A Sala Llena

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CRÍTICAS

Agosto

 

 

AGOSTO: CONDADO OSAGE

Dirección: Claudio Tolcachir. Autoría: Tracy Letts. Adaptación: Mercedes Morán. Producción: Daniel Grinbank y Florencia Borensztein. Elenco: Norma Aleandro, Mercedes Morán, Andrea Pietra, Juan Manuel Tenuta y elenco. Música Original: David Singer. Prensa: Débora Lachter.

 

Quizás porque es imposible obviar la existencia de familias disfuncionales en cada uno de los hogares, hoy en día es muy difícil encontrar obras teatrales y cinematográficas que no contemplen este tipo de devaluada situación. ¿Qué familia es normal? ¿Qué se necesita para entrar en esos estándares? ¿Matrimonios felices, hijos de bien y con objetivos claros, personas cuerdas, gente satisfecha con su vivir, nulidad de rencores, salud mental y física? Las exigencias serían demasiado pretenciosas si fuesen de esta manera. Todo núcleo tiene problemas, crisis, inseguridades y locuras. Agosto: Condado Osage es una prueba. La pieza norteamericana, cuya adaptación nacional se exhibe todas las semanas en la avenida Corrientes, desangra las cicatrices de los Weston, un clan a la deriva.

 

La obra comienza con el padre, Ramón (Juan Manuel Tenuta), recibiendo a Blanca (Mónica Lairana), una descendiente de aborígenes que es contratada para mantener la casa, y no solo en el sentido higiénico. Es que Violeta (Norma Aleandro) está fuera de control: debido a un cáncer de boca debe tomar un cóctel de medicamentos, pero ella multiplica la dosis, lo que la hace perder la noción de lo que dice y realiza.

 

El conflicto principal surge cuando el patriarca desaparece y la familia debe reunirse para apoyarse mutuamente hasta que el misterio de su paradero se resuelva. Mientras cada miembro va llegando a la casona, viejos enojos florecen y las verdades calladas de cada uno empiezan a develarse.

 

Entre las rencillas pendientes, la madre no persona a Bárbara (Mercedes Morán), la hija mayor, que haya dejado a sus padres para comenzar su familia, a pesar de que ya pasaron casi veinte años desde ese suceso. Además, está a punto de comenzar los trámites de divorcio con su infiel marido, pero nadie lo sabe. La del medio, Eli (Andrea Pietra), mantiene bajo llave su estado sentimental, por razones que no serán contadas en esta crítica. La más chica es la snob Carolina (Eugenia Guerty), cuyo mundo gira alrededor de su nuevo amante, un empresario que hace negocios en Miami y planea unas vacaciones en Cancún.

 

La creación de Tracy Letts, muy bien adaptada por la propia Roxy de Gasoleros (quien, aunque no figure en los créditos, lo hizo con su pareja Fidel Sclavo), describe con omnipresente tensión los pobres vínculos que unen a los familiares. A pesar de las tres horas de duración (tiempo inusual para el mundo del teatro), la historia no es tediosa. Dos intervalos sirven para cambiar el decorado y el vestuario de los actores.

 

El elenco incluye trece personas. En ningún momento están todos juntos; incluso algunos tienen un par de minutos de aparición y otros no pisan las tablas hasta cerca del final. La coreografía del prestigioso director Claudio Tolcachir produce tranquilidad y descontrol en escena cuando es necesario.

 

Cada uno de los intérpretes tiene su momento de lucimiento, con largos textos en los que desnudan su personalidad. Entre los más notables, está el de la nieta e hija de Morán, Jimena (Vanesa González), con la mucama, que provoca incomodidad en los espectadores más conservadores y risas en toda la sala. Asimismo, la escena en donde todos se sientan en la mesa para comer es una muy bella imagen para apreciar y donde se desata un brote violento de la primogénita con una excelente frase que da por terminada la segunda parte.

 

Aleandro da de jueves a domingo una maestría en actuación. Compone a su Violeta de una forma perfeccionista, llevando la locura de sus diálogos por todo su cuerpo, del que parece no tener mando. Impone su presencia escénica de manera contundente y su profesionalismo con una personificación repleta de matices y coherente hasta en los detalles.

 

Por otro lado, Morán pone sobre sus hombros las partes más dramáticas con su probado talento. Sostiene el carácter irascible de Bárbara, intentando enderezar la situación y todos sus conflictos personales. Estos son más terrenales que el de los demás, por lo que toda su participación es creíble.

 

Entre el resto del reparto, se debe destacar a Lucrecia Capello, como la hermana de Aleandro. Pocas actrices podrían hacer frente a la protagonista de La Historia Oficial, pero ella no solo supera este desafío sino que agrega comicidad al relato. González, quien reemplaza desde diciembre a Julieta Zylberberg, copia algunos modismos de la revelación del cine, seguramente por indicación del director, lo que inevitablemente conduce a comparaciones en las que sale perdiendo. Pietra, Tenuta y Horacio Roca, como el esposo adúltero, brillan en partes específicas del cuento.

 

Un gran defecto es la mala calidad del sonido. El teatro Lola Membrives es muy grande para el potencial de los micrófonos utilizados, los cuales están apoyados sobre el escenario y no en las cabezas, lo que dificulta la audición. La escenografía es una gran estructura de madera de dos pisos, cual casa de muñecas, que nos invita a espiar una tragedia familiar, el ocaso de esta familia que ve agotar sus vínculos a medida que esta forzada convivencia avanza.

 

 

 

La obra es presentada en el Teatro Lola Membrives.

Miércoles y jueves 20:30, viernes 21:00, sábados 21:30 y domingos 20:30.

Corrientes 1280. Tel: 4381-0076.

Entradas desde $60.

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