(Estados Unidos, 2018)
Dirección: Anthony Russo, Joe Russo. Guion: Christopher Markus, Stephen McFeely. Elenco: Robert Downey Jr., Chris Hemsworth, Mark Ruffalo, Chris Evans, Scarlett Johansson, Don Cheadle, Benedict Cumberbatch, Tom Holland, Zoe Zaldana, Paul Bettany. Producción: Kevin Feige. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 149 minutos.
EL CUENTO DE LA BUENA PIPA EN COMPUTADORA
Hay dos términos que no deben confundirse. Lo ingenuo y lo pueril. El primero refiere a aquello que simbolizado en el comienzo de la vida humana, está abierto a todo lo referido a lo primigenio, el primer lenguaje de la humanidad, según Vico. Esta conservación del costado lúdico, incluso infantil, es necesario no solo para la vida crasa o para contrarrestar los efectos de la vida material, sino para todo aquello referido a la imaginación.
Por el contrario la puerilización es la befa, la parodia de todo esto. Es simular un “ojo inocente” -como lo llamara Herbert Read- para esa primera instancia emocional cuanto mitopoética, pero mediante métodos de rebajamiento e inflación de tales cosas.
El serial, así como el héroe con poderes sobre humanos, comenzó precisamente y sigue en parte su rumbo mediante el primer estadio de conservación de lo lúdico e infantil. La doble vida del protagonista, hace que precisamente la vida cotidiana, la de todos, ya no se nos presentara como tal. Pero debe existir esa vida, por donde se filtra además de la doble personalidad del héroe, algún elemento fantástico, otro; una otredad para que aparezca lo mitopoético.
También Karl Kerényi ha hablado de “la tecnificación del mito”. Se trata de tomar el molde más superficial, externo, la cáscara incluso para un fin exclusivamente material. Político, propagandístico. Como sabemos en esta sociedad global todo aquello referido ya no solo a lo imaginario sino a lo meramente emocional está obturado. Tapado. Tachado. O cuando no se consigue esto, se lo vuelve híbrido, se lo mezcla con otros elementos dudosos o directamente siniestros.
Así alteridad-doble vida. Y su par, mal absoluto u otredad, pueden funcionar desde los seriales clásicos a intentos más o menos logrados de poner al día, mediante una meticulosa puesta en escena, tales elementos raigales de estos mitologemas. Formas que el mito va tomando de acuerdo a sus necesidades temporales.
En este film vemos una absoluta puerilización de sus contenidos mito- poéticos, y una falta absoluta de puesta en escena entregada a las manos de dos cosas: el efecto especial ensordecedor y la falta de todo intervalo que ordene la puesta en escena. Se asiste a una suerte de festival de egresados de criaturas sobrenaturales que no hacen, según costumbre, otra cosa que torpes bromas dignas de la peor estudiantina. Se busca con ello, e indudablemente se lo consigue, una suerte no de camaradería sino de compinchismo entre la abrumadora nulidad de lo que sucede en la pantalla, con una buscada complicidad en los espectadores, como siendo convocados a una suerte de ceremonia secreta de supuestos códigos privados, cuando lo que se exhibe es la más crasa ostentación de vacío absoluto.
No hay caracterización alguna de los personajes. Salvo las diferencias de artilugios anatómicos o que propalan los mismos efectos especiales. No hay trama. Solo una acumulación de situaciones que se repiten sin cesar a razón de cada diez minutos. Así films como estos terminan siendo la visión tecnocrática del cuento de la buena pipa. Es una abuela provista de computadora que duerme a sus párvulos y los despierta con un nuevo comenzar de lo mismo. Esta repetición hace que estos productos, más que series o seriales, sean serializaciones. De consuno con el mundo global se fabrica y se reproduce hasta el hartazgo lo mismo en repetidos cubos concentrados de puerilidades.
El mal como siempre termina siendo lo más logrado. Claro que sus fines son tan confusos o limitados, que se vuelven sinónimos. Al parecer éste de aquí intenta practicar una suerte de versión perversa y teratológica de la ecología. Al parecer también ha tenido una lectura apurada de Malthus, y ante el exceso de población se decide por una eutanasia masiva, galáctica, y, lo que es peor, no solicitada por tantos cientos de planetas.
Otrosí. El que los hacedores de este pasticcio, sumen mitologemas existentes -como Thor, el martillo y su único ojo- con criaturas surgidas de su propio caletre, lleva la tecnificación del mito así como a su puerilización hasta las fronteras del dislate. Atención, no es que un autor no pueda sumar a un mitologema ya existente, una versión o variante propia, pero debería surgir a su vez de una matriz imaginaria. Si se pierde o se soslaya esa matriz o, peor aún, si intenta ser la propia matriz se llega a cosas como ésta.
Finalmente de manera estructural -podría decirse-, también este pucherazo sobre abunda en un error y ya horror de la peor narrativa de ciencia-ficción. El crear el efecto o la cosa cada vez que se la necesita; es decir sacar de la galera todo gadget, recurso, cosa técnica o mecánica o situación física -vuelos, desapariciones, dislocaciones, diferentes artefactos- pero sin antes crear el correlato objetivo para que sea posible tal invención posterior. Es decir, se carece de todo ingenio posible y se inventa a medida que el tedio, la falta de espesor, o cuando los técnicos, que han tomado el mando del imaginario, así lo deseen…
Aquí en realidad el superhéroe y aquel que soporta las pruebas iniciáticas es toda persona que tolera más de diez minutos de semejante ristra de tonterías, chistes malísimos, y un torrente de máscaras para un carnaval que no intenta ningún tipo de catarsis; más bien sumirnos en la trivialidad más elemental.
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