Everybody in our Family, de Radu Jude (Rumania/Holanda, 2012, 107 minutos)
“Sarna con gusto no pica”.
Este dicho popular aplica muy bien a la última producción del rumano Radu Jude, quien nos brinda de esas obras cinematográficas donde uno sufre realmente por lo desesperante de la historia, pero a su vez disfruta gratamente de una narración tan atractiva como inquietante.
Marius es un hombre odontólogo divorciado que decide ir a buscar a su pequeña hija para llevarla de vacaciones un par de días a la playa. El punto es que tanto su ex mujer, como la pareja de esta y su ex suegra se oponen, aludiendo a que la niña tiene unas líneas de fiebre. La impotencia de Marius frente a estos planteos lo lleva a querer resolver la impotencia desde la desesperación y complicar las cosas más y más, hasta quedar atrapado en un callejón sin salida absolutamente insoportable.
La tensión y suspenso que maneja Jude va aumentando cada vez más, donde el único alivio puede venir a partir de pocas situaciones que provocan alguna que otra risa nerviosa. Filmada con un notable realismo, la historia transcurre casi en su totalidad en tiempo real, con muy pocas y cortas elipsis, el uso de cámara en mano y la imagen granulada aportan el clima necesario para transmitir el caos interno que vive su protagonista.
Desde los minutos iniciales cuando Marius visita a sus padres, hasta como resuelve el lío en que está metido, la película atrapa y no te suelta ni un instante. Cada decisión empeora las cosas, cada acto desespera aún más, las identificaciones y empatías se circulan por todos los personajes, quienes están interpretados brillantemente por sus actores.
Everybody in our Family es una gran posibilidad que nos brinda este Bafici, para ver una maravillosa película europea que nos va a hacer pasarla tan bien como mal al mismo tiempo.
