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CRÍTICAS - CINE

Jodorowsky’s Dune

(Francia/ Estados Unidos, 2013)

Dirección: Frank Pavich. Elenco: Alejandro Jodorowsky, Chris Foss, Diane O’Bannon, H.R. Giger, Michel Seydoux, Nicolas Winding Refn, Brontis Jodorowsky, Christian Vander, Devin Faraci, Drew McWeeny. Producción: Frank Pavich, Stephen Scarlata y Travis Stevens. Distribuidora: Independiente. Duración: 90 minutos.

Elogio de la efervescencia artística.

¿Cómo es posible abarcar el devenir de una de las películas más legendarias que jamás llegó a materializarse? La faena parece inviable porque el tiempo suele fagocitar voluntades y las experiencias amargas boicotean esa pretensión orientada al rememorar. Contra todo pronóstico, Frank Pavich se las arregla de maravillas no sólo para retratar una cruzada mítica, sobre la que hemos leído en innumerables ocasiones los cinéfilos de corazón, sino también para transmitir esa pasión creativa extraordinaria que irradia el genial Alejandro Jodorowsky, uno de los pocos autores que todavía privilegia al arte por sobre el negocio, confiando en la capacidad de transformación cultural que subyace en las obras destinadas al consumo masivo y arremetiendo con dureza contra los lisonjeros patéticos de la industria hollywoodense y aledañas, esos palurdos que semana tras semana celebran la mediocridad.

Los lectores de Dune de Frank Herbert conocemos de sobra los obstáculos que plantea una de las sagas más complejas de la literatura de ciencia ficción: si nos concentramos en el primer libro, el catalizador de la serie, resulta muy difícil una hipotética construcción narrativa visual de esta suerte de Edad Media en el espacio exterior, con un Emperador que gobierna un equilibrio por demás inestable de feudos planetarios que luchan por el control de la “especia geriátrica”, la melange, la cual prolonga la vida, desarrolla la precognición y habilita el viaje por el universo. Entre sacerdotisas, profecías mesiánicas, “computadoras humanas”, mutaciones psíquicas, gusanos gigantescos y una corporación que monopoliza el comercio espacial, la historia se centra en la toma de posesión por parte del clan Atreides de Arrakis, llamado Dune por los locales, el planeta desértico del que se extrae la especia.

Mucho antes del desatino de 1984 de la dupla Raffaella De Laurentiis/ David Lynch y con el único antecedente intelectual de 2001: Una Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), en 1974 Jodorowsky se propuso -junto a un cúmulo de productores aglutinados en torno a Michel Seydoux- adaptar el trabajo de Herbert en un mega film que se inspirase en la dialéctica política/ económica/ filosófica implícita en la novela con vistas a edificar una epopeya contracultural que abriera el campo de lo “permitido estándar” dentro de la ciencia ficción y posibilitase una apertura espiritual acorde con las utopías humanistas del período asociadas a los efectos de las drogas alucinógenas no reguladas. El chileno, que residía en Francia y México, estaba en la cúspide de su carrera luego de las demoledoras Fando y Lis (1968), El Topo (1970) y La Montaña Sagrada (The Holy Mountain, 1973).

Por supuesto que su ambición profesional y su típica efervescencia esotérica se colaron de manera prodigiosa en el proyecto y derivaron de a poco en la necesidad de un presupuesto de 15 millones de dólares, una cifra inmensa para la época, por lo que fue imprescindible venderle la propuesta a los estudios norteamericanos mediante un libro bellísimo que incluía el storyboard y los diseños de vestuario, naves y vehículos. El documental de Pavich ofrece con paciencia tanto un retrato de las características excluyentes del croquis general como una cronología pormenorizada de las diferentes etapas del planeamiento hasta el colapso financiero, con la preproducción ya comenzada, debido al pánico que despertaba Jodorowsky entre la fauna de Los Ángeles. Las anécdotas de los distintos responsables se combinan con juicios críticos contextualizadores como el del gran Nicolas Winding Refn.

De hecho, el danés se interroga acerca de qué hubiese ocurrido con la coyuntura actual si el blockbuster de la década hubiese sido la Dune de Jodorowsky, un convite de vanguardia destinado a revolucionar la idiosincrasia del cine, en lugar de la conservadora e infantiloide La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977). No sólo resulta fascinante aquel sustrato vinculado al surrealismo, la alquimia vivificante, el ascenso místico, la anarquía de rasgos circenses y la condena enérgica a toda limitación en nombre del mercado capitalista, ítems ideológicos que reaparecerían más adelante en los excelentes comics The Incal y The Metabarons; también debemos sopesar la increíble cofradía que el director/ guionista había reunido para la ocasión: Moebius, Dan O’Bannon, David Carradine, Pink Floyd, Chris Foss, Salvador Dalí, H. R. Giger, Magma, Mick Jagger, Udo Kier, Orson Welles, etcétera.

Francamente uno no puede dejar de sentirse extasiado ante la calidad del trabajo que este verdadero “dream team” fue cumplimentando bajo la batuta creativa de Jodorowsky. Los méritos del opus de Pavich son cuantiosos y abarcan la sutil reconstrucción de escenas específicas, destacándose el plano secuencia inicial en homenaje a Sed de Mal (Touch of Evil, 1958), el análisis del entorno inmediato cinematográfico, con la repetición de esquemas preconcebidos como leitmotiv, la pesquisa azarosa en pos de los “guerreros”, ese equipo técnico repleto de genios ignotos que luego se aventurarían hacia el mainstream, y el relato en primera persona de la mayoría de los susodichos, quienes entregan frenesí y nostalgia en igual medida. Para la antología quedan la reacción de Alejandro frente a la bazofia de Lynch y la invitación final para reconvertir su proyecto en una odisea animada…

calificacion_5

Por Emiliano Fernández

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