Sadica! ¿Quién Rompe el Silencio?
Libro y Letras: Nicolás Perez Costa. Música Original: Nacho Medina. Elenco: Nicolás Perez Costa, Gabriela Bevacqua, Nicolás Guriani, Ana Rodriguez, Agustín Perez Costa, Eugenia Encina, Tatiana Luna, Alfredo Bonini, Carlos Miceli, Carla Liguori. Diseño de Vestuario: Gustavo Alderete. Prensa: Duche & Zárate.
Alguien tiene que romper el silencio…
Ese personaje tan ambiguo, mordaz, escandaloso, sensual, quebrantador de reglas y transgresor como era el Marqués de Sade, confinado a prisión durante 30 años, encuentra aquí una nueva puesta sobre su estadía en Charenton, reclusión y osadía, tomando como partida un atrayente y raramente imaginable elemento: la recreación argumental a partir de un “drama” musical.
El nuevo musical de la dupla Perez Costa – Medina, quienes ya habían colaborado juntos en Un Hombre Llamado Casanova, Desilusiones…De Putas y Payasos, Las Déspotas, Juicio a lo Natural, ya habitués en el hermoso Teatro El Cubo. Obras de calidad, meritorias y de sello e identidad propia, que han captado adeptos y/o seguidores que esperan ansiosamente el surgimiento de sus nuevos proyectos, año tras año. Un público joven, naif, cool.
La obra transcurre en un apartado psiquiátrico de Charenton. Dentro de este, veremos cómo los distintos internos, con sus patologías individuales irán presentándose alternadamente a partir de enfrentamientos, reacciones ante los protagonistas principales y acciones características de un pabellón. Las herramientas con las que se nutre el espectáculo y la más valiosa a mi consideración, es el importante grupo de personas que en escenario alcanzan a la suma de una treintena, situados por doquier, irrumpiendo la atención principal, merodeando y arrinconando al espectador, dirigiéndonos hacia una experiencia claustrofóbica, mordaz, transgresora. El argumento plantea arquetipos y situaciones que quebrantan las buenas costumbres, ¿acaso no era una de las cualidades del Marqués?. Transgredir, vincular el acoso sexual y traspasar los límites entre los standares concebidos sobre todo en aquella época, enfrentar a la autoridad de la Iglesia Católica, disfrutar del sexo y la sexualidad en cualquiera de sus formas concebidas.
La utilización de vagos efectos especiales como nieblas y humos, estallidos que son coloquiales a la hora de disfrutar del espectáculo musical; de letras que se alternan entre el glam y rock, llevar a un extremo, elementos que pueden funcionar en otros espectáculos. Acá todo esto resulta errado. Tanto así, como la utilización de actos y coreografías en altura, muy atrayentes y que implican un arduo y esmerado trabajo (encargado e indiscutiblemente auténtico reconocimiento a Agustín Perez Costa, hermano del autor) pero presentadas aquí en disconcordancia con la obra. El Marqués de Sade no es Peter Pan.
El largometraje Letras Prohibidas (Quills, 2000) de Philip Kaufman, narraba ya las peripecias del autor irrepresible, interpretada por el excelente Geoffrey Rush. En comparación, teniendo conocimiento que cine y teatro no son lo mismo, hay una diferenciación entre ambas puestas sobre el rol de los principales y secundarios. En teatro el personaje del Marqués, quizás por su representación y aparición en actos, no logra permanecer el suficiente tiempo y con porte suficiente como para componer a un inolvidable Sade como fue el de Rush. Aquí la ida y venida entre los tres principales, Sade (Nicolás Perez Costa), el cura Coulmier (Nicolás Guriani) y Constance (Gabriela Belacqua), distan de ejemplificar que el Marqués es quien debería llevarse consigo mismo todos los aplausos al final de la obra.
Para terminar de entender la obra es necesario ubicarse en la experiencia del director, autor, actor, cantante, coreógrafo…todas estas profesiones, sumadas a que debe ser también quien enciende la luz del teatro y barre luego de cada función. Es admirable, que un talento joven como el de Perez Costa, quien con su trayectoria y un equipo de trabajo ya conformado, se atrevan a presentar obras de manufactura nacional frente a tantas obras internacionales que se presentan en la cartelera porteña. Este es uno de los valores agregados de la obra y algo que en toda la duración se sintió: el “transpirar la camiseta”, incluido en cada uno de los interpretes en escenario. He aquí esa línea que divide aguas al cubrir una obra de teatro, salir de la sala y no hacer otra cosa más que hablar de lo acontecido o mantener un silencio suspicaz, puede gustar más o menos, involucrar al espectador de diferentes maneras, sentirse partícipe o no hacerlo; la calidad está presente, el talento y profesionalismo también, sin embargo no fue el Marqués esta vez el encargado de romper este silencio.
Teatro: El Cubo. Pasaje Zelaya 3053, C.A.B.A.
Ultima Funcion: Martes 5 de abril a las 21 Hs.
Entrada: desde $ 35.