A Sala Llena

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Una Chica al Rojo Vivo…

Una Chica al Rojo Vivo…

¿Cuántas vidas vivimos gracias a que vemos cine?

El hombre crece y se desarrolla ahora en varias y
diferentes dimensiones.  Es decir,
vivimos nuestra vida de muchas formas. Antes, la realidad era irrefutable,
indiscutible, irrebatible y, a veces, irremontable. Pero eso ha cambiado ya
desde hace muchísimo tiempo.  Ya no
vivimos una sola vida y ya no nos movemos en solo una realidad. Transitamos
muchas y transcurrimos en más de un presente.

Algunos se preguntan  en qué plano queda la verdad  y se devanan los sesos tratando de
distinguirla, separando lo que asumen como fantasía de lo que aseveran como
real. Yo ya no lo hago. Creo que la verdad de las cosas está siempre bien
escondida a la vista de todos, así que no pierdo el tiempo tratando de
encontrarla, porque tengo fe en que es ella la que va a encontrarme tarde o
temprano. Después de todo no soy tan mala gente y jamás he sucumbido a ninguno
de mis impulsos homicidas, ni a la imperiosa necesidad de meterle a algún niño
una patada en los dientes, cada vez que babosea la vajilla de mi abuela.  Bué, por lo menos no todavía…

Desde siempre he vivido mi
vida dividida en realidades.  Algunas se
tocan entre sí, otras no. La imaginación salvaje primero, más tarde los libros,
la danza,  después la televisión y, por
supuesto el cine, se convirtieron para mí en realidades alternativas, en
verdaderos lugares de morada además del “continuum”  en el que nací. Lentamente, fui derritiéndome
entre todas ellas y encontrando pequeñas y grandes existencias
simultáneas.  Es en esos lugares en dónde
están, a la vez, mis grandes refugios y mis peores pesadillas.  Pero sobre todo, es allí a dónde me reagrupo
cada vez que se me complican las cosas, aquí en mi realidad de carne y
osamenta.  

Mayo me viene mangoneando
bastante, así que estoy medio tiradita como un perejil.  Teniendo en cuenta esto, me paso en mis
realidades alternativas, más tiempo que de costumbre.  Hoy por ejemplo, anduve por varios lares.
Estuve dando vueltas por los siete reinos de George R.R Martin y su Danza de Dragones, me metí en el
penúltimo capítulo de la serie furor de esta temporada en los iunait esteits, Nashville,  atendí The
Big Bang Theory
, me detuve un rato para comer y ver a la familia y,
después, encaré una película. La búsqueda fue fructífera. Tal es así que me
encontré con una joyita de la comedia norteamericana y, por qué no decirlo, una
de mis películas favoritas de toda la vida. Está metida en mi corazón y me hace
reír tanto que, tan solo al encontrarla, ya me acometen las primeras
carcajadas.

Se estrenó cuando era chica
y, por supuesto, no me dejaron verla porque no estaba considerada material  apto para niños. Pero desde siempre me
despertó una curiosidad muy grande así que, cuando por fin fui lo
suficientemente grande como para verla (llámese trece o catorce años) fui al
video club de mi pueblo y me la alquilé. Desde ese día en adelante, la amé y
amé a todos y cada uno de sus personajes. Es más, si tuviera dos mangos en el
bolsillos, la produciría como un maravilloso musical y la llevaría a los
escenarios porteños sacando pecho y encarando al mundo. Pensándolo bien,
todavía no entiendo cómo nadie lo ha hecho… ¿Alguien sabe si a los americanos
ya se les ocurrió?

Una
Chica al rojo Vivo
se estrenó en el año 1984 y fue la felicísima
adaptación de Gene Wilder (quien también la dirigió y protagonizó) de una
película francesa del 76, de la que no recuerdo el nombre,  que vi mucho más adelante y que, debo decir,
me gustó mucho menos.  La versión
americana de mediados de los 80, era más fresca, más romántica y mucho pero
mucho más divertida. La cinta la iba de un tipo de mediana edad, felizmente
casado, que se cruzaba en un estacionamiento con una mujer alucinante en un
vestido rojo y, de ahí en más, no se la podía sacar de la cabeza. Trataba por
todos los medios, con la ayuda de sus tres mejores amigos, de salir con ella y
hacía el ridículo en repetidas ocasiones hasta que, finalmente, la mujer
accedía conmovida por los galanteos y la capacidad infinita del protagonista de
ponerse en vergüenza.  En el “mientras
tanto”,  una cantidad arrolladora de
escenas excelentes, tenían lugar para amplio deleite del espectador.  

Recordemos algunas…

No puedo dejar de mencionar
la emblemática secuencia de vuelo del vestido inspirada en Marilyn, en la que
la misteriosa mujer le reventaba la cabeza de ratones al pobre tipo, pero les
aseguro que no es ni remotamente la mejor. La escena en la que Teddy (Wilder)
quiere conquistarla andando a caballo sin haber montado una sola vez en toda su
vida (“…Tranquilo bonito, no corres peligro…Trueno
es un caballo muy noble, pero muy tonto…”) e
ra desopilantemente  tierna. Un paso de la mejor comedia que se
haya jamás llevado al cine. Aún ahora no puedo parar de reírme, sobre todo si
recuerdo la traducción al español. Wilder hacía gala de sus dotes de comediante
súper entrenado y  le daba a la cinta una
pátina de clase extraordinaria.  Otra
escena espectacular, era en la que los cuatro amigos almuerzan en un club y la
pareja gay de uno de ellos le tira una valija en la calle, debido a que ha
descubierto una infidelidad reciente. La escena siguiente, en la que Teddy
trata de reconfortar a su amigo homosexual, habiendo recién confirmado la
sospecha de su condición, es maravillosa. De una humanidad, una sensibilidad y
una valentía fura de lo común para la época.  Los dos personajes llegaban a un nivel de
honestidad en su relación de cariño, que la intimidad traspasaba la pantalla de
manera contundente.  Después hay miles
más. Está en la que se plancha el pelo para verse más moderno,  o en la que se está bañando y llega el
telegrama, o en la que uno de sus amigos se hace pasar por ciego para
levantarle el ánimo a otro…  De hecho
creo que cada una de las escenas es excelente y todas están construidas con
asombrosa minuciosidad.   La película
termina siendo maravillosa, divertida, humana y romántica. Por supuesto, la
música merece una columna aparte.

Una
Chica…
es una de esas películas en las que me permito habitar.
Me quedo allí, pululando feliz y me muevo por dentro como pez en el agua.
Ahuyenta fantasmas, espanta malas ideas y las revienta, hace que la muerte
salga corriendo. Es una de esas realidades que me permiten vivir más allá de mi
propia carne, más allá de mi propio tiempo.  Es una cinta que siempre se me ocurre como una
buena idea.

O tal vez hablo de todo el
cine, no lo sé…

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