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BAFICI 2014 – Día 4

BAFICI 2014 – Día 4

Domingo 6 de abril.

Termina el primer fin de semana de la edición 2014 del BAFICI, pero la sed de cine es imparable. Filas y filas de gente en todas las salas, lo que sigue hablando de un importante poder de convocatoria.

Además, hoy también se entregaron los premios Buenos Aires Lab (BAL), que desde hace once años tiene como finalidad brindar apoyo a proyectos cinematográficos en Argentina y en toda Latinoamérica.

En cuanto a las películas, proyectaron lo nuevo de directores tan disímiles como Rodrigo Moreno y Takashi Miike. Variedad para todos los paladares.

 

Reimón, de Rodrigo Moreno (Argentina, 2014, Competencia Argentina), por José Tripodero

Rodrigo Moreno decide empezar su película con una serie de placas que indican datos duros de la realización de este film: presupuesto, cantidad de jornadas de filmación, horas hombres empleadas en las diferentes etapas, etc. Este comienzo atípico tiene su razón de ser en la tesis que plantea Moreno sobre el hombre o mujer que representa al escalafón más bajo, emplazado en el mundo moderno laboral. Ramona (para el patrón de clase alta) o Reimón (para los progres de clase media alta) se levanta de madrugada en su casa del sur del conurbano bonaerense para llegar temprano a sus trabajos, donde se desempeña como mucama por horas. El comienzo parece enfrascarse en la observación de su vida cotidiana pero con el correr de los minutos, esa cotidianeidad se desplaza hacia el acompañamiento que hace la cámara de Moreno al personaje en su rutina. En el departamento de clase alta, Reimón es de alguna manera libre, nunca se ve al dueño, tan sólo la vivienda vacía y el dinero con una nota de indicaciones. Mientras que en el otro departamento, una pareja de estudiantes de clase media alta, leen largos fragmentos de “El Capital” de Marx, lo que resulta una ironía amarga pero que se diluye por el subrayado excesivo, en especial en la segunda lectura, la cual se hace con un personaje de frente a cámara y que termina con una mirada fija, que busca interpelar al espectador, como si de alguna manera se le exigiera intervenir o al menos pensar concienzudamente esta desigualdad y desarticulación entre el trabajo, el ocio y la justicia social que persiste aún hoy, unos casi dos siglos y medio después de la publicación de este tratado. Los planos cortos de Reimón acomodando los libros, los discos compactos y la notebook mientras pasa un lustra muebles tiene más fuerza irónica que la lectura neutra en voz alta de “El Capital”, sin mencionar la sutileza de los dos momentos en los que suena, en forma diegetica, dos piezas de música clásica sopesadas por la contemplación de un personaje casi invisible.

calificacion_3

 

 

 

Grand Central. Un amor radioactivo, de Rebecca Zlotowski (Francia/Austria, 2013 – Internacional), por Martín Chiavarino

El debate acerca de los recursos energéticos siempre está plagado de intereses políticos y económicos y casi nunca es abordado desde una visión sobre los riesgos que padecen los trabajadores en su rutina. El simbolismo de la energía nuclear como riesgo pero a la vez como posibilidad de trabajo en comunidades donde el trabajo calificado es un bien escaso muchas veces aparece como manifestación de mito de un miedo ancestral a las catástrofes.

Grand Central, el último film de Rebecca Zlotowski, narra la llegada de un contingente de trabajadores temporales a una planta nuclear francesa para realizar tareas de mantenimiento. En un ambiente laboralmente flexibilizado, con deficientes normas de seguridad, bajos salarios y nula capacitación Gary (Tahar Rahim) y sus compañeros deben trabajar y vivir en condiciones extremas. En medio de este peligro constante, Gary comienza una relación amorosa con la novia de uno de los trabajadores, Karole (Léa Seydoux) y la pequeña comunidad se tensa hasta lo insoportable debido a los accidentes y los vaivenes de intimidad del trío. Las viviendas itinerantes, la necesidad de trabajar y la osadía se hacen presentes en un ambiente en el cual cualquier error puede llevar al desastre.

Con excelentes interpretaciones y un sólido guión la película ofrece una mirada a la cotidianeidad y la miseria de los trabajadores descartables de las plantas nucleares de uno de los motores de la comunidad Europea. Metódica y audaz, Grand Central aborda con precisión un tema candente de nuestra sociedad y nos abre la puerta a un futuro indeseable. La flexibilización y la precarización laboral expuestas en un contexto ponderado examina con cuidado el peligro de la falta de control en las plantas nucleares por parte del Estado, la desidia de las corporaciones en las contrataciones y las fallas de seguridad a la vez que deja en claro la exposición radioactiva a la que son expuestos los trabajadores no calificados en las crisis del nuevo capitalismo.

calificacion_4

 

 

 

Upstream Color, de Shane Carruth (Estados Unidos, 2013 – Vanguardia y Género), por J.T.

