(Estados Unidos, Reino Unido, Noruega, Canada, 2019)
Dirección: Hans Petter Moland. Guión: Frank Baldwin. Elenco: Liam Neeson, Laura Dern, Micheál Richardson, Michael Eklund, William Forsythe. Producción: Finn Gjerdrum, Stein B. Kvae, Michael Shamberg, Ameet Shukla. Distribución: Energía. Duración: 119 minutos.
PERDIDOS EN LA TRADUCCIÓN
La faceta inesperada de Liam Neeson como héroe de acción empezó con una búsqueda y una venganza. En efecto, Taken llevó el título local de Búsqueda implacable, mientras que en España la llamaron Venganza. No importa en qué continente estemos: en ambos hay una traducción fantasmal y un resumen escueto de las motivaciones del personaje principal. Una década después, a los distribuidores nacionales no se les ocurrió mejor idea que homenajear el germen ibérico y traducir el nuevo film de Neeson, Cold Pursuit, como Venganza. ¿No es un plagio demasiado vago e inapetente para una carrera rejuvenecida por persecuciones y disparos? Misterios del marketing que a veces atentan contra el film mismo.
Nels Coxman, ciudadano del año en el pueblo (y centro de ski) Kehoe barre la nieve para que la gente pueda atravesar la gran masa blanca que produce el invierno. Y aunque reciba un trofeo cristalino por su servicio a la comunidad, el premio que lo enorgullece se encuentra reducido con felicidad a este trabajo solitario y solidario. Como el guardián que custodia la paz desde las alturas, Nels vive alejado de la civilización, ahí arriba en las montañas, junto a Grace, su esposa y Kyle, su hijo.
Alguien ya habrá advertido (en forma de tuit o de meme) los peligros de tener un padre como Liam Neeson. Venganza se hace cargo enseguida del chiste y del remate. A los quince minutos, el cadáver de Kyle descansa en la morgue. La secuencia en la que Nels y Grace deben reconocer el cuerpo del hijo es brillante. El director noruego Hans Petter Molland (haciéndose cargo de la remake de su propia película En orden de desaparición) coloca la cámara en un contrapicado, a la altura del viente de los personajes; entre ellos y el espectador, hay un espacio vacío. De pronto, un sonido irritante quiebra el silencio del ambiente. Impulsada por un forense que, cansado de la rutina mortífera del trabajo, aprieta sin demasiadas ganas el pedal oxidado, la camilla asciende lenta y penosamente desde el abismo de la pantalla. El chirrido metálico y los segundos burocráticos hacen que el tiempo de la escena sea elástico e insoportable; el absurdo es el aliado natural de la realidad. Quien haya visto Manchester junto al mar (otro drama terrible sobre la pérdida y la culpa), recordará un instante similar en una ambulancia que derrumba la estructura del melodrama. En ambas secuencias, el humor inesperado e incómodo corroe el esmalte del cliché.
Luego de enterarse que la mafia mató a Kyle, Nels toma las armas que están al alcance para ejercer el desquite: una escopeta que solo fue usada con fines deportivos, los puños endurecidos por el hielo y su barredora fiel. Coxman es un barrendero, no un exagente de la CIA, y por eso los primeros avances son torpes y de alguna manera irresponsables. Hay algo de comedia en todo esto, en especial en el modus operandi usado por el protagonista para deshacerse de los cuerpos de sus víctimas con la ayuda del hábitat helado donde vive. Es un mérito que la película pueda modificar la figura que Neeson construyó en los últimos años como figura de acción para desplazarla hacia un lugar ligeramente paródico.
Molland es un realizador inquieto, que utiliza artilugios llamativos para que el film nunca parezca agotado por sus ambiciones o por un guion (a cargo de un tal Frank Baldwin) que dispersa el atractivo de la trama principal ¿Hay algo más que venganza en Venganza? Como se mencionaba en el primer párrafo, las traducciones erróneas pueden ser un problema. Víctima injusta, la película no cumple todo lo que el título local promete. Sí, hay otras venganzas en la historia, pero no las que en realidad nos importan. La aparición de una mafia de indios (o nativos americanos) interrumpe la vendetta de Nels, y con ella, la escalada de diversión. Si a esto le sumamos una policía entusiasta pero ahogada por el apoyo bucólico de sus colegas (no es casual la aparición de John Doman, el Rawls de The Wire como un oficial descreído del deber) y la nieve que tiñe de blanco la pantalla, el film parece un homenaje demasiado estudiado de la serie Fargo. Neeson es tan noble que, cuando desaparece por culpa de las vueltas de tuerca de la historia, el film fluye con menos gracia. Los personajes secundarios son muy buenos acompañantes (cada uno tiene un momento para lucirse), pero cuando les toca ser el motor del relato ninguno tiene la energía necesaria para despertar nuestro interés.
Antes de que la nieve ocupe el centro del relato, una cita de Oscar Wilde aparece en la pantalla negra: “algunas personas causan felicidad donde van; otras cuando se van”. ¿Es una declaración romántica a la figura de Liam Neeson o solo existe porque había que juntar como sea a dos irlandeses opuestos y geniales en un mismo lugar? Alguien dijo: “las palabras son importantes”. La cita de Wilde es claramente un mejor homenaje que titular a una película con un sustantivo genérico que ni siquiera tuvo la gracia de ser endulzado por un adjetivo.
A todo esto, ¿cómo la llamaron en España? La respuesta no te sorprenderá: Venganza bajo cero.
@ Luciano Mariconda, 2019 | @nievesdeltiempo
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