La canción del inmigrante
El poder de la mirada. ¿Cuántas miradas existen en el mundo? ¿Cómo puede cambiar un producto según la perspectiva de un ojo y según la de otro? ¿Cómo es posible que dos películas prácticamente iguales narrativamente sean tan diferentes, según quien tome la posta de la dirección…
Antes de ver La Chica del Dragón Tatuado, versión estadounidense de la novela de Stieg Larsson, Los Hombres que no Amaban a las Mujeres, me sentí en la obligación moral de cerrar la trilogía Millenium original. Millenium 3: La Reina en el Palacio de Aire no se estrenó en salas comerciales y AVH sacó directamente para el alquiler. Por algo habrá sido. El segundo film de Daniel Alfredson, tras La Chica que Soñaba con un Fósforo y un Bidón de Gasolina, es un verdadero plomazo. No hay otra palabra. Dos horas y medias de idas y vueltas, diálogos poco atrapantes, escenas de acción poco inspiradas, un dejo de tensión, de clima, como si todo el equipo técnico más los actores Michael Nyqvit y Noomi Rapace, tuvieron que hacerla por obligación para cerrar el contrato, a desgano. Listo, la filmé, ¿dónde está mi dinero? Por fin, me saqué de encima este compromiso.
Voy a ser directo. Ni la obra original de Niels Arden Oplev o el segundo film me parecieron demasiado inspirados tampoco, pero al menos eran meramente atrapantes. El principal problema era que se trataban de parecer a un whodidit estadounidense, producido por la cadena Hallmark. Exceptuando por las interpretaciones soberbias de la pareja protagónica, poco y nada aportaban estas películas a la historia del cine. Visualmente conservadoras, narrativamente previsibles. Es cierto, el personaje de Lisbeth Salander es muy atractivo, pero el crédito hay que dárselo al autor fallecido hace un par de años.
Ahora bien, como se veía venir tras su éxito internacional, Hollywood iba a querer hacer la adaptación también y en inglés. Para eso le pidieron a David Fincher, quien en materia de asesinos seriales ya tiene experiencia para que se haga cargo de la dirección.
Y acá es donde todo cambia. Es verdad que Steven Zaillian es un gran guionista y el dúo Rooney Mara / Daniel Craig, con otro director también habría funcionado, pero cuando Fincher se mantiene fiel a sus orígenes es una máquina demoledora, es el director prometido, aquel que muchos venían diciendo que iba a cambiar el cine estadounidense. Bueno, no lo hizo todavía, pero lo intenta.
No soy incondicional de David. Creo que tienen trabajos notables como Zodíaco (subvalorada) o Pecados Capitales, otros interesantes (Red Social, La Habitación del Pánico, Al Filo de la Muerte) y algunos sobrevalorados (El Club de la Pelea, El Curioso Caso de Benjamin Button), pero difícilmente tiene películas malas. Eso es porque tiene personalidad, sabe narrar y entiende como interpelar la estética con la narración. La Chica del Dragón, integra, por suerte, el primer grupo. No debería sorprender. Los asesinos seriales son una predilección del director de Alien 3 (su obra más floja).
Es que entiende la psicología de personajes perturbados. De hecho, casi la defiende (incluso a un ser vil como Mark Zuckerberg), se apiada de ellos, los juzga y los castiga al mismo tiempo.
Pero además es un gran creador de atmósferas, climas, generador de tensiones, perturbador realizador que sabe combinar, fotografía, música, sonido y efectos visuales, para molestar al espectador.
En esta obra, Fincher toma la decisión de mantener la nacionalidad de los personajes y el lugar de acción, pero hablando en inglés. Mientras que la obra original retrata una Estocolmo real, Fincher hace la Suecia como la ven los estadounidenses, repleta de nieve, fría, gris, oscura. En cualquier circunstancia criticaría el prejuicio típico hollywoodense, pero en este caso todo aporta para mantener al espectador en vilo y mantener la tensión durante dos horas cuarenta minutos de metraje. Los suecos filman a lo Hollywood, Fincher a lo sueco.
A partir de que vemos la excepcional secuencia de títulos, típica de Fincher sabemos que no veremos las adaptaciones suecas. El resto es demoledor: más de dos horas, donde Fincher permite examinar cada rincón de la familia, y las formas en las que puede jugar con la plástica de la imagen sin querer estar a la vanguardia o cerca del cine experimental. El clima ayuda mucho, la fotografía de su principal DF, Jeff Cronenweth o la soberbia banda sonora del lider Nine Inch Nails, Trent Reznor junto a Atticus Ross son aportes mínimos, pero que ayudan a convertir la película en una obra más mística que la original.
Y sobretodo cambia la perspectiva del personaje de Lisbeth. Rapace le daba un tono natural. Parecía que realmente nació así. Fincher con Rooney Mara la convierten en una heroína casi de cómic, una vengadora anónima que parece más caracterizada que Rapace, al estilo la visión de Nolan con Batman. Es más fría y calculadora. Mete miedo y la sólida interpretación de la joven actriz descubierta en Red Social es abrumadora. Diferente a Rapace (por una cuestión de gustos me quedó con Rapace), pero con personalidad propia. Como el resto de la película. Una historia con tal nivel de crueldad en sus personajes secundarios no puede tener una resolución cinematográfica tan naturalista. Fincher le quita la solemnidad, la hace suya, y por eso el interior de la casa del protagonista en el pueblo donde debe investigar el crimen, parece sacado de Pecados o El Club, la mansión de la familia Vanger luce como Harvard debajo de la nieve, o los flashbacks remiten a Zodiaco. O los ravelings que atraviesan habitaciones.
Además hay una unión temática: la obsesión por descubrir el secreto hasta sucumbir. La culpa, el pecado, la redención. Temas que expuso tanto en Zodíaco como en Pecados, pero también Red Social y Al Filo de la Muerte.
Hay que destacar el solvente trabajo de Daniel Craig. Más humano que Nyqvist, con mayor carisma e inocencia al mismo tiempo, pero gélido como James Bond.
Los cambios son pocos pero aportan. Hay algo en la química y relación entre Mikael y Lisbeth que es más palpable. No hay química, pero las escenas íntimas de ambos son gráficas, tienen cierto salvajismo. Se profundiza el tema de todas las relaciones, de más lugar para la reflexión incluso, acerca del comportamiento de todos los personajes.
También otros secundarios tienen participaciones interesantes, empezando por el siempre verosimil, Stellan Skarsgard, el maestro Christopher Plummer o Robin Wrigth.
Fincher vuelve a hipnotizar con su siniestra y oscura, negativa, pesimista e intelectual mirada del mundo. Un cínico de primer nivel, perfeccionista en su arte. Toma algo que ya vimos varios y eleva su dimensión para crear un producto personal. Eso es un autor. Aquel que sin abandonar la obra, logra influir, destacarse con personalidad y rebeldía.
Como sucede con Lisbeth, la anarquía es más poderosa cuando se hace lo correcto. La Chica con el Dragón Tatuado es anarquía con inteligencia. Vamos a ver que sucede en la secuela…