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CRÍTICAS - CINE

Sangre y Amor en Paris

Sangre y Amor en Paris (From Paris With Love, Francia, 2010)

Dirección: Pierre Morel Guión: Adi Hasak basado en una idea de Luc Besson. Producción: Luc Besson, India Osborne y Virginie Silla. Elenco: John Travolta, Jonathan Rhys Meyers, Kasia Smutniak, Richard Durden Distribuidora: Diamond. Duración: 92 minutos.

James Reece (Jonathan Rhys Meyers) es un empleado de la embajada de los Estados Unidos en Paris que lleva una vida perfecta, se va a casar con su novia (Smutniak) y recibe un ascenso.  Pero trabajar con Charlie Wax (Travolta) en una misión, no es precisamente lo que el esperaba.

Pierre Morel, un reconocido director de fotografía que ahora dirige (Búsqueda Implacable) se asocia con Luc Besson, ese genio detrás de las películas de acción francesas que se retiro de la silla de director y ahora se dedica a producir. El resultado de esta asociación es un filme que mezcla comedia y acción, con personajes extravagantes (al estilo Besson) en una Paris con una identidad distinta a la habitual.

Primero lo primero, Sangre y Amor en Paris es Charlie Wax. John Travolta saca a relucir lo mejor de su repertorio -inclusive reciclando frases propias de filmes anteriores- para crear un personaje único. Si bien Wax responde a las necesidades de este género en cuanto a habilidades con las armas, y disparando comentarios sarcásticos entre balacera y balacera, la construcción que hace Travolta difiere en su totalidad con las características del héroe de acción de los últimos años; Charlie se divierte con lo que hace, y se toma todo con humor. Por otro lado esta Reece, que es básicamente lo opuesto, conservador, analítico, serio. Y en la unión se da esta pareja despareja, y una relación maestro-aprendiz. Una vez más, todos diremos “Eso ya lo vi”, y si, es cierto. Pero en conflicto no esta en lo desparejo de la pareja, ni hay un conflicto interno en Wax. Acá la acción pasa por ellos, pero la tensión esta en la vida personal de Reece, y eso no lo vimos.

El film emprende búsqueda de sumarle algo distinto a un género desgastado que vive resucitando viejas glorias, que debe conformarse con el Frank Martin de El Transportador (también producida por Besson) como lo mejor de lo “nuevo” que se encuentra en la pantalla grande, y hace que nos replanteamos seriamente el título de la película de John McTiernan El Último Gran Héroe. Los resultados de ese emprendimiento puede que no sean los mejores -nadie va a decir que se trata de un clásico instantáneo del cine de acción- pero sin embargo entretiene, logra sacar alguna carcajada, y hay acción de la vieja escuela, con tiros y golpes, filmado por alguien que entiende a la vieja escuela. No hay cámara en mano que trata de imitar (sin éxito) a Greengrass, no hay movimientos rápidos que hacen que el espectador se pierda la mitad de la acción, no hay fx innecesarios. Vuelven los diálogos, vuelven los comentarios sarcásticos, vuelve el fuera de campo a las secuencias de acción, vuelve la femme fatale, vuelve el rol de la ciudad como personaje. Ahí radica el éxito y lo “fresco” que uno encuentra en la película.

Por otro lado, no se animaron a más con la historia. Los fundamentalistas islámicos son los “rusos” de mitad de los 90s para acá, y es una lástima que el plano “ideológico” y la misma historia de “los buenos vs. los malos” se haga presente de una forma tan burda e innecesaria. Es una lástima que Caroline no haya tenido más tiempo en pantalla para desarrollar su personaje. Detalles que hacen ruido en la trama y no permiten disfrutar al 100% de una película que por momentos sorprende gratamente, y por momentos deja que desear.

 

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