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FESTIVALES

El Cine Independiente Vive en Cosquín Parte 2

 

Mientras que en Buenos Aires llueve, el Sol vuelve a salir en Cosquín. Para que los que nunca tuvieron la posibilidad de visitar el pueblo que se enorgullece (y con razón) de ser la Capital del Folclore, Cosquín está rodeado de Sierras. No hay edificio que las puedan tapar. Uno mira por la ventana de su habitación y ve cierras. Respira aire puro, algo que me había olvidado de hacer en Capital Federal hace mucho. El microclima de Córdoba (no es exclusivo de Merlo) permite que los pulmones se abran. Estando todo cerca, es imposible llegar tarde a las funciones. Aun estando al otro extremo del pueblo, uno puede disfrutar de una grata caminata y llegar a tiempo a cualquier función matutina. El frío es seco, no corre viento… Se trata de una frío disfrutable.

Tras un desayuno energizante, llegamos los miembros de la prensa a la función de las 11 AM del Cine Holiday.

A Quién Llamarías (Martín Viaggi, Argentina, 2010)

Viendo películas tan “encriptadas” como A Quien Llamarías, me pregunto si los argentinos filmamos por necesidad de contar historias, o transmitir una necesidad artística o simplemente hacer catarsis. Viendo películas como A Quien Llamarías se me ocurre que no es tan dificil conseguir financiación para filmar, ganar concursos de guiones, realizar un film.

Nuevamente como tantas otras veces en el cine argentino, tenemos un protagonista con pocas ideas, que vagabundea de acá para allá con la única incertidumbre por conocer si alguien lo ama. Si alguna mujer lo ama. Pero acá no estamos ante un reflexivo film existencialista escrito por Fassbinder, sino ante un banal relato de un desempleado, que vive como un playboy de Palermo y rebota de su ex mujer a su ex novia para conocer a “su amor ideal” y en el medio resolver los “conflictos” familiares, que están expuestos de forma tan superficial, que no logran conmover. Una desinspirada puesta en escena, flojas interpretaciones, situaciones de guión incoherentes, un narración que no avanza. Viaggi quiso construir el micromundo de un hombre con crisis interna, pero lo desnuda tanto, lo expone de forma tan vulgar, lo discursivo alcanza tanto protagonismo que queda poco lugar para la reflexión del espectador, y más que un drama intimista se convierte en la ridiculización de un personaje patético. Una burla inintencionada. Bajo otras circunstancias, al menos sería divertido…

Un Tren a Pampa Blanca (Fito Pochat, Argentina, 2010)

Pochat se sube a un tren de tres vagones que sirve como “Hospital de Niños” y sale cada 3 meses de Constitución hacia el interior del país integrado únicamente por médicos voluntarios, muchos de ellos, aún alumnos o recien egresados de la carrera de medicina. Durante 30 años, el mismo tren ha llevado provisiones , remedios y sobretodo atención a pueblos y comunidades muy humildes del interior del país, donde los servicios hospitalarios no llegan.

Esto no pasa en zonas rurales, sino en pueblos que limitan con ciudades pequeñas. Pochat analiza la discriminación hacia las poblaciones y la desprotección, pero no desde una óptica política, sino humana. El ojo de Pochat no intenta crear un discurso, sino exhibir las condiciones en que viven los habitantes de estas regiones, desnudando las enfermedades como el mal de chagas, que sigue afectando a gente de todas las edades.

En un principio, el realizador nos pone del lado de los médicos, relatando el esfuerzo que hacen bajo condiciones mínimas, pero posteriormente se va corriendo de esa posición para concentrarse en los paciestes, en el sufrimiento y drama que viven diariamente.

Un Tren a Pampa Blanca busca generar un debate moral interno. No da respuestas fáciles, no es conciliador ni optimista.

Pochat es visualmente crudo y tiene un lenguaje directo con el espectador. No busca la sutileza, sino poder llegar con la información a la mayor cantidad de personas posible.

Esto no impide que en los primeros minutos haya hermosos planos nuestra geografía conurbana o puestas de Sol imponentes desde el techo del tren, pero el fin del director termina siendo otro: subirse al tren, alejarse del mismo y conocer la región más maltratada del país.

Brecha (Iván Noel, España, 2009)

Si en En Tu Ausencia, Noel daba indicios de tener un gran futuro como realizador, generando un discurso ameno, un lenguaje visual clásico pero esforzado, una gran calidez para interpretar la mente de un niño, con sutileza, pero al mismo tiempo, honestidad, Brecha presenta todo lo contrario.

Un hombre sale de la cárcel, tras cuatro años en prisión y se reúne con su madre e hijo. El mismo desea conocerlo, ya que cuando este se fue, era muy chico. Sin embargo la convivencia es dificil. El chico demuestra una rebeldía innata y el padre no tiene la paciencia para controlarlo de la forma en que le gustaría.

