(Estados Unidos/ Reino Unido, 2015)
Dirección: Simon Curtis. Guión: Alexi Kaye Campbell. Elenco: Helen Mirren, Ryan Reynolds, Daniel Brühl, Katie Holmes, Tatiana Maslany, Max Irons, Charles Dance, Antje Traue, Elizabeth McGovern. Producción: David M. Thompson y Kris Thykier. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 109 minutos.
El aura de Klimt.
Tras la anexión de Austria por parte de Alemania en marzo de 1938, los ciudadanos de origen judío fueron hostigados, perseguidos y expropiados en un principio para luego ser deportados a los campos de concentración. Sus pertenencias pasaron a formar parte en muchos casos de jerarcas del Partido Nazi y tras la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, siguieron un derrotero que las condujo a colecciones privadas o museos alrededor del mundo, en el mejor de los casos. La Dama de Oro (2015) narra la historia del litigio encabezado por María Altmann (Helen Mirren), sobrina de un empresario checo de origen judío, Ferdinand Bloch-Bauer, que le había encargado al pintor secesionista austríaco Gustav Klimt una serie de cuadros que retrataban a su esposa Adele, y su abogado Randol Schoenberg (Ryan Reynolds), nieto del genial compositor Arnold Schoenberg, por la propiedad de estas obras.
En la historia en cuestión, basada en las memorias de Altmann, una refugiada austríaca en Estados Unidos, la nonagenaria mujer decide analizar la posibilidad de recuperar el primer retrato de su tía Adele Bloch-Bauer, un emblema del museo estatal Belvedere de Viena, tras la muerte de su hermana, al encontrar unas cartas en las que ella había indagado sobre el tema tras la finalización del conflicto mundial. A principios de los años noventa Austria es presionada internacionalmente para revisar su pasado y se impulsan leyes para devolver objetos de arte expropiados por los nazis a sus dueños originales. Esta ley de restitución es aprobada en 1998. Al conocer esto, Maria decide actuar y contrata los servicios de un abogado hijo de una amiga para realizar la investigación judicial.
El abogado convence a la reluctante Maria de volver a Viena para presentar la demanda sobre la restitución de las obras expropiadas por el estado nazi y cedidas al museo, pero rápidamente se encuentra con la hostilidad de todos los funcionarios austríacos, quienes no están dispuestos a devolver su pieza más preciada. A su regreso a Estados Unidos, Schoenberg descubre que puede demandar al Estado austríaco en Estados Unidos bajo una ley norteamericana, lo que destraba el caso a través de una decisión de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos.
La película abre de esta manera el debate sobre la apropiación y las políticas de restitución de las obras de arte, asimismo que analiza -aunque un poco más solapadamente- la propiedad del cuadro como símbolo y patrimonio de una nación. La actuación de Mirren es excelente, y es acompañada por un buen elenco en el que se destaca un comprometido Daniel Brühl que interpreta a un periodista austríaco, Hubertus Czernin, que ayuda a Maria en su búsqueda de documentación en Viena.
Con una gran reconstrucción de la época y un gran trabajo de edición en los pasajes del presente al pasado y viceversa, en flashbacks y recuerdos que encantan a la protagonista con la calidez de sus alegres y terribles penurias, La Dama de Oro consigue entrar y comprender las reglas del mundo del arte y comparar su estado vivo, su aura y su historia, a la vez que realiza una crítica sagaz de los funcionarios que politizan la obra de arte y las convierten en un símbolo. Sin embargo en ocasiones, por esta misma razón, el film adolece por su visión sesgada del asunto, ya que la historia está basada en las entrevistas realizadas a Altmann, Schoenberg y Czernin en tres documentales realizados en la década pasada respecto del litigio jurídico. De todos modos, la ficción sale airosa del trance y da lugar a un debate interesante sobre las cuestiones jurídicas referidas al arte, a la vez que recorre las calles de la hermosa capital de Austria.
Por Martín Chiavarino