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CRÍTICAS - CINE

Mario on Tour

(Argentina, 2017)

Guión y dirección: Pablo Stigliani. Elenco: Mike Amigorena, Iair Said, Román Almaráz, Leonora Balcarce, Rafael Spregelburd, Alejandro Sergi. Producción: Mariano Mouriño, Pablo Stigliani. Distribuidora: Cine Tren. Duración: 105 minutos.

Los días más felices

Tras su exitoso debut en el 19º BAFICI, llega a cartelera nacional Mario on Tour (2017), dirigida por Pablo Stigliani. La trama se acerca a la mística de su ópera prima, Bolishopping (2013), drama que pone en escena la metodología de trabajo esclavo a la que se someten los bolivianos en los talleres clandestinos incrustados, ilegalmente, en los suburbios bonaerenses para ganarse una limosna y sobrevivir al sistema capitalista. En esta ocasión, el eje se centra en el sueño frustrado de un músico que trabaja haciendo tributo del emblemático Sandro para ganarse unos pesos y así cumplir su sueño de cantar temas propios con su banda de rock. Esta premisa rememora a la película El Último Elvis (2011), de Armando Bo, cuando el protagonista se aleja de su familia en busca del camino al éxito. Sin embargo, Stigliani rompe este esquema con una historia que pivotea entre comedia y drama, fusionando a la perfección la buddy movie con la road movie. El carismático Mike Amigorena interpreta a Mario Canes, imitador que, lejos de admirar la figura popular de Roberto Sánchez, lo aborrece y considera causal de su divorcio. Este giro narrativo explica estilísticamente la génesis del título y establece un juego semiótico entre Mario y el concepto “on tour”, cuyo mix de orígenes permiten un tercer significado: el leitmotiv del viaje introspectivo que vivirá Mario en aras de restablecer el vínculo perdido con su hijo Lucas (Román Almaráz) mediante la ayuda incondicional de su amigo y manager Damián, El Oso (Iair Said).

El hilo conductor se centra en este triángulo masculino, en los procesos internos que viven sus personajes y la importancia de encontrar en sus vidas el equilibrio de los pilares esenciales, como el valor de la amistad, la familia y la incansable pero necesaria constancia para conseguir el éxito profesional sin resignar los sueños. Stigliani reúne estas aristas mediante la historia de vida de Mario, al que presenta como un looser en los primeros minutos: no supo aprovechar durante su juventud su gracia, talento artístico, pasión e impulso para componer temas propios; jamás produjo un EP y (sobre)vive gracias a los tributos y ventas de un CD con covers de Sandro que El Oso le consigue por Internet, mientras trabaja en su puesto de CD, DVD y juegos piratas en el Parque Rivadavia, y advierte que si no cumple con esas presentaciones lo van a “calificar negativo” en su cuenta de Internet. Entretanto, hay un quiebre: muere la madre de Mario y, cual efecto dominó, se obsesiona por recuperar la relación con su hijo adolescente al que no ve desde hace años. Sin embargo, Lucas está levemente influenciado por su madre, Alejandra (Leonora Balcarce) que tras el divorcio con Mario estableció pareja con un arquitecto cool, Rodi (Rafael Spregelburd), que económicamente le da un buen pasar a ella y al joven. No obstante, convence a Lucas a irse de gira con el padre un fin de semana a Santa Teresita. Así comienza esta aventura que, minuto a minuto, le irá revelando al espectador lo más profundo del ser humano, sin mayores pretensiones que lograr que empatice y se encariñe con ellos.

Párrafo aparte para el elenco, en especial para la performance impecable de Román Almaráz, que trasluce la diversión de su personaje que no quiere compartir momentos con su padre, menos con El Oso, ni escuchar esa música a la que define como “mersa”. Román, al mismo tiempo, enternece mediante las miradas cómplices, de adolescente, mientras reconstruye la emotiva figura del vínculo padre-hijo. Su contrapartida y figura central, el simpático actor mendocino Mike Amigorena, también se luce en su faceta de cantante; cabe destacar que la puesta en escena final de la grabación de sus temas es producto fiel de la grabación en vivo, sin retoques ni playback. A la dupla se suma como broche de oro el brillante Iair Said: director, guionista y frecuente actor en films de Ariel Winograd, cuyo protagónico aquí es crucial para aportar comicidad.

Mario on Tour cumple su objetivo: encuentra el éxito esperado al final del camino. Es una caricia al alma que ahonda los errores y aciertos de los procesos de transformación del ser. Stigliani establece a la perfección un híbrido entre lo “popular” y lo “naif” desde una mirada que oscila entre apocalíptica y risueña a través del contraste de las escenas. La artística de las versiones musicales de “Trigal” y “Dame Fuego”, interpretadas por Amigorena; los planos detalle del uso de la remera de Led Zeppelin que Mario usa de entrecasa y denota su gusto por otra música; el hincapié en rol del celular según el estereotipo de los personajes; junto a las locaciones pueblerinas donde transcurre la gira (Pipinas y Santa Teresita) y el barrio privado donde vive Lucas; y la excesiva pregunta retórica del guión del padre al hijo (“¿Queres un caramelo?”), no sólo son los elementos que le dan vida al relato sino que, al mismo tiempo, mantiene activo al espectador y lo traspola al clima pasatista que propone la película.

calificacion_4

 

 

© Luciana Calbosa, 2017 | @LulyCalbosa

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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