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CRÍTICAS

Fernando Cabrera en vivo en Xirgu, por Patricio Durán

La división política dirá que Fernando Cabrera es uruguayo, pero todos sabemos que es nuestro, de los habitantes de la República del Río de la Plata y sus alrededores. Porque en sus canciones con raíces orientales –el candombe sobre todo– también podemos encontras sonidos de Argentina, de Brasil y de varios otros lugares que nutren la música de Cabrera. Prueba de esto es la apertura del show, antes de que Fernando saliera a escena, se mostraban sobre una pantalla imágenes de próceres como Eduarto Mateo, Daniel Viglietti, Tom Jobim, Astor Piazzolla, Violeta Parra, Bob Dylan o The Beatles.

Cuando las luces comenzaron a bajar y las imágenes a esfumarse, quedó de fondo la tapa de 432, el disco del año pasado que el uruguayo vino a presentar al Xirgu.

Empezó su concierto entonces, que se extendió durante casi una hora y media. Abrió con “Copando el corazón”, “La casa de al lado” y “Medianoche” antes de saludar y avisar que iba a hablar poco porque tenía la voz comprometida (por cierto, habló mucho y cantó excelente). Pudimos notar la cantidad de matices que ofrece Fernando tan solo con su voz y su guitarra eléctrica, el único instrumento que lo acompañó. Su canto va desde el más tenue susurro hasta un caudal que llena toda la sala. De su guitarra podemos escuchar un rasgueo casi inaudible, arpegios y punteos con la púa o sentirla casi como un contrabajo (“La casa de al lado”).

Contó un par de historias para presentar sus canciones, en “Trío Martín” nos habló del baldío al que iban unos botijas que se cruzaban con “esos perros horribles que están de moda, ¿cómo se llaman, Brad Pitt?”, bromeó con los Pitbull. En “Buena madera” nos habló del carpintero que se puso a estudiar ebanistería y se enamoró de una joyera. También en “Otra dirección” nos habló del amigo que se tuvo que mudar y tuvo que dejar algo tan preciado como el árbol que había plantado. Y de esta cotideanidad nos canta Cabrera, del barrio, de los amigos o los vecinos, del amor, ¿cómo no sentirlo nuestro?

Dejó la guitarra cuando llegó el turno de “Viveza” y, apenas acompañado por una cajita de fósforos, hizo gala de los distintos timbres que puede ofrecer su voz. Comenzó entonces la seguidilla más emocionante de la noche: “Pandemonios”, “Imposibles”, “Te abracé en la noche”.

Cerró el show con “Oración”, otro de sus temas nuevos (casi la mitad del show fueron canciones de 432) y se despidió por un ratito. Volvió para los bises y comenzó a negociar con el público si hacía una o dos canciones más porque tenía que volver a Ezeiza. Entonces una espectadora le ofreció su hogar y Cabrera volvió a bromear: “¿Cómo es el colchón? ¿y el desayuno?”. Se despidió definitivamente con “El tiempo está después” del disco con el mismo nombre del 2004 y con “Por ejemplo”, el clásico recordado de aquel disco en vivo junto a Eduardo Mateo.

© Patricio Durán, 2018 | @moss_elixir

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Ph: Cristina Arriagada

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