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CRÍTICAS - SERIES

Falcon y el Soldado del Invierno (The Falcon and the Winter Soldier)

PETRIFICACIÓN, PROPAGANDA Y SIMBOLISMO

Creada por Malcolm Spellman y a cargo de la directora Kari Skogland, Falcon y el Soldado del Invierno comienza al cumplirse seis meses de que Steve Rogers le heredara su escudo a Sam Wilson (Anthony Mackie) y desde entonces este realiza operativos militares sin llevarlo en lo absoluto. Sencillamente, Wilson considera que Rogers es el único portador digno de toda la carga simbólica que representaría al Capitán América y dona el emblema de su amigo al Gobierno para ser utilizado como pieza de museo.

Sin embargo, y muy pronto, los políticos pondrán en máxima obra a su Consejo de Repatriación Global (GRC, su sigla original) en la administración de recursos para refugiados que fueron dados por muertos durante los cinco años que permanecieron activos los efectos del chasquido de Thanos. Con el emerger de un nuevo grupo de Super Soldados autoproclamados como “Flag Smashers” (Aplasta-Banderas), encuentran la excusa perfecta para incorporar al condecorado John Walker (Wyatt Russell) en el uniforme de las barras y las estrellas, lo cual despertará la indignación del otro testigo del momento en el que Rogers dejó de ser el Capitán: Bucky Barnes (Sebastian Stan), su amigo de la infancia, quien carga con el peso de haber sido el Soldado del Invierno mediante una distendida manipulación mental y contempla un paulatino proceso en el que es perdonado por su Nación. Así, con todos los matices del caso, Sam y Bucky se alían como una tercera posición ante esta supuesta confrontación entre Gobierno y terrorismo.

Con la intención que tuvo Sam de petrificar al escudo de manera museificada, deviene el entrelazamiento de dos elementos aplicados en la trilogía del Capitán América, como lo son la propaganda y el simbolismo. Por supuesto que los valores que hay entre ambos son divergentes, pero tanto en las películas como en esta serie se aprecia una primera mitad en la que son fáciles de ser tomados por sinónimos y una segunda en la que se expresará cómo no lo son. 

No es menor destacar la labor del director Joe Johnston en El Primer Vengador. Ahí no solo tenemos a alguien que pasa de ser un títere panfletario -con el que se venden bonos y se compran armas- a formarse eventualmente como un auténtico héroe de guerra, sino que esto se sostiene con una puesta en escena, en la que acompañamos al protagonista al comienzo como espectador de esa propaganda en una sala de cine, hacia la mitad como la figura estelar de ese mismo material y al final como el salvador de una verdadera catástrofe. Johnston ya había obrado de manera similar en Rocketeer. El protagonista (encarnado por Bill Campbell) iba al cine con su novia (Jennifer Connelly) y este renegaba por los mensajes inculcados en las propagandas nazis. Paradójicamente, cerca del final, a él lo instruye Howard Hughes sobre los intereses del nazismo con un material fílmico que funciona como la contrapartida de esa propaganda –pero que es propaganda también, en definitiva-. En cambio, su novia, quien sostiene que el cine es simbólico en oposición al absolutismo de lo verosímil, descubre que su actor predilecto (Timothy Dalton) es partidario de Hitler, no sin antes notar que solo se dirige hacia ella imitando alegóricamente los diálogos de sus películas.

En el caso de Falcon y el Soldado del Invierno, a lo largo de los primeros cuatro episodios, el Gobierno de los Estados Unidos plantea que el Capitán América es un símbolo que debe mantenerse activo; sin aclarar lo obvio: siempre y cuando esté al servicio total de los intereses de sus gobernantes. Dichos intereses constan, primariamente, en mantener a la población mundial contenida en sus respectivos límites nacionales, en un planeta en el que la mitad de sus habitantes reapareció de la nada y se les promete públicamente un reacomodamiento óptimo. Por su parte, los “Flag Smashers”, aseguran que el mundo sin fronteras antes de las reapariciones (o “Blip”, como se lo denominó en Spider-Man – Lejos de casa) era mejor y que las garantías de los estadounidenses son insostenibles.

Sam y Bucky buscan los medios necesarios para razonar con Karli Morgenthau (Erin Kellyman), la joven líder de los nuevos Super Soldados, y así evitar que se prolonguen daños colaterales hacia civiles. Con John Walker, el nuevo Capitán América, prefieren mantener toda la distancia que sea posible ya que entienden que es la parodia de su amigo y solo está para cumplir con las órdenes del GRC. Prefieren la ayuda de un viejo enemigo, como lo es Helmut Zemo (Daniel Brühl), y la de Sharon Carter (Emily VanCamp), su antigua y sigilosa aliada, venida a menos con su patria y a la vez con mucho poder adquisitivo.

Es un spoiler para la serie en cuestión, pero cualquiera que tenga una mera noción sobre los personajes de los cómics de Marvel sabe que la finalidad de esta fábula es mostrarnos la transformación de Sam Wilson en el paso de Falcon a Capitán América. Sam cede su obsequio porque no quiere imitar a algo que considera perfecto. El mismo sistema al que beneficia con ese gesto entiende que todo ser es sustituible y encontrará un reemplazo en la primera oportunidad. El siguiente paso para el héroe es el de recuperar ese dispositivo que había donado porque comprende que si no le pertenece a nadie es propenso a caer en manos impertinentes.

Tal dispositivo, el escudo, vuelve al poder de Sam sin ser una meta específica, pero sí con una solución de continuidad rigurosa. Lo (re) conquista en el quinto episodio, cuando el material reunido de lo antecedido empieza a ser arrojado en las últimas dos horas de duración. El escudo regresa a su casa, con la sangre derramada de un tipo de víctima a la que él se anticipaba por proteger y habiendo perdido sus alas. En este regreso, Sam se reencuentra con su otra herencia, el barco de su padre. 

