A Sala Llena

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FESTIVALES

17 Küstendorf Film & Music Fest

17 Kustendorf International Film & Music Festival

Drvengrad, Mokra Gora, Serbia

 

LA SINGULARIDAD

A casi doscientos kilómetros de Belgrado, en las montañas, cerca de la frontera con Bosnia y Herzegovina, ocurre la decimoséptima edición de Küstendorf, un festival que se hace en un pueblo de Emir Kusturica. No, no en el pueblo de Kusturica como diciendo “el pueblo natal de” sino en un gran caserío propiedad de Kusturica, desarrollado a partir de lo que fue el decorado de La vida es un milagro, película de 2004. En este lugar, conocido como Mecavnik o Drvengrad, Kusturica aloja directores, periodistas y otros invitados. Y más allá de estos días del festival -del 23 al 27 de enero- y de otros festivales que organiza en otros momentos del año (uno de teatro, uno de música clásica), el lugar es un resort. Es decir, Kusturica, que vive aquí mismo en Drvengrad, es no solamente director de cine ganador de dos Palmas de Oro y de otros premios de primer orden, guionista, músico, actor y productor sino que además podríamos decir que es un empresario hotelero. Por otra parte, a poco más de media hora en coche desde Drvengrad, ya en Bosnia, hay otro pequeño poblado, o algo así como un barrio propiedad de Kusturica llamado Andrićgrad construido por el cineasta en homenaje al escritor Ivo Andrić. Hay muchos detalles que podría contar sobre Drvengrad y sobre Andrićgrad, como que cada uno tiene una iglesia ortodoxa, pero este primer texto sobre Küstendorf se centrará en Kusturica, que abrió el festival junto a Matteo Garrone y Yo Capitán, justo el día en que se anunciaba que la película estaba nominada al Oscar a mejor película extranjera. Al abrir el festival, además de activar dos cartuchos de lo que hoy dicen que es confetti y nosotros decíamos papel picado, Kusturica mencionó la importancia de que en este festival hubiera directores consagrados junto a los cortometrajistas, que son quienes compiten por los premios -oro, plata y bronce, como en las Olimpíadas- del festival.

El pueblo de Kusturica tiene cines de gran nivel de proyección y sonido. “En la sala de cine, con buen sonido y buena imagen, es donde se revela el poder del cine, en donde llegan realmente las emociones, ver películas en teléfonos o en otras pantallas es más bien recibir información”, nos dice Kusturica a las cuatro personas que lo entrevistamos en su escritorio, o su oficina, o su biblioteca, un espacio lleno de libros en los estantes y también con pilas de libros en el piso y en las mesas, más instrumentos musicales por doquier, cuadros, pósters y objetos que parecen revoleados al pasar, así como Kusturica revolea el abrigo al entrar o la cáscara de una banana a la chimenea, que hoy está apagada. Hablando de la proyección en el cine, Kusturica recuerda que la mejor proyección de sus películas fue la de La vida es un milagro en el Festival de La Habana, y que García Márquez se preguntaba en dónde la había filmado, porque parecía en un país con mucho sol. Kusturica nos cuenta que para los exteriores solamente filmó con sol y paciencia aquí mismo, muy cerca de donde lo estamos escuchando.

Le preguntan cómo se siente ser el jefe de una ciudad y dice que “lo bueno es que si quiero puedo echar a alguien del pueblo, aunque nunca tuve que hacerlo”, pero que a la vez eso de ser el jefe de la ciudad hace que tenga que estar todo el día pendiente de los problemas que puedan surgir. Habla también de las conexiones que ve entre Latinoamérica -sus únicos dos documentales han sido uno sobre Diego Maradona y otro sobre José Mujica- y los países que antes eran Yugoslavia. Habla sobre la importancia de tener en Kustendorf a los cineastas más jóvenes, de que al principio del festival solían tener mayoría de cortos que habían pasado por Berlín, Cannes, etc, y que con el tiempo cada vez más cortos buscan a Küstendorf como plataforma de lanzamiento. Cuenta el caso del italiano Edoardo de Angelis, que había competido tres veces en Küstendorf con sus cortos y que regresó estos días aquí con Comandante, la película de apertura de Venecia en 2023. Siente orgullo de que Küstendorf de alguna manera sea una escuela, y en la entrada de su lugar de trabajo dice Professeur. Le preguntan por América, por Estados Unidos de, y responde que de ahí vino lo mejor y lo peor, que América supo hacer el mejor cine y la mejor música hasta que empezó la decadencia a fines de los ochenta. Le pregunto si esa decadencia no habrá tenido que ver con que en Estados Unidos empezó a declinar la producción de una cultura nacional, que fue parcialmente reemplazada por una producción global. Está de acuerdo, y carga contra la idea de “ciudadanía mundial”, se queja de aquellos que dicen que el mundo está superpoblado y habla de la importancia de la herencia cultural, de las particularidades y con absoluta seguridad nos dice que “la cultura no puede basarse en la nada”. Para Kusturica, hay que proteger las singularidades y por eso su festival tal vez sea uno de los más singulares del mundo, un festival en un pueblo en cuyos bares y restaurantes se ofrece comida local y no se vende Coca-Cola.

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