Viernes 22 de noviembre.
El festival está llegando a su fin. Hoy fueron proyectadas las últimas películas de las competencias. Ya sólo queda esperar a que los jurados se reúnan para llegar a un veredicto.
Por la mañana, y como en 2011, invitados, staff, periodistas y más se congregaron para una foto grupal con el motivo de pedir por la liberación de Jafar Panahi. Resulta lamentable saber que el cineasta iraní sigue encarcelado. No obstante, la lucha y el compromiso de la gente del cine están intactos y no se detendrá hasta que se haga justicia, con Panahi y con todos los artistas privados de su libertad.
Pero si hubo un evento que acaparó la atención fue la charla de John Landis. Antes un salón del Provincial colmado, el director de Un Hombre Lobo Americano en Londres habló de sus comienzos en el mundo del cine (incluyendo jugosas anécdotas con colegas, actores y más), y respondió preguntas sobre su carrera y acerca de cómo ve el cine actual, principalmente en materia de cámaras digitales y cómo las nuevas tecnologías atentan contra el ritual de ir a ver películas en una sala de cine. Y siempre haciendo gala de un humor a prueba de todo.
Mañana será el día de las premiaciones. Es posible advertir ansiedad en el ambiente, no sólo entre los realizadores sino también por el lado de cada integrante de esta nueva gran edición del festival.
(Foto: Alejandro Torrada)
Cortos – María Cañas – Programa 1, por Elena Marina D’Aquila
La cineasta española practica lo que ella misma define como “videomaquia” o cine militante, interviniendo en los diversos géneros, como en el melodrama en el caso uno de los cortos presentes en este programa de pop, religión, fanatismo, ovnis y cine reciclado, de archivo, con críticas al american way of life, al consumo y la pornografía.
María estuvo presente en la función para introducir al público a su forma de hacer cine. Dijo estar de acuerdo con la frase de Hitchcock: “Los melodramas se filman como asesinatos, y los asesinatos como melodramas” y comparó su trabajo en el corto sobre Hitler con el que hizo Tarantino en Bastardos sin gloria.
Lo que hace estoma imágenes preexistentes y otorgarles un nuevo significado ya sea alterando los subtítulos o mediante un montaje rítmico, superposición de imágenes, juntando lo que no se puede juntar. Si bien crea algunas imágenes visualmente potentes, María también predica una filosofía a la que critica, en este programa de cortos que vacila entre lo surrealista y lo camp.
Little Feet, de Alexandre Rockwell (Estados Unidos, 2013, Competencia Int), por E.M.D.
Los hijos del cineasta son los protagonistas de esta historia sobre dos hermanos, Nico y Lana, cuya madre ha muerto y casi no tienen contacto con su padre, un borracho que trabaja disfrazado de oso panda, y cuando llega, duerme. Los hermanos deciden embarcarse en la aventura de encontrar un amigo para Curly –su pez- en el mar, y ese trayecto por la ciudad, conocerán a otro niño que hace magia y al que se les sumará en la aventura y será el Capitán al mando.
El blanco y negro hace que toda la concentración esté en los rostros de los personajes y además es una decisión que carga con toda la emocionalidad de estar ligada a los comienzos del cine. Sólo hay dos escenas en color. Rockwell expresó que su deseo era el de cambiar con esas escenas el tono de la pelicula en esos momentos, por estar ligados a lo onírico. Filmada en 16mm, con una fotografía lírica y adictiva a la retina, y una banda sonora que utiliza los temas musicales como sentimiento de cada escena en el cual hay un equilibrio perfecto entre lo que vemos, lo que escuchamos y lo que esa mezcla nos produce. El film apuesta a hacernos sentir algo parecido a lo que pasa con las películas de Chaplin, quien logró realizar las mejores comedias pero siempre impregnadas de un sentimiento de tristeza, y recuerda a los films de Truffaut, a los de la nouvelle vague y el neorrealismo italiano, pero en clave road movie, a pie y en un changuito lleno de disfraces. El guión lo escribieron padre –que también hizo cámara- e hija, al que luego se le incorporó un poco de improvisación.
Pero lo más impactante de Little Feet son las actuaciones. Ver a niños actuar en cine puede ser lo más molesto o lo más bello, como en este caso. Nico y Lana realizan un trabajo impresionante. Rockwell reivindica el juego, lo celebra, y en ese sentido es lo que mejor representa esto es la escena en la que Nico corre desnudo por la casa fingiendo ser un monstruo con una bolsa en la cabeza. Es una escena de pura desinhibición y libertad del cuerpo desnudo. Él es un personaje adorable que ve robots gigantes en todas las cosas y hasta se disfraza de Batman; Lana, tiene una belleza y una fotogenia que la hacen única.
Hay que festejar la inocencia, la magia de las aventuras infantiles, y entregarse a la invitación de Rockwell: detener un poco la marcha, dejarse llevar y vivir el aquí y ahora.
