(Francia, 2013)
Dirección: Valeria Bruni Tedeschi. Guión: Valeria Bruni Tedeschi, Noémie Lvovsky y Agnès de Sacy. Elenco: Valeria Bruni Tedeschi, Louis Garrel, Filippo Timi, Marisa Bruni Tedeschi, Xavier Beauvois, Céline Sallette, Pippo Delbono, André Wilms, Silvio Orlando. Producción: Saïd Ben Saïd. Distribuidora: CDI Films. Duración: 104 minutos.
La decadencia de la aristocracia.
La lógica económica es bastante cruel para aquellos que no se adaptan a las reglas del mercado. La fascinación de la aristocracia de los siglos XVIII y XIX por el tradicionalismo colocó a estas familias en un lugar poco propicio para los negocios en el siglo XX y de a poco -o súbitamente- fueron perdiendo sus fortunas de la mano de gastos suntuarios irresponsables y menguantes entradas financieras. La tercera y última película de la actriz Valeria Bruni Tedeschi como directora, Un Castillo en Italia, es un melodrama familiar alrededor de un clan aristocrático venido a menos, cuya vida y patrimonio se estancan a cada minuto debido a la desidia y las malas inversiones.
Un Castillo en Italia indaga en el devenir de una familia que logró sobrevivir a la debacle de la aristocracia hasta la quiebra de la fábrica del clan, la cual sostenía el imperio Rossi Levi. Mientras la casa pierde su brillo, los sobrevivientes del patriarca debaten qué hacer con el castillo heredado y un extraordinario, hermoso y valioso cuadro satírico del pintor renacentista Pieter Brueghel el Viejo, dejando al descubierto sus egoísmos, caprichos y malversaciones.
En esta farsa aristocrática, Louise es una actriz que ha abandonado su carrera para repensar su vida y su hermano Ludovic es un playboy con HIV que se dedica a mantener sus últimas posesiones en una especie de letanía moribunda, mientras su madre está a punto de ir a la cárcel por evasión de impuestos. A todo esto se suma un joven actor obsesionado con Louise, hijo de un director que ha estado con ella años atrás, y Serge, un artista protegido de la familia, otrora amigo de Ludovic y amante de Louise, a punto de la quiebra, resentido y desesperado por obtener una gran suma de dinero para salir del apuro.
La síntesis de estos elementos dramáticos y patéticos da como resultado una obra opaca, fuera de época, pero que intenta buscar pasajes para entrar en el presente, encontrando siempre algún resquicio insuficiente. Desde el comienzo del film, la vida parece destinada al fracaso con un castillo, una fábrica cerrada y un apellido que penden cual espada de Damocles sobre la cabeza de una familia que ve todo su mundo derrumbarse de a poco. Un Castillo en Italia es una obra sobre la indolencia ante la vida y la pérdida de toda razón de ser y de vivir. Todo lo sólido se desvanece en el aire y la vitalidad de agota en este contexto emocionalmente sombrío, solo queda una oquedad vacía de lo que en otro tiempo fue el centro de la vida social de una ciudad.
Desgraciadamente, la obra de Bruni Tedeschi no añade nada a los vaivenes de la degeneración de la tradición y la aristocracia, dejando una estela de gravedad aparente sin contenido sobre una obra que nunca encuentra el camino hacia las causas profundas de la decadencia. Lo que queda es un conjunto de personajes expuestos a sus caprichos sin la indagación de los males de época que acechan a los que osan traspasar los límites de lo posible.
Por Martín Chiavarino