A Sala Llena

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Preguntas Cruciales o, Los Muppets Hablan…(lo dejo a tu criterio)

Preguntas Cruciales o, Los Muppets Hablan…(lo dejo a tu criterio)

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Por estos días, mi vida está medio patas para arriba y ando, como dicen en mi pueblo, culo al norte y de acá para allá. La verdad me resulta extraño porque, en general, suele sobrarme el tiempo para hacer lo que se me canta y, como la organización no es algo que me caracterice, ando con un millón de pelotas en el aire, bastante desconcertada. Debo decir que, si bien es un poco angustiante, es también profundamente estimulante y excitante. Y es que, más allá de andar jugada con el tiempo y la mar en coche, cuando uno tiene la Gracia de hacer lo que le gusta, todas las angustias cobran sentido y todas las dudas y zozobras también. Eso sí, la angustia se pronuncia bastante, cuando uno anda cerca del comienzo de un rodaje.

Scoutings, ensayos, pruebas de vestuario, reuniones de largas horas, presupuestos, revisiones y más revisiones de todos y cada uno de los rubros, días de profusa ocupación y alguna que otra noche en vela. Mucha adrenalina, mucha emoción. Una montaña rusa que asusta, pero gusta. En fin… Sarna con gusto, no pica.

Pero, uno va creciendo y esa inconciencia tan beneficiosa de los veinte, a los treinta comienza a desaparecer y le abre paso a un estado de conciencia diferente. En primer lugar, a estas alturas, uno ya comenzó a amigarse con la idea de que no es nada del otro mundo, de que no es un genio y que, a no ser que se dé algún milagrito conveniente, no reinventará la rueda ni la pólvora. Que se hace lo que se puede con el talento que se tiene, y que la clave está en el disfrute y la perseverancia. Pero, en las noches, suele volverse complicado parar la cabezota y no dejar que la escaza madurez alcanzada, se vuelva podredumbre.

¿Para qué hago esto? ¿Por qué dejo la comodidad de mi vida, para arriesgarlo todo e irme a filmar una película? Mi casa es acogedora, mis gatos están ahí, mi hombre, mis ojotas,  la tele… Ya estoy grande para esto. ¿Debería tomar conciencia de algo, debería saber algo diferente, estoy arriesgando demasiado por una emoción que, fácilmente, enmascara con pasión lo que termina siendo un capricho? ¿Debería dejarme de joder?

El domingo a la noche, de regreso de un scouting (búsqueda de locaciones) y reventada por el cansancio del viaje, la cabeza se me llenó de una angustia imparable. Si debo ser sincera, en ese momento lo único que quería era engañarla con algo, por ejemplo, emborrachándome. Necesitaba descansar, recuperar la alegría, la despreocupación, la valentía, el arrojo. Necesitaba volver a percibirme joven y recursiva. Un poco inconsciente, temeraria. Sentir que podía meterme en la boca del león otra vez y creer que todo estaría bien, como cuando pensaba que era Orson Welles resucitado.

Mi chuchi se las arregló para servir sendos cuba libres, bien fríos, exquisitos. Nos sentamos frente a la televisión, con las patas arriba de la mesa, uno al lado del otro, tratando de relajar y descontracturar. Por mi parte, lo único que podía hacer, era esperar a que el ron o lo que sea que lleve el legendario trago, me pusiera hasta las tuercas y me mandara derechito a la cama. Quería dormir y soñar con unicornios. En ese punto, me importaba tres carajos que fueran azules o no.

Es que filmar una película no es algo sencillo y debe tomarse una decisión que conlleve suficiente fuerza, como para renovarla todos los días desde el amanecer. Y las sombras de la mente del realizador, sobre todo a medida que va pasando el tiempo, suelen ensancharse y cobrar forma descomunal, cuando el miedo asalta. En ese mal momento, en el que el cansancio, el temor y la falta de los medios ideales arremeten, es difícil no sentirse tentado a hacerse preguntas cruciales y buscar sus respuestas en el peor de los minutos.

Con la cabeza humeante, traté de mantenerme cuerda mientras me echaba al coleto el trago.

– Estás cansada – me dije -. Tenés que comer y dormir bien.

Después de un rato y con el vaso a la mitad, me di cuenta de que me iba a costar, por lo menos, un fondo blanco recuperar la tranquilidad. Así que me abracé a mi chuchi y surfeé los canales mientras rogaba mentalmente por una señal, algo que me dijera qué era lo que tenía que hacer. Por HBO, aparecieron Los Muppets, película que disfruté inmensamente y que ya está siendo emitida por los canales Premium. Mi ruego había sido escuchado. La señal que necesitaba estaba allí, delante de mi nariz y, como casi siempre, provenía del cine.

La escena en cuestión era la charla “clave” de la cinta, entre el personaje interpretado por Jason Segel y su hermano Muppet, Walter. En ella, Walter no quería salir a escena porque temía fracasar y su hermano lo encorajinaba, hablándole de lo que significaba crecer, luchar por los sueños y tomar riesgos. Salir de la zona de confort y pelear por lo que uno quiere. La escena era impecable. Tanto así, que se me llenaron los ojos de lágrimas. Mi señal había llegado tan rápidamente, tan directamente… A solo un cambio de canal de distancia. Las palabras de Segel eran la respuesta exacta a mi pregunta y mi pregunta era: ¿qué debo hacer?

Me sentí sobrecogida (si se me permite el término).

Los Muppets se estrenó en la Argentina durante enero de 2012, y es maravillosa. Ya la he visto unas seis veces y no me canso. Es dulce, humana, tierna, inteligente, divertida y sumamente entretenida. Con un elenco maravilloso, tanto de carne y hueso, como de felpa, nos lleva en todas las direcciones correctas y nos hace sentir arrullados y confortables. Gracias a Dios me topé con ella en mi pequeño momento de necesidad, porque me iluminó el alma de manera suave y me sacó de la angustia sin estridencias ni rimbombancias feroces. Me guio hacia un buen lugar, con un besito en la mejilla.

Ustedes dirán, “Esta mina está borracha, cree que los Muppets le hablan” y si, un poco borracha estaba. No puedo confirmar ciento por ciento que, ese extraño bienestar, esa sensación tan acogedora y todo lo que siguió, no fuera la consecuencia de una curda pelada. Pero mi corazón me dice lo contrario. Así que, me voy a tirar a la pileta y voy a HACER porque, para esta piel en la que tocó meterme esta vuelta, parece que todas las respuestas están en el cine. Y más allá de las dudas, parece que siempre es lo mismo.

Y si me lo preguntan ahora, que estoy fresquita como una lechuga: Si, Los Muppets hablan…

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