(Canadá, 2014)
Dirección y Guión: Xavier Dolan. Elenco: Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, Suzanne Clément, Patrick Huard, Alexandre Goyette, Michèle Lituac, Viviane Pascal, Natalie Hamel-Roy. Producción: Xavier Dolan y Nancy Grant. Distribuidora: CDI Films. Duración: 139 minutos.
Wonderwall.
Si hay un tema recurrente en la obra del joven realizador canadiense Xavier Dolan, es la madre. Suelen ser roles maternos bastante fallidos, mujeres algo excéntricas, con altos rasgos fálicos y poca evidencia de la función paterna, que aparece ausente o muy debilitada. Si en su ópera prima, Yo Maté a mi Madre, el cineasta abordaba cómo un joven rebelde adolescente podía matar simbólicamente a su madre, en Mommy, su quinto y último trabajo, el circuito edípico toma un giro hacia lo contrario, es la madre la que puede renunciar a su rol y desentenderse de su hijo.
El film se centra en una distopía basada en una Canadá ficticia donde los padres pueden entregar al estado a aquellos hijos que sean problemáticos o tengan severos trastornos psicológicos. Es así cómo Diane (Anne Dorval), una mujer viuda, va a buscar a su hijo al establecimiento donde asistía, ya que fue expulsado por desórdenes conductuales. Steve (Antoine-Olivier Pilon) es un adolescente con comportamientos antisociales, una estructura de personalidad muy border que lo hace extremadamente compulsivo y con la imposibilidad de poder reprimir impulsos ante algunas situaciones.
La convivencia entre ellos dos será explosiva y es ahí donde Dolan puede demostrar su madurez narrativa sumergiéndose de manera magistral en la construcción de los personajes y el vínculo, dando cuenta de los conflictos internos que vive cada uno a partir de un pasado no resuelto sin ser sobreexplicativo. Un tercer personaje se suma a esta pareja de madre e hijo, Kyla (Suzanne Clément), una vecina que sufre las secuelas de un pasado reciente muy traumático. Los tres actores nos regalan esas interpretaciones que no se olvidan, ya que encarnan sus personajes con solidez e imponente calidez interpretativa.
Filmada en un formato de 1:1, que parece ser un capricho más de un director visto por muchos como snob, la película adquiere sentido a medida que avanza el relato. La encerrona asfixiante en la que viven estos personajes se despliega muy bien en la pantalla gracias a esta modalidad de presentación. De hecho, es la obra menos narcisista de él: no aparece en cámara ni en un solo plano, aflojó con algunos vicios como la intensidad de los colores, la imagen es mucho más limpia con un trabajo de fotografía impecable, y los ralentí son usados en el momento exacto donde la intensidad dramática se apodera de la historia.
Una de las características principales de su filmografía es el buen uso que hace de la música y acá es el pilar fundamental del film. Descubrimos varias canciones conocidas que son resignificadas en las escenas, así suenan hermosas piezas de Dido, Counting Crows, Celine Dion, Beck, Lana Del Rey, una maravillosa secuencia onírica con la desgarradora Experience de Ludovico Einaudi, y una de las escenas más memorables de todo el metraje de la mano del mega clásico de Oasis Wonderwall, donde lo visto hasta el momento adquiere un nuevo sentido gracias a este tercer personaje que funciona de corte en el lazo simbiótico entre madre e hijo.
Una gran variedad de recursos cinematográficos (visuales, interpretativos, musicales y narrativos), son utilizados para contarnos un relato freudiano extremo con tinte melodramático pero sin perder sus buenas raciones de humor, que atrapa desde el primer minuto y logra la obra más madura, reflexiva, nihilista e intensa del enfant terrible canadiense.
Por Emiliano Román
Cantando bajo la lluvia.
Mientras las imágenes y los sueños se disuelven en el aire, la vida sacude sus cadenas en medio de las gotas de lluvia que todo lo inunda. En medio de estos temporales, las grandes obras dejan una semilla, una mirada hacia lo desconocido, hacia la violencia cotidiana que se encuentra maquillada y amordazada para que sus gritos no agiten nuestra comodidad.
Mommy (2014), la última película del director, guionista y actor canadiense Xavier Dolan, es un drama existencial sobre la maternidad, la amistad y las relaciones familiares en una situación extrema. Diane (Anne Dorval) es una viuda que pretende salir adelante en changas en Quebec mientras cría a su hijo, Steve (Antoine-Olivier Pilon), un adolescente con déficit de atención, hiperactividad y raptos de violencia súbita en situaciones estresantes. Con riguroso detallismo, el director mira con su lente cada rasgo de la inusual madre, Diane, una mujer que quiere mantener su apariencia juvenil y sensual sin resignar su rol materno.