La segunda película de Shane Carruth se mantiene en la línea de la ciencia ficción seria y ultra críptica, para nada amable con un público, incluyendo a uno que es adepto a la experimentación y a la vanguardia (el caso del espectador baficero, por ejemplo). El enrarecimiento, sin embargo no viene de un entramado visual sino de una narración confusa, que por momento se aferra al carril más génerico, especialmente al unir a los dos personajes principales en un modo azaroso, como si fuera una comedia romántica. También lo raro proviene de una reverberación tonal del cine de Terrence Malick por ser algo solemne en sus rasgos enunciativos, esos que metaforizan exageradamente los temas, empalagando la vista y los oídos por igual. No conviene adelantar sobre qué se metaforiza ni mucho menos indicar que es lo que se sustituye por otra cosa, tema, cuestión, etc y no es precisamente porque se devele una secreto escondido, sino que probablemente el único impedimento para abandonar una sala chorreada de solemnidad, subrayados y notas estridentes (provenientes de una música insoportable) sea el de encontrarse con una explicación a los interrogantes planteados. Aunque, la única pregunta que cualquiera podría llegar a hacerse al terminar la proyección de Upstream Color es si a Shane Carruth alguna vez “le llegará su San Martin”. Guiño, guiño.

calificacion_1

 

 

 

Kumiko, The Treasure Hunter, de David Zellner (Estados Unidos, 2014 – Fuera de Competencia), por Elena Marina D’Aquila

La película, que cuenta con Alexander Payne como productor ejecutivo, está inspirada en una leyenda urbana y narra la historia de una mujer cuyo único objetivo en la vida es encontrar el maletín que el personaje de Steve Buscemi entierra en la nieve en Fargo. Para eso viajará de Tokyo a Minnesota, y no permitirá que ninguna de las adversidades a las que se enfrenta, se interponga en su camino.  Rinko Kikuchi -la inolvidable Mako en Titanes del Pacífico-, se pone en la piel de una retraída secretaria, atormentada telefónicamente por su madre que constantemente le reprocha que aún no se haya casado ni tenido hijos.

“Es mi destino”, le dice Kumiko a un guardia de seguridad sobre su búsqueda del tesoro, comparándose con los conquistadores españoles. Al no expresarse casi verbalmente, su lenguaje corporal es vital para trasmitir su rareza: su forma de caminar, sus movimientos casi automáticos y su mirada perdida e inmóvil. Pero hay algo que nos falta como espectadores y es de dónde surge este aspecto obsesivo del personaje. La escena inicial deja abierta la posibilidad de que no sea algo que hace por primera vez, sino que buscando otro tesoro, haya dado con el VHS de Fargo, pero no lo sabemos.

A medida que avanza el metraje, el absurdo y la obsesión van incrementando, de la mano del tratamiento sonoro. Pero ésta no es una tradicional aventura de búsqueda del tesoro ni pretende serlo. La intención de Zellner –que aparece en pantalla como el policía que no sabe diferenciar  el chino del japonés- es dibujar un tono de comedia absurda a través de un personaje con aires de criatura exótica y de freak; sumado a lo ridículo de los personajes que la ayudarán a llegar a su último destino.

Si bien el ritmo de la película en algún momento le juega en contra, los encuadres y la fotografía de Sean Porter embellecen cada plano  de esta propuesta minimalista y con un surrealista final feliz.

calificacion_3

 

 

 

Shield of Straw, de Takashi Miike (Japón, 2014 – Panorama), por E.M.D’A

El prolífico director japonés, imposible de encasillar bajo ninguna etiqueta, exhibe su veta más comercial y nos vuelve a noquear estilísticamente, a pesar de la flojeza del guión. En un intento por llegar a un público más amplio, su tendencia natural a forzar los límites desde todo punto de vista , termina en este caso, afectando la narración.  Miike fuerza a los personajes para que se ajusten a los giros de un guión con algunos baches e incoherencias. Los policías podrían, en primer lugar, haber arrestado al billonario sediento de venganza y entonces nadie hubiese salido lastimado. Es cierto que de haberse resuelto de esa manera, la película no duraría  más de cinco minutos, pero lo que comienza como un policial con grandes dosis de acción,  se va alejando cada vez más de esa línea, para tornarse rebuscando, redundante, sobreexplicado a través de los diálogos y absurdo. A partir de la escena del tren, la falta de lógica empieza a afectar la verosimilitud de la diégesis, transformando la última escena en una resolución épica, sí, pero delirante en el peor de los sentidos, cayendo en la ridiculez absoluta. Como si esto fuera poco, esto es seguido de un plano (imperdonable) del asesino -que nunca mostró arrepentimiento por sus crímenes-, pidiendo perdón.

Vapuleada por la crítica y abucheada por el público en el Festival de Cannes, Shield of Straw mantiene el dinamismo visual y la intensidad del director pero en términos narrativos, termina siendo inconsistente.

calificacion_2

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