La ópera prima de Christopher Small es más un boceto que una obra terminada. Lo cual tiene sentido, porque Communists! es sobre una cineasta ocupada en bocetar su próximo proyecto, también llamado Communists! con signo de exclamación. Y todo ocurre en el contexto de un festival de cine independiente, que le agrega otra capa metanarrativa a la película, cuyo estreno mundial fue en este BAFICI 2021.
Small se formó como crítico, y trabajó durante años para festivales y plataformas en línea o de video a la carta. Entre el 2018 y el 2019, rodó Communists! con amigos y conocidos, sin mucho presupuesto pero con más ideas de las que caben en los 75 minutos de metraje que logró reunir.
El resultado es tan disperso como su protagonista. Sacha Roth, una joven realizadora de proyectos animados, asiste al festival que regentea su prima para presentar su obra más reciente. En el medio, comienza a cranear una nueva película, su primera live-action, con actores. Y si bien no sabe qué forma darle, encuentra un norte luego de atestiguar un inesperado acto de violencia en un bosque: una joven, Abbey, se defiende ante el abuso de un supremacista blanco, a quien termina apuñalando. Durante la próxima semana, Sacha se involucrará en la vida de Abbey y la intentará ayudar (mientras la aprovecha, egoístamente, como inspiración artística).
Ahora bien, esta sinopsis es engañosa porque los eventos no fluyen de una manera tan lineal o precisa. Por ejemplo: hay momentos en los que pareciera que Sacha y Abbey se conocen desde mucho antes del apuñalamiento, aunque todo indique lo contrario. En el medio, aparece la novia de Sacha, para brindar soporte emocional durante el festival y tras el crimen en el bosque. Y la relación entre ellas es ambigua. Intuimos que su amor se está disolviendo, pero el punto final queda postergado. No hay pelea ni resolución, solo interacciones con sabor a poco.
Y en cuanto a Sacha, hay mucho de su pasado -un supuesto litigio, una misteriosa complicación médica- que se sugiere en el guión y no se profundiza. Escuchamos hablar sobre la historia bohemia de la casa familiar donde Sacha se está hospedando y, sin embargo, apenas la registramos como locación. Sacha alude a una turbulenta adolescencia (cuando, según ella, era una piba insufrible) y al contenido doloroso y confesional de sus tempranas obras animadas (que nunca vemos), pero sin explicar algo en detalle.
Communists! es como el piloto de una serie cancelada. No porque este sea literalmente el caso, sino porque Small así concibió su película: como un objeto fragmentado e incompleto. Esto se evidencia, también, desde lo estético. La escena en el bosque, por la torpeza deliberada de sus planos y coreografía, recuerda a los policiales del primer Godard de Sin aliento y El soldadito. También hay momentos de falso documental, en los que Sacha habla a cámara y reflexiona sobre el proceso creativo. Y luego escuchamos extensos diálogos entre Sacha, su prima y sus amigas que podrían haberse robado de algún film observacional de Noah Baumbach sobre jóvenes hipsters. (Llamémoslo: Sacha Ha).
La mezcolanza funciona, pero nunca levanta vuelo. Entendemos Communists! desde lo conceptual: es un boceto sobre un boceto, tan a la deriva y tan perdido en una nube de confusión como su protagonista. Pero este tipo de juego metanarrativo ya no es novedoso. Y no terminamos de conectar emocionalmente con el film. Sabemos que Sacha atraviesa una tempestad existencial, pero tanta vaguedad argumental, tanta fragmentación estética, tanto distanciamiento irónico, incluso cuando busca reflejar el estado de ánimo de la protagonista, nos termina alejando de ella. La percibimos como una chica caprichosa, aunque los conflictos contra los que se enfrenta –violencia de género, herencias familiares, pasados traumáticos– sean decididamente serios. Communists! y su metafórica galería de espejos se disfrutan más como idea que como realidad en la pantalla.
© Guido Pellegrini, 2021 | @beaucine
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