen de la Justicia era la película más esperada de la historia. El Caballero de la Noche y el Último Hijo de Kryptón ya se habían encontrado -y enfrentado- en varios comics de DC, de donde son originarios, pero nunca gracias al séptimo arte. La espera terminó, y el resultado ya está a la vista.
18 meses después del enfrentamiento con el General Zod (Michael Shannon), Superman (Henry Cavill) es visto de reojo. Aunque logra salvar vidas e impedir catástrofes, las bajas que se producen durante los actos heroicos son discutidas por los ciudadanos y los altos mandos de Metrópolis, empezando por la senadora Finch (Holly Hunter). Tampoco es muy fanático de la aparente política de “el fin justifica los medios” del extraterrestre de capa roja el personaje más célebre de Gótica, la ciudad vecina: el multimillonario Bruce Wayne (Ben Affleck), mejor conocido por su alter ego, Batman. Mientras Clark Kent/ Superman debe lidiar con conflictos personales, el Encapotado planea darle una paliza para dejarle en claro que no tiene derecho a comportarse como una deidad. En paralelo, Lex Luthor (Jesse Eisenberg), joven, filántropo y megalómano, trama un ambicioso plan que incluye grandes cantidades de kryptonita y los restos de tecnología alienígena traídos por Zod. Batman y Superman deberán resolver pronto sus diferencias para detener un mal aún mayor.
La película es la continuación de El Hombre de Acero, pero ahora el director Zack Snyder logra separarse un poco del estilo de Christopher Nolan, productor ejecutivo de aquel film y de Batman vs. Superman: El Origen de la Justicia. La presencia de superhéroes atormentados y cuestionados, el uso de cámara en mano y los toques de violencia urbana -y violencia a secas- la emparentan con Watchmen, aunque sin jamás perder su esencia de entretenimiento masivo. Visualmente es similar al trabajo de Frank Miller en las viñetas de El Regreso del Caballero Oscuro, y está alejada del todavía fresco Batman nolaniano… hasta cierto punto: los toques de realismo sucio y la caracterización de Jesse Eisenberg como Luthor, similar a la del Guasón de Heath Ledger (histriónico, perverso), recuerdan a la insuperable Batman: El Caballero de la Noche.
Cavill luce más confiado en su rol, y tanto Amy Adams (Lois Lane) como Diane Lane (Martha Kent) están mejor aprovechadas. Pero el foco, desde el vamos, estaba puesto en el nuevo Hombre Murciélago. Con una interpretación exacta, a medio camino de lo hecho en su momento por Michael Keaton y Christian Bale, Ben Affleck despeja toda duda y se erige como el mejor Batman del cine. El suyo es un justiciero entrado en años, cansado, consumido por su terrible pasado, pero en buena forma para volver a las andadas. Jeremy Irons es el Alfred más ácido y recio hasta la fecha, y Holly Hunter cumple en su corta participación. Y está ella, la segunda más observada del elenco después de Affleck: Gal Gadot, quien encarna a Diana Prince/ Wonder Woman (o La Mujer Maravilla). No sólo deslumbra con su presencia sino que, en el tercer acto, casi opaca al dúo protagónico. Sin duda, demostró ser capaz de sostener su propia película, que llegará el año próximo.
Más allá de las esperables y colosales persecuciones, peleas y explosiones, la historia habla sobre el hecho de convivir con seres poderosos, Dioses del siglo XXI, y sobre cómo pueden ser salvadores y destructivos, fuera del control humano. ¿Hay que amarlos? ¿Hay que temerles? Las connotaciones religiosas son abundantes, y mencionar la más fuerte sería incurrir en uno de los tantos spoilers que podrían estropear el disfrute.
Dejando de lado algunos detalles del guión tirados de los pelos, Batman vs. Superman: El Origen de la Justicia es lúgubre, salvaje y monumental. En medio del tono trágico surgen divertidos toques de humor, y el film deja la puerta bien abierta para lo que será el arribo de la Liga de la Justicia a la pantalla grande.
Por Matías Orta