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CRÍTICAS - CINE

Cerro Bayo

Cerro Bayo (Argentina, 2010),

Dirección y Guión: Victoria Galardi. Elenco: Adriana Barraza, Inés Efrón, Verónica Llinas, Nahuel Pérez Biscayart, Guillermo Arengo y Marcela Kloosterboer. Producción: Gale Cine y MyS Producción. Distribuidora: Tiff.

Crítica previamente publicada con motivo de exhibición en Pantalla Pinamar 2011.

http://www.asalallenaonline.com.ar/festivales/pantalla-pinamar-2011/1862-diario-del-festival-dia-3.html

Esta película tenía un punto a favor para mí y era el lugar en el que transcurre: La Patagonia, uno de los lugares más lindos del mundo.

La directora y guionista, Victoria Galardi, oriunda de Bariloche, supo mostrar la belleza monumental e incomparable de esta ciudad y los rasgos característicos de sus habitantes, que son característicos, como bien ella dijo en la conferencia de prensa de hoy, de cualquier pueblo chico, en el que todo es noticia, todo se sabe, todo el mundo comenta y la discreción es una virtud de la que prácticamente todos carecen.

Lo que toda la crítica resaltó, además de la fotografía ya mencionada, es la dirección de actores. Todo el elenco de esta película se luce y sabe retratar una historia simple pero llena de matices y sutilezas captadas gracias a un guión excelente.

En la conferencia de prensa, Victoria también habló de la intención que había tenido de contar una historia trágica (el intento de suicidio de la madre de dos hijas) pero con ciertos elementos humorísticos, porque justamente así es la vida, y podemos encontrar cierto alivio y decomprensión en esos momentos de humor.

Porque el humor es el acercamiento a lo trágico; casi todo evento terrible puede tener una mirada de alguna manera cómica, un poco más reconfortante, y eso es lo que la película muestra. Y en este punto – más el afiche caricaturesco– no puedo evitar recordar a la gran The Savages, con dos grandes como Laura Linney y Philip Seymour Hoffman, en la que hay un conflicto similar (en este caso un padre con demencia) y dos hermanos con miradas muy disímiles con respecto a la enfermedad irreversible y a las consecuencias de ella en el entorno del enfermo. Hay también en esta película varios momentos humorísticos que sirven para romper el clima trágico que la enfermedad supone.

En Cerro Bayo, el personaje de Inés Efrón es el que más logra este efecto cómico; Inés es una joya del cine argentino; cada vez que aparece en escena, con esa mezcla de ingenuidad y perturbación que la caracteriza, desata las carcajadas de toda la audiencia. El guión es genial y la relación entre ella y su hermano (Nahuel Pérez) tiene una naturalidad que solo ellos dos podían brindarle a esa historia. Verónica Llinás es otra actriz excelente que interpreta a la hermana más desapegada de las dos, las más racional y materialista, que deja entrever que no tuvo una buena relación con la madre, y que está más preocupada por dónde escondió su madre la plata que ganó en el casino que por si sale o no del coma. La actriz mexicana Adriana Barraza está muy bien en el personaje de la otra hermana, la más sensible, asquerosa e irritantemente sensible, totalmente devota de su madre y que muestra gran desaprobación por muchas de las conductas de su hermana.

La película se desarrolla con un ritmo y una armonía perfectos y llega a construir las realidades de sus protagonistas en sus cortos 86 minutos.

Hay una escena que quisiera destacar, que rompe con la estética de la película, cuando el personaje de Llinás entra a firmar la venta del terreno de su madre, el primer momento en el que escuchamos música extradiegética, que transcurre en cámara lenta, como otorgándole otra jerarquía, otra lectura, muy diferente al resto de las escenas. Una escena con cierto impacto visual, que desconcierta y a la vez transmite varias sensaciones.

Grandes actuaciones, un guión excelente, una puesta en escena y un montaje cuidados hasta el más mínimo detalle, nos dan como resultado esta película hermosa, una de las mejores que vi hasta ahora en Pantalla Pinamar.

