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[22] BAFICI | Orphea

[22] BAFICI | Orphea

La música como instrumento de liberación:

La última película en colaboración mutua entre quien es uno de los fundadores del Nuevo Cine Alemán, el realizador Alexander Kluge, y el polifacético artista y realizador filipino Khavn de la Cruz, titulada Orphea (2020), es -como su nombre lo indica- una recreación y relectura del mito tradicional griego de Orfeo y Euridice. 

Los directores realizan en primer lugar una reinterpretación del mito en clave de género e invierten los roles del amante y la amada. De esta manera, hacen del personaje femenino ya no la mujer pasiva que espera ser rescatada, sino una heroína que triunfa allí donde fracasaba el sensible Orfeo. Orphea (Lilith Stangenberg), por su condición femenina carece de la ansiedad precipitada de posesión del amado, y esto hace posible que rescate a su amado Euridiko (Ian Madrigal). Además en su empatía con los desdichados del mundo, su misión se amplía. Siendo mujer, Orphea no tiene nada que perder. Esto le da el coraje para ingresar en el inframundo y convertirse en la abanderada de los desdichados que, como en el célebre cuadro de Delacroix, La libertad guiando al pueblo, es capaz de liberarlos de las cadenas del sufrimiento y la opresión. 

El poder combativo respecto de las malvadas fuerzas del Hades, como en el mito original, se ejerce a través de la música como elemento sobrenatural. De ahí que la película esté construida como un musical operístico, donde los fragmentos del mito se interpretan a partir de canciones de distinto género musical, de acuerdo a la situación de que se trate. 

Al mismo tiempo, los directores realizan una relectura del mito en clave sociológica contemporánea. De ahí que el infierno se represente a través de los suburbios marginales de Manila (signados por las drogas, el alcohol y la prostitución) y también mediante el hiperconsumismo tecnológico actual. Al mismo tiempo, hacen una lectura de las fuerzas del mal en términos del fascismo. En esta línea, un gran acierto de la película es que, a través del recurso de la pantalla dividida y la estética de la video instalación, consiguen trascender el mero revisionismo histórico de postguerra y permiten leer las formas que asume el totalitarismo en la época actual mediante los fenómenos de segregación de la inmigración. 

Inteligente, diferente e inclasificable en su propuesta experimental, Orphea es un logrado ejemplo de cómo recuperar a los clásicos y a la vez reversionarlos en una estética postmoderna, para que sigan teniendo algo que decirnos en el presente. 

© Carla Leonardi, 2021
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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