Tiempos Menos Modernos (Argentina, Chile, 2011)
Dirección: Simón Franco. Guión: Simón Franco, Laura Avila. Producción: Hugo Castro Fau, Carolina Alvarez, Adrián Solar. Duración: 95 minutos.
Con Tiempos Menos Modernos es difícil establecer una relación íntima espectador-obra, sin tener en cuenta todas (o la mayoría) de las posibles lecturas. A su término es válido reflexionar sobre: si es una película simple, pretenciosa (y no llega a cumplir con la pretención) o si ambas cosas se manifiestan con la misma importancia.
En cualquier caso, queda claro el subtexto de un hombre de campo que ve su vida modificada por la presencia de la tecnología.
Oscar (Oscar Payaguala) de orígen Tehuelche, vive en un lugar recóndito de la Patagonia. Su vida es por y para el campo, su mate, sus animales y su propia cruzada contra un gringo que anda poblando la región vaya a saber por qué causa. De vez en cuando despunta el vicio del arte tocando la guitarra y cantando. Hasta aquí la propuesta cinematográfica se puede colocar en un ámbito prácticamente documental, ciertamente con algunos planos decididamente estéticos (y autorreferenciales) por parte del director Simón Franco, oriundo de esa parte geográfica de Argentina.
El factor que invita a la ficción es la llegada de un aparato de TV satelital en el marco (supongo) de un programa de desarrollo social en la época menemista. La caja en donde llega todo esto está arrumbada en una especie de galpón de modo que quien oficia de conector entre civilización y barbarie, por ponerlo en un extremo, es Felipe (Nicolás Saavedra), un viajante ocasional y amigo de Oscar que lo ayuda a conectarse -literalmente- con otro tipo de realidad.
De ahí en adelante, la ganadora del Balance de Plata en Pantalla Pinamar hace un par de semanas, propondrá ver cómo el protagonista se relaciona con el nuevo mundo. Llamémoslo una colonización intelectual para darle un título rimbombante y en este sentido, no hay lugar para eufemismos dada la elección de Oscar de engancharse con determinados canales. Ahí el director recurre al efecto del estereotipo suponiendo que cualquier persona, sea de donde sea, se engancharía con El Gran Dictador de Chaplin con la misma parsimonia con la que vería una novela de la tarde; el canal gourmet o un anuncio del ex-presidente Menem.
Por la misma razón, Tiempos Menos Modernos no cuenta una historia; sino un vínculo de alguien con algo que se torna independiente (también esquivo) de cualquier discurso y de un lenguaje narrativo clásico. Es como asistir al documento de una posible ficción, aún con una dirección de arte que cuenta su propia película.
Por cierto, la proyección en DVD sobre una pantalla excesivamente grande atenta contra la concentración total. No es que le quite méritos a la obra pero sí a su apreciación.