Subsidios que matan
Ana (Sofía Bertolotto) tiene un romance con el marido de su mejor amiga Dolo (Coral Gabaglio). Desde los banners del inicio escuchamos un mensaje de reclamo que le deja al hombre, lo que denota también cierta culpa que siente por esta relación. Su día continúa en una suerte de voragine, aunque la verdadera odisea comienza al final de la jornada: abandonada por su marido, Dolo la espera para pedirle asilo mientras hace buenas migas con un vecino desagradable. El vecino, un metalero horrible e inmundo, intenta abusar de Dolo, por lo que interviene Ana y… arranca una de los Coen en versión paco.
El setup de articular a los personajes con la narración es bien torpe y rústico, propio de un capítulo de tira diaria. Los tres personajes principales (al dúo de Ana y Dolo se suma Roxy, una joven interpretada por Azul Fernández) encarnan estereotipos bien marcados, pero el mayor problema está en un guión que no da en el blanco ni en su estructura ni en sus intentos de gags, porque ni siquiera las interpretes parecen encontrar el tono para sus textos y acciones.
Superar la pobreza en la producción no es fácil para ningún film de bajo presupuesto, pero más alarmante que eso es la inventiva mediocre de lo que pretende ser una noche infernal en la vida de estas mujeres. La comedia en cuanto género aparece borrosa en Atrevidas, casi como un destello difuminado. Es muy complicado ignorar una línea como “¿Acá solicitaron un policía?” dicha por… un policía que llega a pie tras un llamado al 911. Otro de los momentos inverosímiles (e impresentables) es el intento de suicidio de un personaje que amenaza con tirarse desde una terraza cuya altura es la de un segundo piso; situación desarrollada ante la mirada de una multitud poco dispuesta a ponerse debajo del hombre y atajarlo. Para terminar de materializar el nivel de producción hay que prestar atención a la utilería de la seccional policial: una caja de pizza, un handy, una mesa de hierro, una persiana americana y muchos otros objetos; ninguno de ellos propio del espacio que se pretende ilustrar. Sabemos que el cine es la construcción de una mentira pero aquí no hay construcción, todo es una mentira bien transparente.
Hace pocos días la misma productora de Atrevidas (MR Films) estrenaba Diez menos, otra comedia que también resulta fallida en todos los aspectos ya mencionados. Siendo benévolos, resulta llamativo que se estrenen dos películas de una misma productora en dos semanas consecutivas, y que su lugar de exhibición sea exclusivamente el cine Gaumont. Mónica Roza figura en los créditos como productora de ambos films y de otros tantos que, lejos de estrenarse, van a perecer en dicho espacio. Muy simple es unir los puntos de este accionar, propio de la dinámica parasitaria del INCAA en la que se mueven productores/abogados/titulares de casa de alquiler de equipos cuyo único fin es el estreno a toda costa, tan solo para cobrar un subsidio y mantener su aparato succionador de fondos, los cuales deberían estar destinados a hacer películas en serio y no despropósitos que ya tienen una fétida “marca de autor”.
Al menos deberían tener la sutileza de no estrenar las películas casi sin solución de continuidad. Si nos toman por estúpidos con sus producciones desastrosas, que no nos refrieguen en la cara su modus operandi para obtener dinero de una forma inmoral, utilizando la nobleza de los recursos cinematográficos.
© José Tripodero, 2018 | @jtripodero
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.