El relato, así, se tienta con la cómoda solución de socorrer al protagonista con los vecinos y conocidos que le devuelven los favores realizados por sus padres, a través de un crowdfunding analógico. No obstante, es con la visita de Bucky -quien lo provee de un nuevo par de alas- que la nave recibe los ajustes esenciales para operar nuevamente. Completada esta tarea doméstica, y con la conversación que tiene con Sam mientras practica lanzamientos con su escudo, Bucky decide cómo ejecutara su lista de favores para las familias a las que perjudicó cuando era sometido como el Soldado del Invierno de Hydra. Lista que redactó en la libreta que fuera de Steve Rogers, por lo que también es su único nexo material con un amigo que ya no está presente. De esta manera, dos marginados ajustan las cuentas con sus respectivas tradiciones para dar un paso al frente como socios definitivos en un clímax extraordinario.

A todo esto, el proceder del ingrediente propagandístico no termina de fijar su rumbo para y con sus protagonistas. Sí se resuelve… mediante una charla frente a cámaras de noticiero. Señalando que las cosas se hicieron mal por tal y cual motivo. Siendo completamente verbal y anulando las acciones –tanto físicas como las que pueden resultar de los mismos diálogos-, y el punto de vista de los personajes, y su operar con respecto a esa propaganda, se desdibujan casi por completo. 

Así como señalamos que en largometrajes anteriores se establecieron conversiones mediante simetrías ligadas a los protagonistas principales, en esta ocasión es casi nulo. Un poco a la manera de Paul Verhoeven, nos presentan al inicio del tercer episodio, directamente a los espectadores, una propaganda -más que publicidad- de la imagen corporativa de GRC, pero, a diferencia de películas como Robocop y Starship Troopers, el momento de rebeldía y revelación de Walker, cuando es despojado de su título como Capitán en el penúltimo episodio, mantiene poca continuidad con respecto al proceder y lo contraproducente del Consejo. Como consecuencia, cada acción polémica gestionada por su rival –Karli-, pese a que se comprenda su causa, termina por sentirse como caprichos de una niña con super fuerza. Se entiende que está la intención de cerrar el arco de Karli con el muy efectivo giro argumental del final que implica a un personaje cercano, pero el atascamiento de querer darle un mensaje al mundo por la tele atenta contra recursos sutiles -como los que hemos indicado más arriba-, aunque sin llegar a masacrarlos.

No pasa con la escena de rescate del final, con el camión blindado suspendido en el aire, en la que la tríada Sam-Bucky-Walker reluce su reafirmación heroica. Y aun así la expresión cuenta con una voluntad simbólica que no termina de condensarse porque, en el fervor de humanizar a Karli y sus motivos, se omite por especulación el contraste con las falencias entre los postulados de Estados Unidos y los de estos -fácilmente llamados- terroristas. Karli incluso asume que todo tiempo anterior al vivido fue más sencillo a la hora de elegir bandos, como si en la Segunda Guerra Mundial no hubiera existido el espionaje -recordemos al personaje de Kruger, interpretado por Richard Armitage, en El Primer Vengador-, ni mujeres capaces de salvar el día -recordemos que Peggy Carter es la única que logra herir a Kruger y no llega a matarlo por culpa de Steve Rogers-. Lograron que entendiéramos su causa, como hicieron con las de muchos de los últimos villanos del Universo Cinematográfico de Marvel y, al no redimir algunos de los aspectos que señalamos, la convirtieron en una causista cuya muerte pierde todo peso simbólico y su única salida es por la vía moralista.

La composición poética de sus dos protagonistas es superior a aquello. Como lo son también los lujos que se dieron al acercar más a sus personajes de la pantalla grande a sus raíces de los cómics. El ejemplo absoluto de esto es Zemo. Le añadieron sus dosis de humor, cuestiones formales propias de su referente de las páginas coloridas, pero no deja de ser el mismo que apadrinó fríamente la disolución de los Avengers en Civil War y el causante colateral de que Thanos triunfara en Infinity War. 

Al igual que WandaVision, el gran premio de Falcon y el Soldado del Invierno está en su dupla protagónica. Que hayan sembrado futuros caminos para nuevos personajes es la contingencia de pertenecer a un universo compartido. Tenemos dos personajes que tuvieron su primera ocasión para fortalecerse como principales con arcos enteramente propios y lo consiguieron. En lo que es menor por apariencia está su fortaleza. No hace mal olvidarse del gigantismo de vez en cuando, aun si seguimos gozando de muchas de sus secuencias de acción. 

calificacion_4

 

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Estados Unidos, 2021)

Creador: Malcolm Spellman. Dirección: Kari Skogland. Elenco: Anthony Mackie, Sebastian Stan, Wyatt Russell, Erin Kellyman, Danny Ramirez, Georges St-Pierre, Adepero Oduye, Don Cheadle, Daniel Brühl, Emily VanCamp, Florence Kasumba, Julia Louis-Dreyfus. Producción: Ariella Blejer, Dawn Kamoche. 

2 comentarios en “Falcon y el Soldado del Invierno (The Falcon and the Winter Soldier)”

  1. Como usuario, este artículo me parece interesante porque revela los temas de la petrificación, la propaganda y el simbolismo en la serie El Halcón y el Soldado de Invierno. Es muy fascinante cómo Sam Wilson lucha con sus propias dudas sobre si debe llevar el escudo del Capitán América y cómo el gobierno utiliza este símbolo para sus propios fines. Añade profundidad y complejidad a la historia.

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