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FESTIVALES

3º Festival de Cine Nacional Leonardo Favio – Día 7

Jueves 22 de Agosto

Además de Fermín (cuya crítica previa en el sitio se adjunta debajo), el otro de los largos que se proyectó el día de hoy fue Entre Ríos, Lo que No Nos Dijimos, de Nelson Schmunk; una película que se dedica a contar con sencillez un relato de reencuentros y despedidas tan bello como humano. En la presentación de la película, su director hizo hincapié en la importancia de llevar Entre Ríos a localidades pequeñas de provincia, como es el caso de Bolívar. La recepción de una película de estas características, sin duda, no será la misma entre el público que conoce la vida de campo, sus silencios y sus colores, y el que no.

Entre Ríos cuenta la historia de Emanuel, un chico de 20 años que vive en Buenos Aires pero viaja a Entre Ríos a acompañar unos días a su madre, que se ha instalado en la casa de campo de la abuela de Emanuel para cuidarla, porque ha comenzado a enfermar. Paralelamente, como si se tratara de dos películas en una, este relato que parecía ser llanamente un relato de despedida, se entremezcla con la necesidad de Emanuel de contar su historia, de encontrarse con otros, de explorar su sexualidad y vivirla libremente. Esto último, eso que Emanuel se calla, hace que las escenas donde pasa tiempo a solas con su abuela adquieran otra carga, otros silencios, otras preguntas en el aire. Pero también nos hacen ir entendiendo con el protagonista de la historia que no todo tiene por qué ponerse sobre la mesa, que a veces basta un solo gesto, un corte de pelo, la posibilidad de un abrazo o un apretón de manos para entender que está todo bien, que el amor trasciende siempre. Y que el amor entre nieto y abuela es lo suficientemente fuerte como para estar intacto a través del tiempo y las distancias.

Un cuarto personaje, Brickman, un vecino del campo que los lleva y los trae del pueblo, un hombre tan o más anciano que la abuela, trae frescura al relato, lo inunda de chistes malos y anécdotas de campo. El personaje de la abuela está tan bellamente interpretado que uno no puede menos que pensar que esa mujer es así, una alemana a veces tierna, a veces terca, y con una dulzura en la mirada muy difícil de fingir. Y el vínculo que llega a tener con su nieto y con su hija es tan particular en ambos casos que hace pensar en el nivel de detalle con el que el director ha involucrado a los actores en la historia.

Una historia chica, sencilla y muy bella, que dispara en el espectador imágenes de su propia historia. Como esos espejos prestados donde de vez en cuando nos gusta mirarnos. Algo así pasa de este lado cuando miramos Entre Ríos.


Fermín (2013), por Martín Chiavarino

Así es el tango…

Como expresión particular del desarrollo cultural de la música popular porteña en la Argentina, el tango, como representación de un estilo de vida, ha ido perdiendo su mística para convertirse en un elemento más (de mucho peso) del folclore nacional que representa nuestro pasado abandonado desde la victoria de la industria y la sociedad del espectáculo, principalmente a través de la expansión del consumo de la música rock y del cine norteamericano.

Fermín crea alrededor de la historia argentina y del estilizado baile del tango una historia sobre la amistad, la locura, la paternidad y el amor. La película dirigida por Hernán Findling y Oliver Kolker establece un pasaje entre momentos de la historia argentina. Por un lado, Fermín (Héctor Alterio) en el presente es un interno de un hospital psiquiátrico que habla frases inconexas que remiten a nombres de letras de canciones de tangos. Durante su juventud en Buenos Aires en el año 1945, Fermín (Luciano Cáceres) era un compadrito de ideas comunistas que frecuenta la milonga con su amigo Cienpiés, un ladrón, estafador y eximio bailarín de tango enamorado de Zulma, una bella mujer deseada también por Fermín.

La película va narrando las equivocaciones y las tragedias en la vida de Fermín que lo llevan al instituto psiquiátrico desde el punto de vista de la heterodoxa investigación del doctor Ezequiel Kauffman (Gastón Pauls), un joven y brillante psiquiatra de ideas humanistas -recién llegado al hospital- que se obsesiona con el paciente y se enamora de su bella nieta, la bailarina de tango Eva Turdera (Antonella Costa). La burocracia estatal lo ha expulsado ya una vez, pero Kauffman cree que la psiquiatría solicita el involucramiento del doctor y no el diagnóstico pasivo para lograr la mejoría de los pacientes. Esto lo lleva a implicarse sentimentalmente con Eva y a comenzar una serie de ejercicios con Fermín para intentar descubrir qué lo llevó a su estado actual.

Con una gran puesta en escena destinada a resaltar las coreografías tangueras y la participación de bailarines reconocidos, la historia de Fermín Turdera funciona como una metáfora sobre la caída del tango y su transformación o resurgimiento como entretenimiento pasivo y afición residual asimilado dentro de la industria del turismo y de la cultura del espectáculo, y como tributo al sufrimiento de una generación.

El tango es un género rico en vertientes y de múltiples implicancias poéticas, cuyo baile erótico tiene un estilo único. Sus letras hablan sobre venganzas, traiciones, tragedias, sentimientos nostálgicos y depresivos que los seres humanos sienten a lo largo de su vida. Estas características lo hacen representativo de la historia argentina de los últimos sesenta años, plagado de dictaduras, crímenes y asesinatos por parte del estado en nombre de la nación y la paz. El tango está de moda como pasatiempo pero la fuerza de interpelación poética de su música y sus letras y su cualidad como baile todavía permanecen debido a una enorme potencialidad que lo mantendrá por mucho más tiempo.

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