PASE DE ANTORCHA
Para cuando “la serie del abogado de Breaking Bad” tenía garantizada su primera temporada, Vince Gilligan aseguró que su tono se manifestaría mediante un 25% dramático y un 75% cómico, lo cual, a su manera de entenderlo, representaba un orden de prioridades inverso al de la totalidad de la obra en la que Bob Odenkirk interpretó por primera vez a Saul Goodman.
Es fácil distinguir que este principio comenzó a esfumarse a medida que el mundo del narcotráfico (con el que lidiaría el Heisenberg de Walter White) ganaba más terreno en las maniobras del abogado de los criminales, pero bien lejos estuvo de perderlo por completo, o, para ser más específicos, lo recuperaría del todo en los últimos cuatro episodios de la temporada final.
Gilligan encontraría la semilla de su autoría en su trabajo como guionista de algunos de los episodios autónomos de Los expedientes secretos X, donde coincidiría con Bryan Cranston en los créditos de “Drive”, sería el principal responsable de “Bad Blood”, la sátira vampiresca considerada por gran parte del fandom como la mejor emisión de la serie, como también lo fuera en el caso de “Monday”, inmediatamente clasificado como “El día de la marmota centrado en un asalto a un banco” por su recurso del tiempo circular, algo que el creador de Better Call Saul indicó que ya ocurría en un episodio de La dimensión desconocida, aunque, también se corresponde con elementos del Prometeo encadenado de Esquilo.
Terminado el último año de Saul, podemos asegurar que la serie arribó a la superación -y no a la corrección- de la poética de aquel evento en el cual Mulder y Scully morían circularmente cada vez que el banco asaltado volaba en pedazos. Puesto que, Vince Gilligan y su equipo bien lo saben, lo simbólico no es el costado de un relato, sino un elemento inherente en las obras superiores. Sus simbolismos están disfrazados de planos subjetivos insólitos y trucos “premonitorios” (como el osito de peluche rosado en el patio trasero de Walter White), pero los que de verdad sostienen el entendimiento de sus dos series hermanadas son los más sencillos, los que están a la vista de todo y en apariencia solo son literales, totales en una primera aparición, alegóricos.
El motor en este final de trece partes es el elemento prometeico por excelencia: el fuego. Ya la primera secuencia, la del allanamiento de la vivienda de Saul Goodman, concluye con el tapón del Zafiro Añejo arrojado en una zanja. Dicho tapón nos recuerda a los festejos de Goodman y Kim Wexler (Rhea Seehorn) cada vez que terminaban de timar a fanfarrones y ricachones destapando su bebida favorita para ocasiones especiales. El tapón, o corcho (llámeselo como gusten), representa a una antorcha, por lo que, considerado desde el ámbito de la Ley y la abogacía, es inevitable pensar en la Estatua de la Libertad.
La última vez que Saul, en ese momento Jimmy, y Kim comparten una habitación ambos fuman del mismo cigarrillo, como la primera vez que los vimos juntos en el primer episodio de la serie, solo que en esta ocasión Jimmy no se lo arrebata a Kim. Al ocurrir la escena en el presente del relato, y como nos acostumbraron desde la primera escena de toda la serie, está rodada en blanco y negro, solo que ahora la llama del cigarrillo es el único color que se aprecia en la pantalla. El fuego en esa última instancia representa la unión de dos partes que fueron separadas con el devenir de los hechos. Hechos que terminaron en tragedia a partir de la ejecución su método, método que manipula a la Ley, que manifiesta aquello para lo que esta pareja sentimental son los mejores, pero que dualmente son otra forma de ejercer la justicia.
Es que el método de Jimmy y Kim en una ocasión concluyó colateralmente con el suicidio de Chuck (Michael McKean), el hermano de Jimmy, quien a partir de ahí, y paulatinamente asume su alter ego de Saul Goodman, defensor de narcos. Podemos decir que la muerte de un hombre, a causa de su hermano, es el pilar de la Roma fundada en Breaking Bad, el imperio de Heisenberg. Jimmy usó la herramienta de Chuck como un arma en su contra y favoreció el rumbo de las maniobras de Walter White. Lo que sí empleó Jimmy, abandonando a Saul en su última declaración, para reivindicar a su hermano y superarse en su vinculación con la abogacía, fue la preferencia literaria de Chuck con La máquina del tiempo de H.G. Wells. Jimmy comprendió el rasgo simbólico de la novela, porque como toda buena obra de ciencia ficción, su corazón nunca está en la prospectiva, en la innovación, en el determinismo tecnológico.
A aquello último reduce Walter White al concepto de una máquina del tiempo en uno de los flashbacks del episodio final. Solo lo comprende literlamente, de ahí el destino que atormenta al personaje, es unilateral para él, aunque sí comprende el concepto de remordimiento, de ahí también su búsqueda de redención al salvarle la vida a Jesse Pinkman en su último aliento.
