A Sala Llena

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CRÍTICAS

XIX Festival Internacional De Teatro Santiago A Mil: Penetrador

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Penetrador

Dirección: Jaime Mc Manus. – Autoría: Anthony Neilson. – Elenco: S. Plaza, G. Pizarro y J. Chahin.  – Teatro: Lastarria 90.

No son las drogas ni el alcohol lo que más daña la mente humana, sino el maltrato emocional.

Esta obra, pertenece a la corriente teatral escocesa In yer face, que busca un shock en el espectador con contenidos explícitos que provoquen un cuestionamiento moral, correspondiendo a su vez a la estética naturalista. No siendo el teatro de mi mayor interés ni en el que por lo mismo, más me especializo, no había pedido la acreditación para ella, habiendo tan enorme programación, de hecho humanamente inabarcable por una sola persona. Me llegó por confusión. Pero teniendo ya el ticket en mano y venciendo con idoneidad, lo que no podríamos dejar de decir que eran unos muy pacatos prejuicios, debo reconocer la sorpresa que me llevé yo y mis prejuicios, después de haberla visto.

¿Porqué prejuicios? No contaba en el momento con información acerca de la obra, ni de la compañía, pudiéndome valer únicamente del título para suponer algo (claro que en un 25 a 10% de posiblilidades de ser asertiva, los títulos pocas veces definen a la obra). No obstante no me había equivocado esta vez respecto de parte de la temática, pero sí, como ya he mencionado, lo habían hecho mis prejuicios.

Luego de dar sala y antes de que comience la obra, uno de los actores nos informa que parte de lo recaudado tendrá fines caritativos para ayudar a la inclusión social. Esto ya inicia un clima de denuncia (puesto que se supone que es el estado y no el teatro, el rubro que debe ayudar a la inclusión social) que durante la exposición de la obra, se densificaría hasta llegar a un gran impacto en el espectador. Impacto que cada uno se llevará a su casa para ver qué hace con él, como yo, con esta crítica.

La historia comienza con la exposición de la convivencia de dos amigos gay de muy bajos recursos y con relación con la droga, más que con el delito. En contraposición es muy interesante la composición de lo entrañables de los personajes. Uno es el dueño de casa, seductor, jocoso, lleno de una gran alegría de vivir, poco preocupado por el futuro o los problemas diarios y materiales que puedan azotarnos en la vida, un vago feliz. El otro debe trabajar y es más serio y preocupado por el porvenir, el orden de la casa, y todo eso perteneciente a la idiosincrasia de un ser más conservador – sí también hay conservadores gays y pobres-.

Ambos se complementan, en una relación en la que se quieren y protegen, sin que por supuesto falte la discusión de cada día ante la falta de limpieza por parte de nuestro vago encantador, que siempre logra ablandar el enojo de su novio, sabiendo en el fondo ambos que las pequeñas disputas por situaciones externas o accesorias, jamás deben cobrar una importancia indebida. Incluso el que el Don Juan de los suburbios vaya alguna vez de juerga toda la noche, a drogarse hasta terminar en un callejón es tampoco motivo de una discusión. Sabe amar, esperar a su amor en casa la mayoría de los días y prepararle un té caliente. Ambos han tenido alguna historia con también con mujeres. Los personajes son mostrados en toda su pobreza, pero en donde ésta no es en absoluto de espíritu. Lo que también consiste en una denuncia a muchos prejuicios sociales.

El conflicto se desata cuando llega un viejo amigo de la infancia de ambos, que había ido a la milicia. Al principio cuenta que le dieron la baja por un problema físico y que van a indemnizarlo con mucho dinero. Nuestro vago seductor se emociona como un niño recordándole al invitado que éste le debía dinero y hay risas en el público. Pero a medida que la trama sigue desarrollándose se confunde el monto varias veces y comienza a revelarse extraño, ante la mirada preocupada de los anfitriones que se hacen preguntas por lo bajo. Sin embargo acceden a que se quede a dormir con ellos. La sospecha acerca de su persona va in creccendo hasta que el intruso se abre y relata una bizarra historia por la cual habría sido abusado y torturado por Penetradores –una especie de organización de torturadores dentro de la milicia, compuesta de unas 5 u 8 personas, que utilizaban capuchas y le insertaban elementos de variado tipo por el recto-. Cuando el público logra sobrepasar la impresión sobre lo sexual como rubro de tortura, la historia simplemente sigue aumentando en intensidad y solo nos importa conocer la causa y el desenlace, anterior y presente, de tremenda situación.

