Entre lo inmenso y lo ínfimo:
La cámara lenta sigue el caminar de un hombre que nos da la espalda y que avanza abriéndose paso en dirección opuesta a un grupo de gente. Este comienzo de Cuando el Olimpo choca con la pampa (2021), de la dupla Sol Miraglia y Hugo Manso, tiene la virtud de plantear de entrada el armazón de lo que seguirá. Destaca de entre la multitud a un hombre con características distintivas singulares, que va a contra corriente de la masa y, al mismo tiempo, se plantea como un documental observacional.
El hombre en cuestión es Ricardo Cinalli, artista plástico, reconocido en el exterior, oriundo de la provincia de Santa Fe, que se encuentra en la madurez de la vida y que realizó la mayor parte de su obra en Londres, donde ha residido desde 1973. La casa en la que habita Cinalli se hace eco de su oficio y lo define como un artista de difícil clasificación. Se trata de una vieja casa restaurada junto a su pareja Eric Elstob (como parte del movimiento artístico contracultural The new Georgians) a comienzos de los años 80. Este paisaje arquitectónico es una suerte de museo donde conviven sus retratos de estilo cubista, sus murales de estilo renacentista (inspirados en la obra de Miguel Angel), las obras que lo reinterpretan con la influencia de la inmigración y una hermosa claraboya con vista a la cúpula de la iglesia.
Desde lo formal, el documental mixtura, por medio del montaje, el registro observacional del personaje en su cotidianeidad con material fílmico de archivo de sus comienzos artísticos y de sus exposiciones. Al mismo tiempo, se trata de un documental autoconsciente, que deja ver el artificio cinematográfico al tomar a su protagonista preguntando a los directores qué hacer o si están filmando e incluso dejando entrever en una ocasión la cámara en acción.
Las formas son consistentes con el retrato del personaje que construyen. Los directores se detienen en el hedonismo del cuerpo de Cinalli, desnudo y soportando las marcas del tiempo, que contrasta con la juventud del cuerpo de un joven danzante en la comparsa del carnaval santafesino, evocando las obras del artista. Y cada plano plasma, combinando espontaneidad y rigor, un lirismo pictórico que exalta los sentidos al acompañarse con la música que el propio protagonista ejecuta en su piano.
La cámara observa al artista en su hábitat, en la cotidianeidad de su labor y de sus andanzas por un barrio ahora frecuentado por turistas, rebosante de bares y cubierto de grafitis y arte urbano en sus muros. En esta linea, los directores, como en Foto Estudio Luisita, encuentran en el magnetismo y la extravagancia de Cinalli, la singularidad de un personaje que, en tanto recupera en su obra las marcas del pasado, se perfila como uno de los últimos destellos de una época, como un bastión que lucha por resistir contra el avance desmedido de las corporaciones inmobiliarias, que rechazan la tradición para abrazar la homogenidad globalizante.
En Londres remueven un mural de Cinalli en un cielo raso, en aras del modernismo. El estoicismo del protagonista comienza a flaquear y se plantea cerrar las ultimas obras en curso y regresar a su Santa Fe natal para empezar una nueva vida. Allí es recibido como una celebridad: lo entrevistan en la radio, en las escuelas enseñan su obra y los niños realizan trabajos artísticos inspirados en su producción.
Las obras de Cinalli, realizadas mayormente en papel de seda, son la expresión poética visual que intenta nombrar aquello que es precisamente imposible de saber y representar, como Dios, el sexo, la vida y la muerte. Otra característica es la tendencia a la desmesura que se manifiesta especialmente en sus murales. En Santa Fe se embarcó en el proyecto faraónico de estampar su versión del apocalipsis con figuras gigantes pintadas en las paredes de un galpón que, erguido en medio del paisaje pampeano, oficiaría como salón para sus conciertos de piano y como vivienda. Hoy las paredes descascaradas marcan el paso del tiempo, pero también la desidia de un país que no preserva el legado de sus artistas, que los olvida.
El bello título del film, tomado de una obra de Cinalli, traduce entonces el desencuentro entre la inmensidad del absoluto y la transitoriedad de la realidad material. El documental se mueve, como su predecesora Foto Estudio Luisita, en el doble movimiento de captar lo efímero de la singularidad de una obra, encargándose a la vez de preservarla e inmortalizarla por medio de imágenes. Con un acertado lirismo que evita el subrayado, Cuando el Olimpo choca con la pampa puede leerse como una cierta justicia poética, pero también una aguda reflexión sobre la función del arte en el mundo contemporáneo, sobre la lucha del hombre contra el paso del tiempo y sobre la finitud como condición de la existencia.
© Carla Leonardi, 2021
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