Un cuento es un buen cuento
si está bien contado. Es importante que el cuento entretenga, muy importante
diría, pero no fundamental, lo que importa en el cuento es cómo está narrado,
el clasicismo, las formas. Y en el cine eso es todo lo que importa. Las formas.
Eso que da vigor, que nutre de proteínas el relato, que pone la marca indeleble
del que firma. La forma cinematográfica.
Yo reconozco “la forma” en Después de la Tierra de M. Night
Shyamalan, veo la prueba iniciática, veo el drama filial y lo puedo relacionar
con su cine. Ese placer del género y de la conexión cinética me entretiene.
¿Qué me puede llegar a entretener en los apuntes gélidos, mal filmados y
tediosos de Zack Snyder en El Hombre de
Acero? ¿Reconocemos algún tipo de cine ahí, vemos alguna firma? ¿Son claras
las formas?
Lo de Shyamalan es simple:
Jaden Smith recorre el camino del héroe. Cine iniciático con un drama filial en
segundo plano. Diferentes capas, como debe hacerse el cine de género, y
diferentes lecturas. El camino del héroe que recorría también Bryce Dallas
Howard en La Aldea, película de la
época en la que M. Night hacía un cine menos honesto, y también tenía una
compleja relación con su familia. Y vaya si la relación de familia es compleja
en Señales. El drama padres-hijos
atraviesa el cine del indio (es una capa completa de Sexto Sentido). Y Después de
la Tierra no es la excepción. En el cine de Shyamalan, el conflicto pasa
por un familiar muerto y la estela que éste deja. La complejidad de la relación
del Smith padre y el Smith hijo pasa por la culpa de un familiar muerto. Como
sucede con Mel Gibson y sus hijos en Señales,
o ese padre ausente, fuera de campo en Sexto
Sentido, y la tirantez permanente del niño con la madre. Siempre el
sentimiento de culpa. El padre que abandona al hijo para ir a buscar a la
esposa en El Fin de los Tiempos. El
valor y la entrega de Jaden Smith en ese viaje iniciático, en ese recorrido del
camino del héroe, están marcados por la muerte de la hermana.
Y quizás el drama filial sea
lo único rescatable de El Hombre de
Acero. Esos pocos minutos fordianos de Kevin Costner hablando de sacrificio
con Clark jr, resguardados por Diane Lane, la perfecta mujer fordiana, son los
pocos momentos que elevan el relato de Snyder; el resto es una mezcla de
películas ya hechas, una suerte de apuntes sueltos sin importancia, un mash up
al estilo Sucker Punch de películas
como Transformers, Día de la Independencia y Matrix. Los saltos temporales
narrativos no ayudan en absoluto al relato y aportan confusión, en una decisión
clave y absolutamente arbitraria por parte de Snyder para sostener su acérrimo
manierismo. Las escenas de acción son confusas y están mal filmadas (toda la
escena inicial de Crowe en Krypton es espantosa) y las imágenes son gélidas, al
igual que los personajes. Ante todo, El
Hombre de Acero es una película fea, anti estética, además de anti clásica
(extrañamos al Superman de Donner,
como dijo en un acertado comentario el amigo Jose Luis de Lorenzo) y no
reconocemos en ella ningún rasgo de ningún tipo de cine. El Hombre de Acero es una mala película clave, es de las malas
películas a las que hay que prestarle atención, de esas películas engañosas,
detestables. Es una película errada y errante, lo que la convierte en aburrida
y en un tedio insoportable que dura dos horas y media.
Y, por suerte, no existe el
tedio en lo reconocible. Y, como dijimos, Después
de la Tierra es un cuento y, como en los buenos cuentos, uno ya sabe lo que
va a suceder en el enfrentamiento final, uno sabe cuál es el destino de Jaden
Smith antes, porque reconocemos los cuentos, vivimos y respiramos por esos
cuentos. Y aunque M. Night ponga a la tierra en contra de los humanos (ya lo
había hecho en El Fin de los Tiempos,
seguimos conectando y reconociendo autorías) y no queden personas en la tierra,
siempre va a haber por ahí un cuento para emocionarnos, porque siempre, pero
siempre, un cuento será mucho más que algunos apuntes sueltos.
