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CRÍTICAS - CINE

El Artista (The Artist), según Matías Orta

“Las películas mudas son la forma más pura del cine”. Esta frase le pertenece al gran Alfred Hitchcock, cineasta que comenzó su carrera en el período mudo, y con la llegada del sonido, debió amoldarse a las nuevas tecnologías. Lo logró, pero muchos otros artistas tuvieron serios problemas para adaptarse a esta nueva manera de hacer películas. Y de eso se trata la multipremiada El Artista.


1927. George Valentin (Jean Dujardin) es la estrella de la pantalla grande. Sus actuaciones cautivan a los fanáticos, que llenan los cines y se agolpan para conocerlo personalmente. Fama, dinero, talento, esposa, la confianza de los productores, nada parece faltarle. Pero la llegada del cine sonoro cambia la industria. Los actores deben aprender a hablar delante de cámara. Pero George se niega, y de a poco empieza a perderlo todo: mujer, trabajo, riqueza, reconocimiento… y si le sumamos el inicio de la Gran Depresión, producto del crack de 1929… Sólo le queda su perrito, co-protagonista en varias de sus aventuras cinematográficas. Pero no todos lo olvidan: Peppy Miller (Bérénice Béjo), una audaz bailarina que comenzó su carrera en el período mudo y se consagra como figura en el sonoro, recuerda los valiosos consejos que Mr. Valentin le dio en su momento y hará lo imposible por rescatarlo del olvido.


El director Michel Hazanavicius se propuso capturar la esencia de aquella época y logró una obra vibrante, fresca, maravillosa, a veces alegre, a veces trágica. Para conseguir un mayor grado de fidelidad, la filmó igual que una película hecha durante ese momento: en blanco y negro, muda, con intertítulos. Una jugada riesgosa en estos tiempos de 3D y otros chiches audiovisuales. No es el primer caso en el que se recurre a una idea similar: Tim Burton en Ed Wood también la hizo en blanco y negro, aunque no llegó tan lejos (además, la acción de ese film transcurre en los ’50). Además, el director se atreve a una genial secuencia onírica en la que George escucha el sondo de cada cosa, incluyéndolos ladridos de su perro.


A través de la historia de los protagonistas, somos testigos de cómo operaban los estudios de Hollywood a fines de los ’20 y comienzos de los ’30, cómo se rodaban las películas; el funcionamiento del star-system, en el que cada empresa contrataba a sus propios artistas; las proyecciones, la publicidad; el éxito, el fracaso. Si bien la historia no está basada en hechos reales, el público más cinéfilo podrá advertir las inspiraciones. George Valentin, por ejemplo, remite a Rodolfo Valentino, la gran estrella masculina de la época, que también solía protagonizar películas de aventura y romance.


Jean Dujardin se ganó el Paraíso con su papel de George. Enseguida se gana nuestros corazones, y es inevitable sufrir cuando la suerte le da la espalda. Un número puesto para el Oscar como Mejor Actor, premio al que también aspira seriamente George Clooney por Los Descendientes. Por su parte, la nacida en Argentina Bérénice Béjo también es pura simpatía y chispa, pero también una persona que sufre por quien supo ser su ídolo y mentor. Puede ganar la estatuilla, si es que la Academia no decide premiar a Octavia Spencer, de Historias Cruzadas. El elenco secundario incluye a actores norteamericanos con una trayectoria importante: John Goodman, perfecto como el prototípico productor hollywoodense (no le faltan los habanos); Penélope Anne Miller es la aburrida esposa de George, y el interminable James Cromwell hace del chofer del astro, leal hasta en las malas. Por ahí aparece Malcolm “de joven salía a hacer quilombo” McDowell, aconsejando a Peppy. Y no nos olvidemos del mencionado perrito, que con su gracia y ternura se roba cada una de sus partes.


La película se relaciona con la recientemente estrenada La Invención de Hugo Cabret. Si bien la de Martin Scorsese sigue siendo superior, ambas películas se complementen perfectamente. Además de contar una buena historia, también sirven para entender cómo fueron las primeras décadas del séptimo arte. En este sentido, La Invención… resulta un poco más accesible para el público no cinéfilo, ya que posiblemente no todo el mundo esté dispuesto a acercarse a un largometraje mudo, y en blanco y negro, sin 3D… Pero los premios que vienen ganando y las 10 merecidas nominaciones al Oscar y la posibilidad de que gane en los rubros más importantes, todo eso le da una chapa importante a la obra de Hazanavicius.


Cómica, romántica, dramática, nunca aburrida. El Artista es encanto, es pasión, es Cine.



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