Los dueños de casa se dan cuenta de que “El duro”, como llamaban al ex cabo en la escuela, sufrió un daño mental importante, fuera cierta o no la historia concreta de los Penetradores. El increccendo inicia su climax cuando El duro empieza a ver a uno de los dos muchachos como un posible Penetrador, hasta que termina atacándolo con un cuchillo. -Vale la pena detenerse en este momento de increíble tensión dramática ya que conteniendo de forma bastante inteligente algunos gags humorísticos, no logran destruir en ningún momento dicha tensión- El Don Juan es más su amigo de la infancia y ante los pedidos del propio atacante, trata de hacerle recordar hermosos momentos vividos juntos cuando eran chicos. Sin embargo uno de esos momentos relata un hecho que invierte los roles. El duro había intentado abusar de su amigo. Este baja el cuchillo y el amenazado lo toma para apuntarlo con él invitándolo por supuesto a abandonar lugar. Un nuevo elemento entra en la historia, que hace que el dueño de casa se dé cuenta de una traición por parte de su compañero. Una con una mujer que el amaba. De traición en traición, la obra termina con Don juan que después de haber echado a su compañero, está sentado al lado de El duro, quien le dice que los chocolates de su madre eran muy ricos, como volviendo a una extraña normalidad.

La fuerza o destreza de la obra radica en el increíble despliegue de energía del elenco. Estos actores de formación universitaria, bajo la inteligente y exigente dirección de actores de su director, Jaime Mc Manus, logran transmitir con tanta intensidad y dominio de la verosimilitud la violencia que vive en esta historia, que termina no importando si el texto es bueno, o malo, sencillo y hasta bastante procaz. Este último contenido era de hecho el objetivo del autor escocés y su corriete In yer face. Sí, el argumento no es precisamente homérico ni tiene los tintes de las complejidades becketianas. Sin embargo, en este montaje chileno entre el ya alabado trabajo actoral y la dirección, la magia del teatro se produce. Se destacan también otras pequeñas cosas de la dirección como la capacidad de mantener en escena un momento de silencio extendido en el tiempo, sin creer que se acomete al tan temido “bache”.

La escenografía es sencilla pero bien planteada. Una habitación con sólo un sofá cama hacia público, más una pequeña mesita y una puerta hacia la izquierda que sugiere un departamento de tres ambientes, con otra habitación tras ella más un baño. Pintada de amarillo y llena de basura, da la sensación de hogar pobre, pero en el que metafóricamente, cada día –cuando no hay sorpresas como esta- “entra el sol de la vida”. La escenografía y toda la puesta es muy acotada en el espacio para dar la sensación de mayor intimidad y encierro de los tres personajes.

La iluminación es un original gran acierto. Por haber la obra estrenado en lugares alternativos, la compañía había creado un sistema de luces portátil, que le da un intimismo muy interesante. Por otro lado, al ser todas las luces obviamente focalizadas, forman penumbras en contraposición con lugares iluminados que metaforizan simbólicamente la situación: la penumbra de lo desconocido, el miedo entre las sombras, la iluminación sobre lo que en realidad paso.

Una obra que denuncia al poder militar universal, para reflexionar acerca del maltrato de los poderosos, que hace que la victima solo comprenda como ser victimaria. Una obra que habla de la traición de los compañeros de escuela, de un amigo cercano o del estado que debe protegernos; y de cómo el dolor y maltrato emocional puede llevarnos a problemas mentales muy superiores a los de la droga y el alcohol. Los que se revierten con una identidad, un pasado y una conexión con la infancia.

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