I am Mad, de Baltazar Tokman (Argentina, 2013 – Competencia Arg), por Matías Orta
Miguel Ángel Danna no es una persona normal. Difícil serlo cuando uno formó parte de una secta durante años y ahora trata de hacer una vida a la par de los demás. Y ni hablar si tu madre y el gurú de la secta siguen prófugos de la justicia.
La locura tiene que ver con la manera de ver el mundo de Miguel, de sus desencantos con la comunidad secreta y de cómo comenzó él a ser dueño de su propio destino.
Este documental de Baltasar Tokman está compuesto por testimonios de Miguel, su padre, su familia. Habla de su vida, de cómo la muerte de su hermana lo cambió para siempre. Incluye filmaciones actuales y videotapes de la juventud y de la secta, al punto de que podemos conocer el funcionamiento de una movida de esas características.
Hecha a lo largo de tres años, I am Mad es dura, perturbadora, pero siempre honesta, y permite adentrarse en la vida de alguien que, pese a todo, está dispuesto a luchar por tener una vida normal, no sin enfrentar a sus propios demonios.
Gerontophilia, de Bruce LaBruce (Canadá, 2013 – Sección Panorama / Busco mi destino), por Luciana Aon
El comienzo promete una película de Bruce LaBruce: unos besos ruidosos y entre tanto una lista de mujeres “revolucionarias”. Incluyendo a Wynona Ryder: “Llevarse algo sin pagar, siempre es revolucionario”. Allí están Desireé y Franck y sus sentencias juveniles. El título también promete una película de Bruce LaBruce: la atracción por los ancianos, el fetichismo por esos cuerpos viejos, flojos, arrugados, fofos.
Sin embargo esta parece la versión: “esa chica no coge, hace el amor” del cine de Bruce La Bruce. Franck se va alejando de Desireé al tiempo que comienza a
trabajar en un geriátrico y explora la excitación que le producen los ancianos. Allí conoce y se enamora perdidamente de Mr. Peabody: Melvin, un viejo hermoso que sueña con volver a ver el océano.
Allí se anuncia el desate homo-geronto-erótico. Pero el descubrir sexual de Franck con Melvin es toda la erotización que la película se permite. El juego con la luz, la cámara lenta, la música sensual, los planos cercanos. Un videoclip. Eso es todo. Donde siempre hubo sexo explícito, ahora hay elipsis. Ni con Desireé ni con Melvin. Donde siempre hubo porno, ahora hay cuerpos vestidos. No hay (¡joder!) cuerpos desnudos que se rozan, se tocan, se muestran, se excitan, se cogen. Del homocore a esto. No hay escándalo, no hay exacerbación ni transgresión alguna, hay sí, ese conservadurismo del amor burgués.
E agora? Lembra-me, de Joaquim Pinto (Portugal, 2013 – Foco Portugal Alterado: Las últimas películas), por L.A.
“¿Y ahora?”. Joaquim Pinto, el director y protagonista de la película tiene Hepatitis C y HIV desde hace más de 20 años; cuenta, al inicio que se ha sometido a diferentes tratamientos desde entonces, todos los posibles en su país y ahora en España. Este es, así se anuncia, el diario de un año de ensayos clínicos con drogas experimentales.
“Vivimos tiempos tristes”, repite Pinto a lo largo de la película… Claro: tiempos en los que las drogas no curan. Tiempos en los que los que no tienen tiempo deben volver atrás para volver a empezar. Tiempos en los que la televisión narra el caos del mundo: crisis, recortes, violencias. Tiempos de sequía y tiempos de incendios. ‘Debo creer para creer’, insiste la voz en off que resuena con esa cadencia hermosa y melancólica del portugués.
“Recuérdame”. Pero la película es más que una cronología. Lejos del golpe bajo, la obviedad, la enumeración llorosa de hechos y circunstancias, el sentimentalismo y la solemnidad del tema, este es un diario personal, íntimo, cotidiano. Qué más: suya la vida, suyo el cuerpo que se expone, suya la película que Pinto protagoniza junto a Nuno, su pareja, y unos perros descontrolados que dan los besos más lindos del mundo.
Serge Daney se ha preguntado: “¿Cómo ir hacia una imagen?”. Daney, uno de los tantos amigos que Pinto menciona entre los que se han ido: Jao Cesar Monteiro, Robert Kramer, Raúl Ruiz. ¿Cómo ir hacia estas imágenes? E agora? Lembra-me expone el cine como ensayo, el documental como reflexión sobre la memoria. Cuánto más es nuestra vida que la lista sucesiva de fechas y acontecimientos. Y entonces: cómo ser recordado, cómo narrarnos, cómo exponerse al futuro.
“La memoria es corta. Somos demasiado recientes”, dice Pinto. Y, sin embargo, hace una obra maestra.