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CRÍTICAS - CINE

12 Horas para Sobrevivir, según Martín Chiavarino

Purgas del primer mundo.

Los gobernantes de los Estados Unidos (no sus presidentes y congresistas sino los empresarios y accionistas que los financian y toman las decisiones respecto de la política interior y exterior) saben que para dirigir una cultura hegemónica es necesario crear enemigos imaginarios en el inconsciente colectivo y después convertirlos en enemigos reales. De esta manera la cultura norteamericana se nutrió de la propaganda del odio contra el comunismo y ahora contra el islam.

Mientras que los empresarios capitalistas logran cada vez más ganancias, los trabajadores pierden sus beneficios laborales y salariales en nombre de la libertad del mercado. La aparente fragilidad de un sistema tan complejo de expropiación permite que surjan distopías o pequeños desvíos que privilegian el proceso de acumulación del capital en detrimento de las leyes republicanas que garantizan los derechos civiles y democráticos.

La saga de The Purge es una distopía que se nutre de estos miedos y ofrece un futuro cercano en el que el gobierno de Estados Unidos ha refundado la nación con una serie de leyes que garantizan una estabilidad de la sociedad de clases y del proceso de apropiación de la riqueza por parte de la clase dominante y de la expropiación de los más pobres con su aquiescencia. El sistema se sostiene en la liberación de la ira contenida en una noche de furia que es denominada “la purga”. Durante doce horas el asesinato no es punible y toda clase de psicópatas y asesinos salen a las calles a “purgar”. Las clases bajas son purgadas mientras que las clases dominantes salen de cacería o se esconden en los suburbios protegidos por sus costosos sistemas de defensa.

La segunda parte de esta saga sigue la venganza de un anodino sujeto que termina salvando a una serie de individuos mientras el gobierno intenta promover las purgas con un grupo de elite cuya misión es asesinar a los habitantes de magros recursos que viven de la ayuda social estatal. También hay un grupo rebelde que propone contraatacar y devolver la violencia.

Para atraer a los fanáticos del horror la película busca crear una atmosfera de terror psicológico en detrimento del guión, generando una sensación de falta de trabajo sobre unos diálogos que por momentos son aburridos y baladíes. Con actuaciones regulares y un guión que nunca logra construir una historia solida ni creíble, el interés se va perdiendo mientras la purga se repite sin sentido una y otra vez. Desgraciadamente lo que en la primera parte fue una aceptable entrega de una distopía con buenas ideas e intenciones, vuelve en forma de farsa para atormentar los espíritus de los vivos agitando el fantasma del tedio.

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Por Martín Chiavarino

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