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CRÍTICAS - CINE

Si Decido Quedarme (If I Stay)

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Si Decido Quedarme (If I Stay, Estados Unidos, 2014)

Dirección: R.J. Cutler. Guión: Shauna Cross. Elenco: Chloë Grace Moretz, Mireille Enos, Jamie Blackley, Joshua Leonard, Liana Liberato, Stacy Keach, Gabrielle Rose. Producción: Denise Di Novi y Alison Greenspan. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 107 Minutos.

Los peces de Marte.

“En la vida a veces tomas decisiones y a veces las decisiones te toman a ti”, le dice Denny (Joshua Leonard) a su hija mientras ella se enfrenta a la difícil encrucijada de renunciar a un primer amor enmarcado por la pasión por la música en pos del crecimiento profesional. Cada individuo es producto y víctima de sus propias elecciones. Tal es así, que la libertad puede llegar a decantar en una problemática a la hora de su ejercicio. En los tiempos que corren, existe la posibilidad de sentarse frente a un monitor y transformarlo en un collage de ventanas abiertas que brindarán una falsa sensación de confort.

Mientras más variantes haya a disposición, mayor cantidad de desenlaces y versiones de nosotros mismos persistirán dentro del imaginario particular de cada uno. No obstante, la protagonista de esta historia, sólo contará con dos opciones: vivir o dejarse morir.

“El que nada hace nada teme”, declara de manera certera el músico español Enrique Bunbury para demostrarnos, entre las líneas de su prosa, el meollo del asunto. Cada elección tomada supondrá la desaparición de miles de finales y rumbos alternativos. Lamentablemente, y a diferencia de una buena edición importada en DVD o Blu-Ray, la vida no compensa las inquietudes de este tipo con escenas extras ni sueños reparadores. Como reza la lírica del grupo independiente local Todo Aparenta Normal, “no habrá condena más existencial que la propia existencia”. Amén.

Si Decido Quedarme está basada en el best seller escrito en 2009 por la escritora norteamericana Gayle Forman y se centra en la historia de Mia Hall (Chloë Grace Moretz), una joven e introspectiva violonchelista de 17 años que aspira a entrar en el prestigioso conservatorio neoyorkino de Juilliard. Para lograrlo, cae en la cuenta que deberá poner en riesgo su relación con Adam (Jamie Blackley), un músico de rock en pleno ascenso. Todo aquel que le haya dedicado su precioso tiempo a alguna de las cuatro temporadas de la serie Everwood -en la que aparece un purrete Chris “Star Lord” Pratt- tendrá una noción por lo menos ficcional de los sacrificios que supone para un adolescente el ingreso a dicha institución. El conflicto se acrecienta cuando, tras sufrir un accidente automovilístico junto a sus padres y su pequeño hermano, la protagonista pasará de debatirse entre todo lo que deberá resignar en función de cumplir su sueño a luchar por su vida en un quirófano.

El primer tramo de la película enseña una historia de amor adolescente utópica en la que Moretz inunda la pantalla con la belleza de aquellas musas cuya mayor virtud reside en el desconocimiento de sus propios encantos. Todo esto se da en el marco de la ciudad de Portland, que permite al director R.J. Cutler -más emparentado a la producción de series y la realización de documentales televisivos que a su labor cinematográfica- jugar con el contraste entre el paisaje invernal y la disposición de colores vivos. A su vez, logra generar una buena química entre los personajes que lleva al espectador  a empatizar con ellos a pocos minutos de comenzada la proyección. También cabe destacar el resarcimiento de Mireille Enos en el rol de figura materna luego de su logrado y ambiguo papel de Sarah Linden en la recientemente finalizada serie The Killing.

A pesar de las virtudes previamente mencionadas, la historia decae a partir de la secuencia de la tragedia que le toca experimentar a la familia Hall y que cambiará súbitamente el rumbo de los hechos. Mia se convierte en un testigo externo de todo lo que pasa a su alrededor mientras su cuerpo yace en terapia intensiva y sus allegados rezan por su recuperación. El relato se vuelve retrospectivo y la  tonalidad del film se torna ambivalente en el traspaso de una temporalidad a otra, propinando un desfasaje de géneros que desconcierta. Si Decido Quedarme se desluce frente a la evidente intencionalidad de una puesta en escena que roza el ridículo en su intento por emocionar al espectador al mismo tiempo que lo subestima.

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Por Cristian Calavia

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