Cinco Días sin Nora (Mexico, 2008)
Guión y Dirección: Mariana Chenillo Producción: Mariana Chenillo & Laura Imperiale Elenco: Fernando Luján, Enrique Arraeda, Ari Brickman, Juan Carlos Colombo, Marina de Tavira, Max Kerlow Distribuidora: Primer Plano Duración: 92 minutos
Los cadáveres y los funerales pueden ser motivo de risa. No es novedad. Los Monty Python han sabido nutrirle humor a un funeral y el cine estadounidense más banal también. Desde Fin de Semana de Locos (1989, y su secuela en 1993) hasta el reciente éxito Muerto en un Funeral, se ha sabido aprovechar de los cadáveres, para crear gags, y a veces para generar reflexiones sobre la vida, y sobretodo, los vivos; así mismo de tratar de responder cuestiones filosóficas, existenciales y/o religiosas como la demostró también, la recientemente estrenada, Final de Partida.
Ganadora en el rubro “Mejor Película” de la Competencia Oficial Internacional del último “Festival de Cine de Mar del Plata”, Cinco Días sin Nora, sorprende por las diferentes capas que la joven directora y guionista, Mariana Chenillo explora, dentro de lo que aparenta ser, una banal comedia de enredos.
José llega a la casa de su ex mujer, Nora, para traerle comida, y la encuentra muerta. Dicha circunstancia lo apena, pero a la vez trata de solucionar el “problema”, lo antes posible. Llama a su hijo para que ayude a organizar el entierro. Sin embargo, Moises, quiere seguir con las tradiciones de la religión judía, de la que Nora se había vuelto muy practicante en los últimos años, y cumplir los últimos designios de su madre. José, que es abiertamente ateo, acepta, sin demasiada gana. El problema surgirá cuando tiene que enfrentar dos inconvenientes: primero, no la puede enterrar en el día, porque es Pesaj (Pascuas judías) y después viene el sábado, por tanto el cementerio está cerrado y deben esperar 5 días , y segundo, como Nora se suicidó, los cementerios se niegan a enterrarla porque se considera “pecado” al suicidio. José intentará acudir a un servicio católico, por lo cual, se enfrentará a la familia y amigos. Como si fuera poco descubre, secretos de Nora, que desconocía.
Con mucho ingenio, Chinillo crea un micromundo de personajes originales e identificables, divertidos, amenos, costumbristas, pero sin caer en un humor burdo, satírico u ofensivo. Todo lo contrario, ofrece una pintura de costumbres y tradiciones que se oponen, crítica los extremos, pero nunca les falta el respeto, por lo que la película se puede decir que es “políticamente correcta”. Los gags son creíbles siempre. Además el retrato familiar es preciso en detalles, por ejemplo, como encarar a los nietos.
Más que nada, la directora, en su ópera prima da pie para reflexionar, acerca del pasado, del presente, de los recuerdos y viejos amores, del tiempo y la falta de oportunidades para reincidirse, pedir perdón, pero nunca cayendo en lo obvio o lo reiterativo, ni lo redundante. Y sobretodo, sin intención de caer en momentos cursis o de emoción fácil. Como si fueran un pequeño viaje por el alma de José, por los ánimos, por la forma de entender el cambio que significa este momento de su vida, o de la vida de cualquiera, cuando se da cuenta, que no va a tener a “esa” persona para el resto de su vida.
Chenillo acierta en aplicar un tono denso, cuotas exactas de humor negro, y situaciones que bordean el ridículo, con una ironía amable, nunca mal intencionada.
Si bien, los momentos más delirantes del comienzo, derivan en reflexiones más profundas y dramáticas del protagonista, y la película decae un poco en ritmo, se puede decir, a favor, que la directora aprovecha un elenco soberbio, especialmente, el protagonista, Fernando Luján, en quien se posa, y del que solo alcanzan una pocas miradas gachas y oraciones pausadas para entender el dolor que siente por dentro y que no se anima a mostrar. El resto del elenco se destaca tanto en la comedia, como en los momentos más sentimentales.
A pesar de ser una comedia con pretensiones populares, Cinco Días sin Nora, da lugar a discusiones acerca de los valores familiares, la separaciones, y los amores frustrados en la tercera edad. Si bien no alcanza, (ni tampoco pretende) encontrar un nivel de solemnidad y reflexión existencialista acerca de la vida y la muerte, como lo haría Bergman, Chenillo se acerca cinematográficamente, al cine del argentino Daniel Burman, e inclusive visual y narrativamente comparte puntos en común con Esperando al Mesías.