En medio del drama familiar que se vuelve insoportable por la falta o la imposibilidad de poner límites, o tal vez por las características de la relación misma, una vecina, Kyla (Suzanne Clément), profesora de colegios secundarios que se está tomando un año sabático, comienza a acercarse a Diane y Steve para ayudarlos en su convivencia y escapar de sus propios problemas. El trío desata una necesaria felicidad que les era esquiva a través de la amistad desinteresada, pero también convoca todo el pasado que la madre y el hijo se empeñan en olvidar creando contradicciones latentes que no tardan en estallar.
Las soberbias actuaciones de Anne Dorval, Suzanne Clément y Antoine-Olivier Pilon sostienen una trama que toca los puntos cardinales de los problemas sociales canadienses con gran sensibilidad y agudeza, atravesando musicalmente la cultura pop actual con canciones de Celine Dion, Oasis, Beck, Ludovico Einaudi, Lana del Rey y Dido, y dándole a Mommy la forma de un manifiesto generacional sobre los problemas de las nuevas relaciones familiares.
Los actores embisten con dramatismo a la cámara en primeros planos que registran cada lágrima y cada gesto que surge para estallar en escenas de gran fuerza emotiva, convirtiéndose en pequeños hermosos momentos que van creando de a poco una obra sobre un pasado cercano nunca expresado que revive a través del cuerpo para atormentar a los personajes. De esta manera, el director canadiense busca en las profundidad de la maternidad de ambas mujeres, y en la sintomática relación entre el hijo y su madre, los arquetipos universales de las relaciones familiares para crear un espejo terrible sobre el cual mirarnos distorsionados e interpelarnos en nuestras pasiones como seres que aman.
Por Martin Chiavarino
Transcurre un accidente automovilístico pero el espectador apenas logra presenciarlo desde la lejanía. De uno de los autos logra bajarse Die (Anne Dorval), a los insultos y levemente herida. Sin embargo, a diferencia de todo lo que se podría llegar a esperar, nada de lo sucedido reviste demasiada importancia: la destrucción de un auto y unos cuantos golpes resultan insignificantes en comparación al choque que el estilo de vida del personaje está a punto de enfrentar. A esta altura uno ya respira el dramatismo que lo comienza a envolver aceptando con total normalidad determinadas condiciones que el film plantea; uno toma la decisión de someterse a la angustia generalizada que se encuentra por venir, ya que lo que estamos viendo no es un drama más del montón (al que Hollywood nos tiene tan acostumbrados). Mommy es un drama con tintes de comedia que busca generar en el público no sólo un tangible grado de aflicción, sino también de euforia y adrenalina. Mommy es un abanico de emociones, Mommy te hace sentir, Mommy es -en esencia- puro Xavier Dolan.
Resulta necesario aclarar que a pesar de que la sustancia del último largometraje del cineasta canadiense subyace bajo los mismos parámetros que los anteriores (una descontrolada juventud en contraposición a la figura materna, acompañada por el descubrimiento de la sexualidad), Mommy es uno de sus films más importantes, funcionando como punto de quiebre en su carrera. La semilla de la película aparenta ser similar a la de sus obras realizadas previamente y su huella desde la dirección se manifiesta de manera irrevocable, pero no cabe duda alguna de que, junto a este mundo con el cual ya nos encontramos familiarizados, coexiste la idea de reinventarse como artista. Al igual que Pedro Almodóvar y Gus Van Sant, dos de sus más grandes referentes, Dolan comprende que aquel tópico “fetiche” que comparten (el de la homosexualidad en la sociedad moderna) no puede cumplir el rol de sustento para todas sus obras, o mejor dicho, no de modo tan explícito. En su última película la orientación sexual no reivindica un conflicto, sino que la sexualidad latente entre los personajes ayuda a constituir el entorno enfermizo que caracteriza al film: se produce una reorganización de los factores que componen el universo de sus películas.
Tal vez a esto se deban las numerosas situaciones que no alcanzan su máximo potencial a lo largo de las secuencias; uno siente la ausencia de un vínculo (llegando al extremo en el que la ficción y lo autobiográfico se entrelazan) entre proyecto y director… pero como espectador, uno también lo comprende y celebra, porque el hecho de renovarse y salir de la zona de confort conlleva un crecimiento artístico. Mommy es la transición al nuevo cine de un joven cineasta que dejó de ser una promesa para asentarse como uno de los intelectos cinematográficos más interesantes (y hasta populares en determinados ambientes) de la actualidad. Tal vez, Mommy sólo sea una interrogante sobre las próximas obras del enfant terrible.
Por Julián Córdoba