 

Por Cecilia Martinez

Esperando la Carroza

Hay un género que es muy propio del teatro argentino llamado: grotesco. El grotesco agarra situaciones, momentos costumbristas de nuestra vida cotidiana y los lleva al extremo del absurdo y el patetismo, explotando el humor negro para crear una crítica social, que no necesariamente apunta a la burguesía o clase alta argentina, sino también al argentino medio, de clase media, a la clase obrera y trabajadora. El grotesco es un colador por donde pasan todos los argentinos. Es un espejo deformado que nos muestra la realidad de la forma más cruda, y posiblemente, mucho más cercano a lo REAL REAL que el teatro naturalista, que ya no convence a una sola persona, como diría (con mucha más profundidad) Javier Daulte.

Por esto mismo es que vemos Esperando la Carroza, La Nona o 100 Veces no Debo y nos reimos a toneladas. Porque nos identificamos con los personajes, los palpamos, son reales. Las tragedias que viven (porque la comedia sin tragedia, sin drama no puede existir) nos han pasado o pasarán a todos alguna vez.

Y Cerro Bayo es un grotesco argentino en el sentido más puro de la palabra, pero disfrazado de comedia dramática intimista. En este sentido, Cara de Queso, posiblemente era más clara y honesta con sus intenciones, pero en cambio acá Victoria Galardi construye una sátira, pero no la encasilla en un género.

Personalmente, pienso que los argentinos somos mucho mejores observadores y críticos que los estadounidenses a la hora de hablar de la institución familiar en expresiones artísticas. Tenemos menos miedo de que los sectores más conservadores se nos tiren en contra y por eso nos damos maña para poder reflexionar, de diversas formas. Y otra característica… es que somos muy familieros. Nos cuesta dejar, en general, el nido. Hay muchas costumbres muy nuestras (que en realidad son herencia de los inmigrantes italianos, españoles y judíos) que se relacionan con pasar al menos un día  a la semana con nuestras familias: la pasta o el asado de los domingos al mediodía, por ejemplo.

Pero así como nos juntamos para comer, también nos reencontramos en los momentos trágicos: por ejemplo, ante el deceso o futuro deceso de un familiar, un patriarca o matriarca venido el caso.

En Cerro Bayo, Galardi abandona la cursilería romántica de la soledad de su ópera prima (Amorosa Soledad) para meternos en el corazón de una familia, cuya abuela se intentó suicidar y ahora está en coma. Por un lado tenemos a Marta (extraordinaria Adriana Barraza, disimulando el acento mexicano) la hija que vive con su madre en Villa La Angostura, la única realmente preocupada por su salud y no por la herencia. Marta está casada con Eduardo (Arengo, maravilloso como siempre) y tienen dos hijos, Inés (Efrón repitiendo un poco el personaje de Amorosa…) y Lucas (Perez Biscayart, de notable crecimiento interpretativo). La llegada de Mercedes (Llinás) desde Bs. As. complicará la situación. Especialmente, porque a excepción de Marta, todos buscan los réditos económicos. Sin caer en el lugar común de que los miembros de la familia se peleen por la herencia (cada uno en realidad busca un beneficio diferente, y no hace falta que se peleen), Galardi construye un abanico de personajes extraordinariamente complejos, interesantes, contradictorios… y simpáticos. ¿Por qué no? Cada uno se concentra en lo material, en lo superficial. Lo emotivo y romántico pasa de lado. Es una herramienta para manipular y conseguir la meta. Y aunque todos saben que el dinero y la apariencia no hacen la felicidad, tampoco pueden negar su atractivo.

Lo astuto de la película de Galardi no pasa solamente por los personajes, las actuaciones y lo pulido y redondo que resulta el guión, sino que se va construyendo con situaciones minimalistas que no pretenden provocar la risa ni emocionar. Los personajes son tan austeros, introspectivos, esconden tan bien sus metas, que cuando suceden situaciones humorísticas, Galardi no las fuerza. Simplemente deja que fluyan solas. No apoya las escenas con música incidental ni efectos extra cinematográficos hasta pasada la hora de película, y cuando por fin, mete una canción el efecto que logra es completamente natural: coherente, apropiado, justificado.

En Amorosa Soledad me quejaba que el último plano terminaba por derrumbar los pequeños logros que la obra tenía. En cambio, acá, Galardi utiliza exactamente el mismo efecto (¿una marca autoral?) pero termina siendo hermoso.

Más allá de aprovechar la geografía, el clima, el frío patagónico de manera narrativa, la fotografía de Julián Álvarez es uno de los puntos más fuertes.

Los planos son largos, pero tienen movimiento interno, lo que demuestra una puesta en escena meticulosamente planeada.