La puesta en escena de la sexta temporada de Better Call Saul se sostiene con el traslado no cronológico, o más bien, inversamente cronológico, de una misma edición de la novela de Wells. Lo vemos cuando allanan la casa de Saul en la primera escena, en su convivencia con Kim, ya siendo su esposa, y en la casa de su portador original: Chuck. Chuck, un hombre con fobia a los dispositivos eléctricos. Podemos asumir que comprende la no literalidad de la máquina del tiempo, a diferencia de White, pero también la comprende al revés, directamente no tolera las innovaciones tecnológicas. Paralelamente, su hermano le resta importancia personal a los aportes informativos del Financial Times, pero respeta el hecho de que Chuck consume esos datos. Esta comprensión invertida de Chuck hacia la tecnología se corresponde con la presentación temporalmente invertida de La máquina del tiempo. ¿Y gracias a qué elemento podemos ver el material de lectura que sí heredará el protagonista de la serie en esta última (re) presentación? Una llama, efectivamente, una antorcha en un hogar desprovisto de electricidad.
El fuego robado por Prometeo representa simbólicamente la unión de dos mitades. La de Jimmy y Chuck en el pasado y la de Jimmy/Saul (Saul contra su voluntad) y Kim en el presente.
Por el lado de Jimmy/Saul y Kim. La antorcha del Zafiro al principio de la temporada expresa una separación pasional, pero también profesional, perdieron su tacto por el oficio y ambos lo recuperan purgándose con la dúpla protagónica de la otra serie. Jimmy, como Saul, mediante una fuga de agua, un goteo, se purga con Heiseberg, quien solo comprende la literalidad de las cosas, pese a que al final del flashback este lo haga sentirse un completo inútil. Kim se purga con Pinkman y, tras intercambiar unas palabras con él, ella asume que Jimmy/Saul ya no es un buen abogado y acto seguido camina debajo de la lluvia. Kim y Jim, unidos por el fuego, ahora a la distancia, se piensan a sí mismos mediante el agua, el elemento opuesto por excelencia.
Saul es capturado por la policía tras verse expuesto en un operativo de hurto que guarda reminiscencias técnicas y simbólicas con la primera entrega de El Padrino. Al bajar las escaleras de la casa, con el dueño dormido en los últimos escalones, Bob Odenkirk patea “accidentalmente” la cámara como Al Pacino al abandonar el restaurante en el que Michael Corleone ejecuta su bautismo de sangre tras matar a McCluskey y Sollozzo. Con la diferencia de que el tono en la secuencia de Saul es mayormente cómico (recuérdese, el 75% es recuperado en los últimos episodios), lo cual no elimina su devenir dramático. En un comienzo, Saul duda en proceder con el operativo porque descubre que su futura víctima padece de cáncer, y no tanto por compasión, sino por el recuerdo de que por vincularse con un hombre en esas condiciones perdió todo lo que perdió. El operativo hubiera sido exitoso si Saul no subía las escaleras y no subestimaba el tiempo que duraría el efecto de la droga que le administró al hombre, aunque, entendido desde una perspectiva más meticulosa, Saul confía en que aquel hombre tirado en el living de su casa, extendiendo los brazos en forma de cruz, es una ventaja para la ocasión, pero este se despierta apenas Saul sube el último escalón.
Saul se autoproclama como Jimmy en su juicio, donde convierte a su declaración en una confesión auricular. Se confiesa abiertamente y logra reducir su sentencia -casi bicentenaria- a siete años. En el traslado a la celda carga con una cruz que se forma con la gota de sudor vertical en la nuca del prisionero que tiene adelante. Esa cruz formal pronto se pone en escena y Jimmy carga con sus pecados, ya que todos los prisioneros, y casi todo el mundo, lo identifican únicamente como Saul. Su dualidad es inevitable. Sin embargo, por composición de planos, en el juicio se nos presentó otra cruz, la que cuenta con Kim como portadora, quien fuera legalmente liberada de sus pecados por Jimmy y se reúne con su otra mitad mediante el fuego, mediante un paso de antorcha que, como dijimos anteriormente, no es arrebatado como en el primer episodio de la serie y mediante el cual Kim reconoce a su salvador.
No hay correcciones mediante la modificación de los eventos ocurridos a lo largo de los tiempos, hay superaciones de los pasados comprendidos mediante puesta en escena. Porque si algo queda claro con este último tramo es que Better Call Saul no es una extensión del cine en streaming, sino, precisamente, una autentica porción de cine en la televisión.
Creación: Vince Gilligan. Guion: Vince Gilligan, Peter Gould, Thomas Schnauz, Gordon Smith, Ann Cherkis, Alison Tatlock, Ariel Levine,. Dirección: Michael Morris, Vince Gilligan, Gordon Smith, Rhea Seehorn, Melissa Bernstein, Giancarlo Esposito, Thomas Schnauz, Michelle MacLaren. Elenco: Bob Odenkirk, Rhea Seehorn, Jonathan Banks, Michael Mando, Giancarlo Esposito, Michael McKean, Mark Margolis, Patrick Fabian, Tina Parker, Tony Dalton.
