Luego de años trabajando en Europa, Nahuel Pérez Biscayart vuelve a protagonizar una película argentina: El jockey. Un film que lo reúne con el director Luis Ortega después de Lulú. Tuvimos el privilegio de hablar con Nahuel, que nos contó sobre su experiencia en esta producción y mucho más.
Luis y Ortega y vos son amigos. Ahora vuelven a trabajar juntos en una película. ¿Cómo describirías tu relación profesional y personal con él?
No tengo muchas palabras. Viste que las buenas amistades no se explican mucho. Luis forma parte, te diría, de esa familia de gente que siento que la conozco de otra vida. Sin mucha explicación, uno se siente cercano en sensibilidad, en entusiasmo, en entendimiento. Hay un lugar simple, inmediato, en el cual uno está con el otro y se siente a gusto. Así, hablando más llanamente desde lo personal. Y todo eso se articula profesionalmente de manera muy fluida y nos hace trabajar en contextos de mucha inspiración, de muchos juegos. No sé, es un gran tipo. Luis es un gran tipo, es un gran artesano, es un mago encubierto, es un santo sucio. Es un tipo que está ahí magnetizando y produciendo situaciones en la vida y en el cine. Es lo mismo para él. La diferencia es que en el cine nos pagan para soñar despiertos. Estamos haciendo lo que nos gusta hacer, pero de manera legal, digamos (risas). Así que nada, viene de larga data. A Luis no lo he visto por muchos años, pero la relación y el encuentro sigue siempre intacto y lleno de amor y ternura.
El papel de Remo lo escribió pensando en vos, tengo entendido.
Bueno, sí. Conoció a un personaje ruso, medio vagabundo, vestido mitad hombre mitad mujer, con una cartera y un tapado de piel caminando por la calle. Había hablado mucho con él. Esas personas con las que Luis se encuentra (risas). Creo que le dijo si quería actuar, y el tipo le dijo que actuar es para estúpidos (risas). Y bueno, y de estúpidos conoce a Nahuel, el gran estúpido (risas). Así que hay que ser estúpido para actuar, estoy de acuerdo: la cabeza es enemiga de la actuación (risas). Me contó que estaba con esta idea de un cabeza de sandía, como le decíamos (Cabeza de sandía todavía era el título). Empezó a escribir, me mandó un par de versiones del guión y estuvimos en contacto, como siempre. Los proyectos también se tejen; nosotros estuvimos desde 2018 con esto. Yo estaba filmando en Bielorrusia una peli alemana, y me acuerdo que Luis me mandaba fotos de dibujos que había la novia de un amigo. Eran dibujos del cabeza de sandía, con una venda en la cabeza, y me pedía fotos mías para que ella dibuje. Así que Luis y yo nos reencontramos con mucha alegría.
Es una película que se adentra en el mundo del turf. Contame cómo te preparaste para ser un jockey.
Bueno, no solo jockey, porque la peli es mucho más. Por supuesto que hubo entrenamiento y hubo muchas visitas al hipódromo, hubo muchas cuatreras. Hubo mucho entrenamiento propiamente dicho. Yo montaba a caballo principalmente, y para pelis tuve más entrenamiento, pero esta vez era otro tipo de montada (imita la postura de un jockey). El jockey no va sentado. El culo no toca la montura, usa las rodillas como amortiguación. Hice como díez días de eso, sobre todo para entender como esa otra manera de habitar el caballo y cómo caminar. Vos ves a los jockeys y son todos como unos elfos, medio duendes medio borrachitos y pícaros, que andan por los túneles del Hipódromo y son muy graciosos y tienen un modo de caminar y una manera de estar. Muchos se han roto 80 huesos, costillas, todo, y al mes están corriendo de nuevo. Siempre me gusta pasar por una experiencia cercana a la que mi personaje va a tener, no solo por una cuestión de representación o para “incorporarlo en mi interpretación”, sino para poder vivenciar algo de lo que se sienten los músculos. Algo de la práctica. Entonces lo disfruté mucho, en ese sentido. Y eso fue una fracción, te imaginarás. Hubo que preparar los otros personajes en los que Remo transmuta. Cabeza de Sandía tuvo mucho proceso de maquillaje y de búsqueda de maquillaje, y yo creo que también hubo mucha preparación de este personaje durante los encuentros de maquillaje con Angie, la maquilladora, y con Malvina, la peinadora. Y después tuvimos la parte de Dolores. Fue complejo, por supuesto, pero no siento que haya habido un trabajo disociativo entre todos los personajes. Siempre hubo como la idea de un personaje que ya empieza a vivir en el otro. Cuando ves la peli por segunda vez, empieza a haber unos destellos de Lola en Cabeza de Sandía y empezás a ver todo como una una suerte de amalgama multifacética de todas estas versiones de Remo que viven en él.
Estás acompañado por un elenco muy nutrido, que incluye a Úrsula Corberó y Daniel Gimenez Cacho, y a Daniel Fanego, que partió hace poco y con quien habías coincidido. ¿Cómo fue el trabajo con ellos?
Yo trabajo muy bien, por suerte. No tengo problemas con mis compañeros. No tiene nada de excepcional y, a la vez, tiene todo de excepcional. Como los bellos encuentros, cuando se dan, perduran en el tiempo. Reencontrarme con todos estos actorazos increíbles y conocer nuevos compañeros, como Dani Jiménez Cacho, Ursu, Mariana di Girolamo, y también muchos actores del teatro de Buenos Aires que conozco de hace mil años, que hicieron papeles pequeños que no quedaron. Para mí es una fiesta filmar y una fiesta filmar en Buenos Aires. Cuando llego a filmar, no puedo creer que no estén pagando para encontrarnos y para ser libres y para estar acá indagando en todas estas cosas que nos habitan día a día. Mucha gratitud.