(Argentina, 2012)
Dirección: Juan Diego Kantor. Guión: Ricardo Robins. Elenco: Ladislao Orosco, Nazareno Rodríguez, Georgina Angelacio, Aylén Antún Orosco. Producción: Lorena Di Natale. Distribuidora: Independiente. Duración: 78 minutos.
Una aventura extraordinaria.
El intento noble de este film es el de presentar el peligro de extinción del huemul (un animal que habita la franja sur de la Cordillera de los Andes) como un símbolo de la pérdida de lo sagrado, en pos de un progreso más material. La resistencia a desaparecer es lo que mueve a Ladislao Orosco, un joven mapuche quien ve el futuro de su pueblo acechado por el avasallante avance del capitalismo salvaje.
En este viaje de Ladislao y Nazareno (su mejor amigo) por encontrar al animal autóctono reposa la estrategia simbólica del director para elucubrar las reflexiones sobre un mundo que presiona, mientras se permite -por ejemplo- registrar la inmensidad de una montaña, la cual opera como sublime: pavorosa y deslumbrante a la vez, especialmente cuando vemos a los protagonistas (que no son más que puntos en el cuadro) caminar sobre esos riscos tan peligrosos, no para ellos sino para algún forastero.
En el director Juan Diego Kantor no se explícita esta urgencia de la analogía entre el animal casi desaparecido y el avasallamiento artificial sino que se traza un manto de aventuras, codificado en el carácter expedicionario de Ladislao y Nazareno. También puede leerse como un viaje íntimo a la profundidad de esa relación de amistad entre ambos, que comparten esa resistencia a perder la identidad, a quedar en el anonimato. Esa profundidad parece calar hondo a medida que se adentran en las montañas (que aparentemente conocen a la perfección) mientras el tiempo invisible pasa y la línea del horizonte parece más lejana.
Más allá de toda la nobleza del asunto, Buscando al Huemul funciona como parte de un registro de un lugar estrambótico y sumamente distante (en muchos sentidos para el hombre citadino) pero es, a la vez, la descripción de un viaje casi en la tonalidad de un cuento. A diferencia del empleo transpositivo que busca sortear, privilegiar y/ o agregar situaciones, el trabajo del Kantor suspende el tiempo y focaliza las competencias del cine para construir finalmente un cuento puramente cinematográfico, sin fuentes más que la propia realidad. Un trabajo que eclipsa esos esfuerzos del cine nacional, que en estos tiempos está empeñado en enfatizar una realidad a base de snobismo y demás ornamentos pueriles, aderezos que esta película no precisa en absoluto.
Por José Tripodero
Documentar lo perdido.
“- ¿Y por qué buscas al Huemul?
– Porque nunca lo conocí, nunca lo vi más que por foto y porque está desapareciendo como todo lo originario de acá, nuestro mundo.”
Buscando al Huemul es un film que mezcla de manera inteligente el documental, el film familiar y la ficción, corriéndose de la clásica modalidad del documental para lograr a través de la historia real de Ladislao Orozco, un descendiente de mapuches, una relación afectiva especial con el espectador en términos de autenticidad.
El enunciador es real, se mueve a través de índices creando un doble proceso de rememoración, tanto a nivel colectivo (la historia mítica de la Patagonia), como a nivel individual (todos somos hombres que compartimos la vida en una sociedad globalizada donde los orígenes de la historia están quebrados o a punto de desaparecer).
El recurso de Juan Diego Kantor es eficiente en lo que respecta a recuperar los componentes raciales, étnicos, culturales y sociales de pueblos originarios que han sido marginados por la versión oficial de la historia. Este rescate desde la dimensión visual lo vemos también en los planos abiertos que confrontan la pequeñez del ser humano frente a la vasta naturaleza, paisajes que hablan por sí mismos en la búsqueda de Ladislao de ese Huemul que es también su propia búsqueda identitaria, la de la historia de su familia.
¿Por qué recurrir a la cotidianeidad familiar? Porque recrea una sensación inmediata de identificación con aquellas tradiciones olvidadas y con nuestra propia cotidianeidad familiar. Mientras acompañamos a Ladislao en su aventura, y a través de los diálogos -por cierto brillantes- de Ricardo Robins, se rescatan los valores perdidos: el respeto a los mayores, a la naturaleza, el despojo de lo material, el rol de los medios de comunicación en la provincia, la necesidad de recuperar la historia en los sonidos del viento, en el canto de las piedras y en la música originaria.
En este sentido el film es altamente discursivo aunque las imágenes, constantes y de un trabajo técnico admirable, por sí solas harán que el documental perdure a lo largo del tiempo. Este film es también un logro en la lucha por compartir experiencias y conocimientos adquiridos; es ceder la palabra a toda clase de excluidos políticos, es transformar el mundo a través de la explotación de recursos cinematográficos perdidos por la globalización y el consumo, en pos de la creatividad y la libertad.
Por Sofía Lara Gómez Pisa