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CRÍTICAS

Despertar de Primavera

 

 

Despertar de Primavera

Dirección: Ariel Del Mastro. Autoría: Steven Sater y Duncan Sheik. Adaptación: Cris Morena. Elenco: Fernando Dente, Florencia Otero, Fernando Salles, Tony Lestingui, Irene Almus, Guido Balzaretti, Eliseo Barrionuevo, entre otros. Prensa: Anita Tomaselli.

 

“Madre que me has gestado; madre que me no me has enseñado la forma de manejar lo que me hace tan mal”. Esa son las primeras palabras que se escuchan en Despertar de Primavera. Son cantadas por Wendla, una adolescente de 14 años que le pide a su mamá que le cuente realmente cómo se traen los chicos al mundo. La estrofa citada introduce a una historia que, además de la rebelión hormonal, el descubrimiento del cuerpo, la iniciación en el sexo, la rigidez alemana a fines del siglo XIX y la rebeldía ante las normas impuestas, habla sobre la mala educación. Lo que los padres callaban en esos años con tal de no hablar de temas “tabúes”, y los errores letales que sus hijos cometieron en el futuro por esa negligencia.

 

El gran protagonista del musical es Melchior, sostenido con grandeza por Fernando Dente, la figura  más importante de su generación que el género dio en los últimos años. A diferencia de los demás personajes de la obra, el suyo es más intelectual, se cultiva con textos audaces para ese momento y es el único que entiende, desacraliza y habla de la práctica amatoria sin tapujos. Es muy buena  la manera en que se cuenta la relación con su amigo Mortiz, quien, al contrario, reprime todas las sensaciones que le produce mirar el cuerpo de mujeres. Los diálogos entre ellos son graciosos pero, en el fondo, son trágicos.

 

La pieza está basada en una obra alemana de hace más de cien años, mucho más dura que la del presente. Sin la liviandad que proporciona la magia de la música, los temas más fuertes que se tratan, como el suicidio, la muerte temprana y el aborto, eran teatralizados de forma “gráfica”, según se sabe. Hoy, en 2010, hay una mezcla de estilos fusionados en Despertar de Primavera que hace ruido. Tiene algo de ópera rock, pero los textos llevan un ritmo clásico, como si fuesen de Shakespeare.u otro autor del mismo estilo. La audacia de algunas escenas, como la del cierre del primer acto, son chocantes, pero en otros momentos esa trasgresión se limita a romper “la cuarta pared”, cuando dos swings salen del escenario y empiezan a saltar con rabia por los pasillos. Recurso poco original y, en este caso, fallido. Es que el clima que se crea durante las dos horas de duración no es festivo, como el de Hairspray, donde la audiencia se paraba a bailar. En este caso, hay una sensación de depresión omnipresente y hasta reflexiva, donde esos clichés quedan fuera de lugar.

 

La escenografía es simple, pero abarcadora. Unos pupitres para los momentos escolares y una imagen con un árbol para el “afuera” del colegio, sirven con mucha eficacia para situar a la audiencia. Asimismo, los músicos están en escena, no debajo, y actúan juntos a los intérpretes principales añadiendo serenidad o locura a cada momento.

 

El reparto es talentoso. Dente, probado cantante, se sumerge en el papel más oscuro que le tocó encarnar, con momentos en lo que podría haber caído con facilidad en la sobreactuación, pero los sufre con total credibilidad. Florencia Otero vuelve a mostrar su potencial, pero esta vez se encuentra minimizada en un rol secundario, pero que repercute con fuerza en algunas ocasiones, como la canción que da inicio a la obra. Se destaca con creces Federico Salles, con un physique du rol exacto para el alterado Moritz.

 

El trabajo que logró Ariel Del Mastro, quien hace algunos años nos trajo una versión exquisita de Cabaret, es bueno. Está bien orquestada y dirigida por el, junto a la excelente coreografía de Gustavo Carrizo.

 

Igualmente, todos los premios que recibieron las diferentes adaptaciones de esta creación no se justifican, al menos, en la versión argentina. Los ingredientes mencionados, algunos acertados y otros fallidos, dejan en claro muchas cuestiones más. Entre ellas, una muy importante: esta tragedia en tono musical, por su contenido sexual e instantes de desnudez, no es apta para todo público, aspecto que parecen desoir algunos padres que llevan chicos de menos diez años. No es la culpa de ellos, en parte, sino debido a la promoción del show, que lo vende como uno de Casi Ángeles.

 

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