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Entrevista a Luis Ortega, director de El jockey

Entrevista a Luis Ortega, director de El jockey

Luego de El Ángel y de varios trabajos para la pantalla chica, Luis Ortega regresa al cine con El jockey. Un film audaz, que sorprende con la mezcla de géneros y tonos, y en el que volvió a trabajar con Nahuel Pérez Biscayart. Esto es lo que nos contó Luis acerca de la película. Incluye unas profundas palabras acerca del recientemente fallecido Daniel Fanego, también integrante del reparto. 

¿Es verdad que la inspiración para la película surgió de un vagabundo que conociste?

Vi un vagabundo con una impronta así, muy Robert Arlt, y lo empecé a seguir. Entraba a todas las farmacias y se pesaba en las balanzas, y en la tercera farmacia, ya me acerqué y me dijo: “Peso cero, no existo, pero me están siguiendo”, y se fue corriendo. Y yo dije: “Este es un buen comienzo: ‘no existo, pero me están siguiendo’”. De ahí visité el hipódromo de casualidad, aunque no creo en la casualidad, y empecé a linkear los dos mundos. Me fascinó tanto el hipódromo, los jockey, los caballos, los cuidadores, el túnel, que dije: “Tengo que hacer algo en este contexto”, y dije: “Bueno, este vagabundo que estaba vestido de mujer, pesándose en todas las farmacias y paranoico, podría ser un jockey que se cayó del caballo, y cuando se despertó en el hospital, agarró la primera ropa que encontró, que era de una señora que estaba en la cama de al lado -un tapado de piel, una cartera- y salió por Buenos Aires con el disco rígido vacío”. Entonces todo lo que iba a ver a partir de ahora era lo que puede ver un bebé recién nacido. Esa es una mirada que me interesa.

¿De qué manera surgió escribir el personaje pensando en Nahuel?

En realidad, yo no pienso en Nahuel. Nahuel está dentro mío y simplemente sucede así. No es que sea un plan, digamos, el de trabajar con Nahuel. Es un hecho que se impone y no había otra persona que pudiera hacer esto. Él vive lejos, en un momento tambaleó la posibilidad por temas logísticos, y fue difícil. Pero mientras escribía la película, lo veía a él. No es que pensaba en él, sino que lo veía.

¿Es cierto que hubo una primera intención de contactar justamente al vagabundo?

En realidad lo abordé. Es un personaje que todos vimos en Buenos Aires. Es un tipo alto. Esto fue hace cinco años, y en ese momento era una señorita. Después se le fue corriendo el maquillaje y cayendo la cartera. Creo que todavía la tiene. Es un ruso. Se llama Maxi, de Sebastopol, y lo abordé una de las tantas veces que lo vi (lo veo todas las semanas, todavía hoy lo veo), y un día le pregunté si era actor, si le gustaría actuar, y me dijo: “Eso es un trabajo muy estúpido”. Así que me pareció contundente su respuesta (risas). En su lugar yo tampoco lo haría. 

Yendo al guión, ¿cómo fue el proceso de escritura junto a Rodolfo Palacios y Fabián Casas?

Apareció esta persona en la calle, y hablé con Rodolfo Palacios, que es mi socio de hace muchos años. Le dije que vi a este tipo por la calle, y me dijo que él también lo vio y le dijo algo: “Vaya donde vaya, está lloviendo”. También me pareció muy bueno, pero era muy caro filmar una película donde todo el tiempo esté lloviendo sobre el personaje (risas). Así que esa idea no entró. Pero con Rodolfo Palacios trabajamos telepáticamente, digamos. Estamos haciendo inteligencia a la vida. Sobre todo, a Buenos Aires. Somos como unos espías que trabajan para alguien que no conocemos, pero tomamos nota y de ahí salen las películas. Después se sumó Fabián Casas. Le dimos para que lea el guión y nos hizo una devolución y le dije: “Sumate y vamos a divertirnos un rato”. Estábamos en pandemia, así que no había mucho para hacer. Nada mejor que escribir una película.

A la hora de conformar el elenco, reuniste nombres internacionales y nacionales, como Daniel Fanego, que lamentablemente hace poco partió. Justamente su personaje se llama Fanego. ¿De qué manera surgió eso? 

De vuelta, como que las ideas vienen solas. Uno no sabe de dónde vienen, pero el personaje siempre se llamó Fanego. Había una escena muy linda con Osmar Nuñez, que es un genio total, donde se cuestiona si Fanego es Fanego o no es Fanego, o si sólo es que la mamá le puso Fanego y si eso si eso quiere decir algo o no. Y eso parece una escena de un paso de comedia, pero en realidad es básicamente la esencia de la película. ¿Fanego es Fanego solamente o es un alma gigante que nos dio todo lo que nos dio y no cabe dentro de un hombre, digamos? Ni siquiera dentro de un hombre, cabe. Es un tipo que impregnó mi vida con un estoicismo que yo nunca había visto en nadie. Siempre es imperturbable ante acontecimientos extraordinarios. Para mí un acontecimiento extraordinario es este o estar mirando la pared en mi casa. No hace falta que haya una guerra. Todo es una especie de milagro, y Fanego siempre tuvo esa cosa en su naturaleza de dandy. Dandy según la definición de Baudelaire, que es el que sorprende, pero no se deja sorprender, digamos, no se nota que está sorprendido, y es un rasgo muy particular de él. Por ahí por dentro, como siempre, pasan muchas cosas, pero su presencia siempre pareció imperturbable, y eso es una característica muy de Fanego, muy potente para un actor. 

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