Brecha es un relato intimista, filmado prácticamente en una sola locación aprovechando al máximo la luz que entra por una ventana. Alguien podría comparar esta historia con un drama bergmiano, pero la diferencia es abismal. Al principio, las actuaciones ayudan a generar empatía y verosimilitud al relato, pero a medida que este avanza y se van sumando, lugares comunes, clisés, vueltas de giro previsibles, momentos sentimentaloides banales, y sobretodo una acumulación de golpes bajos, Noel se va convirtiendo en un demagogo y manipulador de emociones. Brecha empieza a parecerse a una telenovela barata y lacrimógena que busca la sensiblería barata. Sorprendentemente es mucho más desprolija visualmente que la  ópera prima de Noel, y si bien, las interpretaciones de actores amateurs y profesionales no desentona, el tono culebrón imposibilita disfrutarla plenamente. Más allá de esto, se puede vislumbrar en Noel un poco de sadismo, un gusto por agregar penurias a los protagonistas.

Brecha tiene los peores elementos de En Tu Ausencia, especialmente flashbacks que no aportan demasiado a nivel dramático y la hacen más burda aún.  Hay varios puntos en común con respecto a la temática. Preocupaciones afines entre los dos films.

Noel está interesado en profundizar acerca de las relaciones padre e hijo, y las familias disfuncionales, pero esta vez el resultado deja bastante que desear.

El Partener (Rubén Estrella, Argentina, 2011)

Es bien sabido que no toda obra teatral se puede adaptar al cine, y no toda película puede llevarse a las tablas. El caso de El Partener no es ni una cosa ni la otra, y tampoco se puede ver como un estudio acerca del proceso creativo en el teatro, justamente por la indecisión que tiene su realizador acerca de las intenciones de la obra (en sí),

Basada en la pieza dramatúrgica de Mauricio Kartún, habla acerca de la relación de un padre e hijo que deben convivir juntos, en una misma habitación bajo un mismo techo. Ambos, además compiten artísticamente. El padre (Roly Serrano) es un cantante venido a menos que espera su oportunidad de triunfar de vuelta en un espectáculo musical tanguero. El hijo quiere mostrar su talento al mundo. Ambos quieren preparar un espectáculo juntos, pero el hecho de vivir juntos, no los ayuda a salir adelante.

El grave problema que tiene Estrella es que es director de teatro y decide ser fiel al formato… y filmar la obra sobre el escenario. Por lo tanto, no se trata ni mas ni menos que de un video de una obra hecho de forma tal para entusiasmar a posibles teatros o festivales que se interesen por adquirir la obra. Pero no es cine. La calidad de la grabación es bastante baja, los planos y el montaje muy rústicos. No hay una idea estética o audiovisual, y lo que es peor, esto genera: que se pierda la tensión escénica, que los actores no logren destacarse, perder el hilo narrativo porque al mismo tiempo nos estamos perdiendo el accionar de los personajes en fuera de campo (y no se trata de un recurso narrativo) y por último, sofocar, aburrir al espectador. O por lo menos eso me pasó a mí. Como varios saben, me encanta el teatro y muchas veces, me sorprende más que el cine, pero esta experiencia fue soporífera. La mezcla se me hizo inalterable.

Kartún piensa el teatro para que se vea en el escenario. Es EL hombre del teatro, y por lo tanto sacarlo del contexto hace que este pierda energía. 

Los momentos más interesantes son escenas intercaladas, grabadas en blanco y negro, donde los actores hacen lectura de mesa, bromean y analizan el texto con el director.

Esto puede ser contraproducente tambien por la torpeza con la que estan filmadas estas escenas (demasiado falseadas a mi parecer) y porque lo que a uno generalmente menos le gusta ver cuando está viendo una película es que se la expliquen los mismos actores.

Por supuesto que esta regla tiene su GRAN excepción y se llama En Busca de Ricardo III, de y con Al Pacino, pero en el seudodocumental, hay detrás una manufactura técnica, un virtuosismo visual, una investigación donde no solamente se analiza el texto, sino la obra de Shakespeare en general a través, no solamente  de los actores que protagonizan la película/obra que no es representada en realidad, y donde hay una conciencia imperante de la presencia de la cámara, sino además de verdadesros expertos en todo el mundo, dedicados al análisis de la obra shakespereana. El trabajo de Estrella, salvando las distancias, aunque no tiene las pretensiones del de Al Pacino, peca de poca imaginación, y ahí reside la raíz de la monotonía.

No pongo en duda que tanto Kartún, como Estrella, Serrano, Alan Ardel y Mimí Ardú, conforman una gran equipo artístico sobre el escenario y realmente imagino que la puesta escénica debe ser soberbia. El camino cinematográfico es el erróneo.

 

 

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