Cerro Bayo es una de esa extrañas películas, que son tan chicas e intimistas, que mientras la estás viendo no entendés lo grande que son para la cinematografía nacional.

No solamente vale la pena destacar el soberbio elenco, sino lo bien que cada intérprete está aprovechado en su rol. Lo que demuestra un profundo conocimiento de la directora de las características de los actores y hasta donde pueden dar.

Tras un día, en el cuál vi dos pobres exponentes del cine de entretenimiento estadounidense, que van disminuyendo en calidad a medida que reflexiono sobre ellos, Cerro Bayo, crece y crece.

Para concluir, así como los protagonistas logran disfrazar sus codiciosos propósitos con simpatía, inocencia, sonrisas y capas de ropa para el frío, Galardi, disfraza un típico grotesco familiar argentino, con la sutileza y austeridad que se puede encontrar en el lenguaje del cine argentino de la última generación (acaso lo mejor de esta generación). Esta renovación se agradece con creces y da muchas esperanzas sobre el porvenir del cine nacional.

Información: Cerro Bayo también tiene un propósito solidario: por cada entrada vendida, $3.50 irán a un fondo para reconstruir Villa La Angostura de las consecuencias de las cenizas volcánicas. Una iniciativa original y ejemplar.

 

[email protected] 

Alentadora obra del cine nacional.

Cuando una película no tiene más pretensiones a las que puede aspirar y posee una idea sólida y concreta, siendo que su fin es relatar una historia de manera prolija y cinematográfica, queda en claro que en Argentina se pueden producir films de muy buen nivel. Este es el caso de Cerro Bayo, la nueva obra de Victoria Galardi.

El film, que transcurre en la localidad patagónica de Villa La Angostura, nos presenta a la conflictiva familia de Marta (Adriana Barraza), una mujer totalmente solidaria que deberá enfrentar la situación de que su madre quede en coma tras un intento de suicidio; a su alrededor estarán su marido Eduardo (Guillermo Arengo), sus hijos Inés (Inés Efron) y Lucas (Nahuel Pérez Biscayart), y su hermana Mercedes (Verónica Llinás), los cuales piensan más en sus egos personales y propias necesidades antes de enfrentar la circunstancia que los incumbe.

Como había hecho Lucrecia Martel con La Ciénaga, Cerro Bayo abarca mayoritariamente el tema de la familia; muestra la tragedia y lo siniestro del interior de cada personaje, pero también se da un espacio para pequeños toques de esperanza, que serán los que cumplan la función de mantener el equilibrio entre el drama y la comedia. Otro argumento importante de la historia es la vida en el pueblo, y todo lo que eso implica, desde el sentido de pertenencia del lugar hasta el deseo de fuga y el buscar otro destino en una gran ciudad.

Lo que más se resalta del film de Galardi es la dirección de actores y las interpretaciones en sí: cada personaje esta muy bien logrado, resulta creíble dentro del contexto en el que habita y por sobre todas las cosas hay que decir que todos ellos dan la sensación de realidad, de ser individuos comunes que confrontan relaciones completamente verosímiles.

A comparación de Amorosa Soledad (película anterior de la realizadora), dónde apenas se reflejaba una comedia ligera que terminaba resultando agradable; en Cerro Bayo se puede deslumbrar un cine mucho más maduro. Los tiempos del relato están correctamente establecidos a lo que pide la obra, que da la sensación de tener un tinte más europeo, entre su composición de planos largos e imágenes pausadas. El film de Galardi es más de situaciones que de acciones, pero cada una de ellas está tan bien desarrollada que no deja huecos en un hilo narrativo que por momentos resulta impecable.

Otro punto a favor de la película es la solemne fotografía de Julián Ledesma, que entre pictóricos planos generales de la bella Patagonia hace del encadenamiento de imágenes un mundo fílmico innegable; todo esta bien manejado como son los climas del film que mantienen constantemente los acontecimientos dramáticos, que ayudados por la música, la cual esta compuesta de silencios en gran parte de la obra, provocará cuando surgen las primeras melodías un justificado golpe de efecto en la narración.

Cerro Bayo deviene en un film muy bien desarrollado en la mayoría de sus aspectos, que a través de la gran madurez que demuestra Galardi en la realización, deja un saldo alentador respecto a lo que se puede crear en el universo del cine nacional.

Por Tomás Maito

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