(Argentina, 2013)
Dirección: Gustavo Giannini y Leandro Visconti. Guión: Gustavo Giannini. Elenco: Antonio Birabent, Gonzalo Suárez, Belén Chavanne. Producción: Gustavo Giannini y Carlos Salvatore. Distribuidora: 3C Films Group. Duración: 110 minutos.
El apocalipsis tampoco lo inspira.
Si una película está filmada predominantemente con dos tipos de planos, y con un montaje que dé a esos planos una duración similar o repetitiva, lo que se termina obteniendo es un ritmo cansino, monótono, que impide todo tipo de crescendo dramático. Si se filma al héroe principal de la película de la misma forma en que se filma al comic relief o a cualquier otro personaje secundario, se dificulta establecer un orden jerárquico entre los personajes. Y si a todo esto le sumamos errores gravísimos de guión, un trabajo de puesta en escena impasible, un uso sonoro y musical de relleno, estamos ante una película sin un mínimo de conciencia del género que aborda, o tal vez del correcto uso de las herramientas cinematográficas todas.
La historia toma como eje central los dibujos proféticos de Benjamín Solari Parravicini (pintor y escultor argentino) e intenta dar forma a una película apocalíptica y paranoica que se diluye en su incapacidad de transmitir no sólo desde el trabajo de puesta, sino también desde la no dirección de actores. Cada actor ocupa el papel que mejor le queda, y parece que se les pidió que hagan lo suyo. Birabent hace de él mismo y maneja un solo registro vocal abúlico, incluso cuando desespera; Gonzalo Suarez hace al Marcos de las propagandas del banco y el personaje es insoportable, se pasa de estúpido y más que en comic relief es un comic annoyance; Belén Chavanne es bonita y no se le entiende nada cuando habla. Y yo no hice más que desear que llegue el fin, de Buenos Aires o de la película, que me saque de la sala.
Por Nuria Silva
El Nostradamus argentino.
La temática que aborda 5.5.5 es sin dudas muy original: los dibujos proféticos realizados por el artista argentino Benjamín Solari Parravicini obsesionan a un profesor de filosofía cuando descubre la cantidad de hechos históricos que fueron predichos por este autor. Desde el vamos, el filme nos sugiere un interesante acercamiento a la obra de este pintor y escultor nacido en Buenos Aires cuyas psicografías –dibujos realizados durante un estado de hipnosis o trance- aparentemente profetizaron sobre el atentado a las torres gemelas, la crisis económica mundial y muchos otros sucesos importantes acaecidos en los últimos tiempos.
Antonio Birabent interpreta -sin ningún tipo de matices y con notorias dificultades- a Gabriel, este sereno profesor que se va obsesionando de manera paulatina con el análisis de los dibujos de Solari Parravicini luego de que una bella alumna –Belén Chavanne- se le acerque de repente, lo introduzca en su obra y lo ame para luego esfumarse sin dejar rastros. La vida calma y monótona de Gabriel da un vuelco significativo a medida que las psicografías que estudia pasan a ser lo único que le importa en su día a día. El filme lo muestra con la imagen típica de las imágenes empapelando su habitación y con las reacciones enfermizas que tiene para con su único amigo -que en realidad es su primo- Tony (Gonzalo Suárez, famoso por las publicidades del banco gallego).
La película de Gustavo Giannini (Plumíferos: Aventuras Voladoras) avanza a paso cansino e irregular en una trama que se apoya fuertemente en el interés que a uno le pueda generar el conocimiento de esas psicografías que hizo Solari Parravicini y el suspenso va increscendo, como subiendo escalones en cada una de las personas que Gabriel va conociendo gracias a su investigación y a la búsqueda de la joven que lo acercó a esta obsesión. En ese camino encontrará personajes bastante mal escritos pero en caras famosas como Atilio Pozzobón (un taxista que cuenta una historia descolgada sobre Parque Chas), Ricardo Bauleo (el encargado de una librería de barrio que parece saber más de Solari Parravicini que de sí mismo) y el periodista Rolando Graña (un geólogo amigo de Tony). El único personaje secundario que está mejor pensado más allá de su previsibilidad es el astrónomo loco que interpreta Norman Briski, que logra aportar su función en la historia sin que su presencia o sus diálogos descoloquen dentro de la trama.
El filme es excesivamente largo y eso le juega en contra al finísimo hilo de interés que suscita la trama, que puede mantener el suspenso a partir de su premisa, pero que cae en enormes baches por los problemas que la propia narración plantea y por los inconvenientes que tiene Birabent para ponerse al hombro un personaje que está frente a la pantalla durante todo el metraje. El libreto tampoco le hace ningún favor, y le complica la vida poniéndolo a gritarle cosas al cielo, explicar sus deducciones “espontáneas” en voz alta o quedarse un minuto seguido mirando azorado una situación incomprensible.
De aspectos técnicos muy discretos, 5.5.5 es un filme que podría haber sido bueno y no lo es por poco: porque su irregularidad constante la vuelve extraña, porque alterna fallas casi ridículas en medio de una trama que podría haber funcionado, pero que aún así merece cierto respeto por haberse animado a un género no tan explotado por el cine argentino y lograr hacer encajar las piezas correctamente.
Por Juan Ferré