Con una puesta de cámara muy prolija, meticulosos planos fijos, fotografía oscura, con excelente combinación de colores, que dan un tono de zepia melancólico, como si fuera el amanecer triste tras el fallecimiento de un ser querido, y un montaje más lento que los cánones estadounidenses; Chenillo, se suma a una nueva generación de cineastas mexicanos como Carlos Reygadas, Amat Escalante o Fernando Eimbecke, quienes a diferencia, de los comercializados, publicitarios y videocliperos, Iñarritú, Del Toro o Cuarón, se nutren más del cine ruso, tomando como principal referencia, al maestro Tarkovski, que modelos más contemporáneos y fantásticos, como lo hace el segundo grupo citado.
Es que a veces, detrás de las pequeñas historias familiares (Chenillo admite que se trata de una anécdota autobiográfica), se oculta la inspiración para crear un guión creíble, fresco, divertido, amargo, ameno, reflexivo, y que sumado a una intuición plástico / estética, cinéfila, que no se deja influir por modas kitsch o los trucos de los programas de post producción, termina dando por resultado una más que agradable, agridulce y original obra, de la cual se puede aprender mucho, cinematográficamente hablando.
Es cierto, que quizás, a comparación de otras películas, incluidas dentro de la Competencia Oficial del “Festival de Mar del Plata”, como las comedias negras y dramáticas, A Room and a Half de Andrey Khrzhanovsky, o Life During Wartime, del siempre polémico y cínico, Todd Solondsz (ambas comparten puntos en común con Cinco Días… pero son más extremas y “jugadas” en el tratamiento narrativo y visual, y más críticas en lo que respecta a los valores familiares, sociales y religiosos) o la argentina, Vikingo de José Campusano, Cinco Días sin Nora, está (a gusto personal) unos escalones más abajo.
Sin embargo, es inobjetable el talento que reposa en la joven directora, y que al tratar de hacer una película, que combina de una forma tan equilibrada, cine de autor, la comedia, el drama, el costumbrismo y las tradiciones, con ciertos tópicos del cine popular, dejando incluso, pie a la reflexión, los premio y reconocimientos, terminan siendo completamente merecidos.
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5 Días sin Nora, llega desde México a las carteleras locales con varios pergaminos encima, entre ellos el premio mayor de la última edición del Festival Internacional de cine de Mar Del Plata, y en verdad cumple con las expectativas. Mariana Chenillo, directora y guionista, narra una comedía sentimental basada en un episodio tan trágico como lo es el suicidio. Sin grandes pretensiones técnicas relata a la perfección aquellas vicisitudes que atraviesan los humanos insertos en nuestra cultura, cuando se encuentran ante tan dramático acontecimiento.
Nora es una mujer que después de 14 intentos lo logra, pero este acto no fue producto de un impulso melancólico, sino que lo ha diagramado a la perfección para que todo su entorno se vea afectado de manera particular ante tan terrible decisión. El que se encuentra con el cuerpo es su ex marido, José, a quién ella seguía amando casi obsesivamente y él irritándose con ella debido a sus manipulaciones. El hijo de la pareja, se encontraba de vacaciones y la muerte se produce en plena festividades judías, con lo cual el entierro, no se podrá realizar hasta dentro de cinco días.
El punto crítico es: el que se tiene que hacer cargo de toda la cuestión, es su ex-marido, a quién Nora le resultaba insoportable, de origen judío pero ateo confeso y renegador de toda tradición religiosa, José no tiene muchos pelos en la lengua y por momentos se muestra muy provocador. Lo que quiere es sacarse todo este asunto de encima lo antes posible, no obstante a este negador nato, durante estos cinco días, no le va a quedar otra que reencontrarse con su pasado y abrir los ojos.
A medida que transcurre el film, uno no sólo se va encontrar con las repeticiones suicidas de Nora, sino se irán desplegando las Neurosis de cada uno de los sobrevivientes, mientras que a su vez se denuncian los rituales religiosos de la cultura judeo-cristiana en una sociedad como la mexicana, que juega con la muerte y el dolor, para hacer valer intereses personales, de poder, y también el negocio que de ello deviene.
Chenillo se vale de diálogos brillantes, excelentes representaciones de los rasgos que caracterizan a los personajes principales, planos que enfatizan gestos, miradas y también el mobiliario, aquellos objetos que en la cotidianeidad de la vida pasan desapercibido pero que ante una situación de duelo, cobran alto valor ya que representan la presencia de la persona ausente.
Otros detalles interesantes son los continuos flashbacks, que funcionan como un relato no sólo de la historia en común que tuvieron Nora y José, sino también es una crónica muy interesante de la vida amorosa en sí misma, cómo aquello que en un primer momento enamora luego termina siendo lo más odiado.
Se trata de una comedia negra muy inteligente que desdramatiza eso que nos perturba tanto como lo es la muerte, pero también interroga los rituales que hacemos para elaborar dicha cuestión, tal como lo hicieron nuestra Esperando la Carroza y la inglesa Muerte en un Funeral, entre otras.
Por Emiliano Roman