Pobre segunda parte.
Al igual que la original, Thor: Un Mundo Oscuro es un film intrascendente. Aunque ya no esté Kenneth Branagh en la realización y su lugar lo ocupe Alan Taylor, los cambios no son significativos ya que esta segunda parte vuelve a incurrir en errores narrativos. En este caso el panorama es mejor debido a que esta nueva entrega implementa un sentido del humor más cálido, lo que la hace menos densa.
El tema es que ese agregado cómico por parte de Taylor no alcanza para que el film se destaque. Justamente el tema humorístico era el ingrediente que hacía que Los Vengadores de Joss Whedon -la más lúcida de toda esta última camada de películas basadas en comics de Marvel- sea una obra interesante, logrando que los chistes funcionasen en relación a la acción dramática y la adrenalina. En Thor: Un Mundo Oscuro pasa todo lo contrario, ya que ese acompañamiento entre las dos partes no existe y todo lo relacionado con el relato deja mucho que desear.
Esta secuela del superhéroe del martillo ofrece una mixtura entre efectos visuales grotescos y culebrón cósmico que vuelve a poner en escena a Thor (Chris Hemsworth), Loki (Tom Hiddleston) y la científica Jane Foster (Natalie Portman), en el contexto de otra osadía en torno a salvar tanto la Tierra como otros mundos ante una nueva amenaza de las fuerzas del mal. Las actuaciones no resultan destacadas y el único que le pone un poco de chispa a la cuestión es Hiddleston, gracias a que justo su personaje es quien impone ese efecto humorístico que hace que la película no decaiga constantemente.
Entre diversos errores de guión y otras cuestiones narrativas que hacen que el film nunca concrete todo lo que se propone, Thor: Un Mundo Oscuro se va perdiendo en la intrascendencia derivada de la primera entrega hasta redondear otra película deslucida y sin mucho vuelo, dejando a esta historia como una de las más mediocres de la saga Marvel y aportando en general muy pocas cosas interesantes al cine de superhéroes.
Por Tomás Maito