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CRÍTICAS - CINE

2 Amores en París (L’embarras du choix)

(Francia, 2017)

Dirección: Éric Lavaine. Guión: Laure Hennequart, Éric Lavaine, Laurent Turner. Elenco: Alexandra Lamy, Jamie Bamber, Arnaud Ducret, Anne Marivin y Sabrina Ouazani. Producción: Alain Benguigui. Distribuidora: SBP. Duración: 95 minutos.

En España existe un término, de connotación peyorativa, para referirse a cierta cepa de turistas extranjeros: los guiris. Una breve navegación en la web concuerda en que su origen, al menos en su uso contemporáneo, se remonta a los años sesenta, cuando la mentalidad liberal de los visitantes extranjeros (bien sesentera) chocaba con la ideología tradicional del país bajo el franquismo, que los miraba arrugando la nariz. Hoy en día, un guiri se puede distinguir con facilidad en las principales ciudades turísticas de España, casi siempre con un cóctel en cada mano y el cuello rojo de tanto estar bajo el sol, pagando fortunas por platillos mercadeados como “auténticos españoles”, pero que un local no probaría ni a palos, subiendo los highlights de sus aventuras a redes sociales (y todo lo que hace son highlights, porque un guiri sólo la pasa bien). Es decir, viviendo una experiencia pop que en nada se parece a la realidad, mucho más compleja y tanto menos estéril, con la que es imposible identificarse y que más bien aleja por su hiper-estilización tan forzada. Es una parodia apolítica, gentrificada y descontextualizada de la experiencia. Con el triunfo definitivo en los últimos años de la globalización tecno-cultural, que todo lo aplana y uniforma, podríamos hablar del surgimiento de un nuevo género en el cine: el Cine Guiri. 2 Amores en París (L’embarras du choix), de Éric Lavaine, es un ejemplo paradigmático de Cine Guiri.

Grosso modo: Juliette, mujer parisina de 40 años, padece desde siempre de una incapacidad crónica para tomar decisiones. Evidentemente, esta condición la condiciona (valga la redundancia) en sus relaciones románticas, que todas terminan igualmente mal. A diferencia de lo que indicaría el sentido común, Juliette prefiere abandonar su libre albedrío y dejar que decidan por ella, responsabilidad que asumen sin problema sus dos mejores amigas y su padre. Tanto Richard como Sonia y Jojo (ambas mujeres empoderadas y progresistas), le escogen peinados, outfits, trabajos, y hasta parejas sentimentales, y todo parece avanzar con normal anormalidad hasta que una equivocación —que sólo podría atribuírsele a la caprichosa providencia (elemento tan ubicuo en las comedias románticas como las caminatas bajo la luna y los besos en cámara lenta)—, Juliette conoce al primero de sus dos amores en París. Tras un fogoso romance, las cosas se descarrilan y Juliette conoce al segundo de los aludidos en el título, y ahí se dispara el conflicto. ¿Cómo puede esta pobre chica elegir entre dos buenos partidos si es incapaz de tomar hasta la más trivial de las decisiones? Viene a la mente la frase de Cortázar: “Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.

La premisa es interesante y su tratamiento en el film no deja de plantear inquietudes contemporáneas relevantes: desde las dinámicas de poder intrínsecas en las relaciones, o lo propenso que es el patriarcado, a pesar de las victorias feministas, a recaer en su cómoda posición de jefe autoritario, hasta el valor de las relaciones de pareja una vez que desparecieron las maripositas en la panza y lo que queda es, a la vez, más intangible y más duradero. Desafortunadamente, estamos hablando de una película de Cine Guiri, y como sucede en la olvidable Comer, Rezar y Amar (Eat, pray, love, 2010) y muchas otras, cualquier profundización crítica sobre sentimientos humanos está supeditada a un registro casi publicitario de citas idealizadas en restaurantes parisinos de postal (o en los Jardines de Versalles), personajes tipo salidos directamente de Sex and the City y disgresiones sobre la veracidad de un jamón Pata Negra. “Es cosa de mujeres”, le dice Jojo a su esposo en un momento del film. Pero es imposible no leer esta frase como código para descifrar la intención de la película. Y está errada. No es cosa de mujeres, es cosa de lo que la simplista industria del entretenimiento cree que son las mujeres.

No queda más que agregar que las buenas ideas que se mueven bajo la superficie (y casi todo es superficial) del film, así como una que otra secuencia de humor y un par de buenas interpretaciones, hubieran respirado mucho más libres si no hubieran tenido que asfixiarse en la claustrofóbica estructura de las comedias románticas de Cine Guiri.

 

 

© Andrés Aguilar Q., 2017 | @andresaguilar1

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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