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CRÍTICAS - CINE

Te Sigue, según Enrique D. Fernández

La tenés adentro.

El cine de terror nos tiene acostumbrados a padecer productos que intentan abordar los complejos adolescentes repitiendo recursos argumentales que solamente manipulan tecnicismos visuales. Constantemente certificamos que estas propuestas retrasan el incentivo por descubrir alternativas que renueven el formato dentro de la industria. Debido a estos motivos, celebramos las repercusiones generadas alrededor de Te Sigue y su elaboración por parte de un interesado en los dilemas juveniles como es David Robert Mitchell. En su segundo largometraje retratando el inconsciente generacional, este realizador viene a rememorar estrategias clasicistas del género para componer una amenaza imparable que se encuentra acechando a la juventud norteamericana, pero modificando tales fórmulas con originalidad.

Como principal maniobra se desmantelan los factores predecibles para asegurarse un dramatismo constante. Mitchell no persigue el sobresalto buscando impresionar audiencias compactas, deseosas de presenciar un muestrario de ejecuciones impiadosas. Tampoco procesa los estereotipos que determinan a un referente cotidiano del mainstream. Las intenciones que intervienen en Te Sigue consisten en revelar los intereses descarados de los involucrados, mientras el componente de la supervivencia pasa a ser el mecanismo de desarrollo. Digamos que reformula lo establecido como en su momento supiera hacerlo Kevin Williamson durante los noventa.

Nuestra protagonista es una adolescente que, luego de concretar sexualmente con un muchacho en un descampado, comienza a ser atemorizada por una entidad fantasmagórica. La víctima es advertida sobre las precauciones que debe atender, y para saltearse semejante fatalidad deberá convertirse a la promiscuidad, mientras queda al cuidado de sus amistades. La imposibilidad de identificar al asesino a distancia, debido a su capacidad para metamorfosearse (característica que le permite a Mitchell resaltar cierta morbosidad), aumenta la paranoia entre aquellos contagiados. Incluso quienes sean tentados de liberarse hormonalmente para cortar la maldición, también serán castigados.

Desarmando el conglomerado de referencias notamos que Mitchell consigue administrar diferentes atributos, pero evadiendo toda comparación que lo justifique como un simple imitador. La claustrofobia que sobrevuela alrededor de estos suburbios resulta directamente conectada al esteticismo carpenteriano de principios (esa inseguridad penetrando y evadiendo toda autoridad), y los condimentos que permiten un movimiento intrigante a lo largo de toda la cinta claramente provienen del entretenimiento cosechado durante los ochenta (detener esta persecución implica combatirla de manera creativa).

También sobresalen los perfiles independientes desvinculados de superficialidades (esos adolescentes atravesando una inocencia atormentada), los comportamientos incorrectos respecto al instinto carnal (estamos ante una típica enfermedad cronenbergiana reproduciéndose) y las pesadillas psicológicas (momentos claramente lynchianos). Pero el imaginario de Te Sigue no sobrevive recopilando meramente influencias, sino también por la autenticidad de aquellas secuencias musicales tan efectivas para determinar sensaciones inquietantes, y valiéndose de travellings subjetivos que finalmente concretan una propuesta consciente. Una verdadera anomalía por fuera de los estándares comerciales que acaparan semanalmente la pantalla cinematográfica.

calificacion_5

Por Enrique D. Fernández

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