A Sala Llena

0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

FESTIVALES

Análisis del Palmarés: La Gran Sorpresa Final

Estamos más que acostumbrados a que los Jurados la líen parda en San Sebastián. De hecho se diría que obtienen un perverso placer en llevar la contraria no ya a la prensa especializada que cubre el Festival, sino incluso al propio público. Examinemos precedentes: en el 2008 otorgaron la Concha de Oro no vale hacer chistes fáciles – a la correcta película turca Los Tiempos de la Vida (Pandora’s Box) dejando de lado casi una obra maestra como Un Día en Familia (Still Waliking) de Kore-Eda y a la contundente Camino de Javier Fesser. En el 2009 fue la china Ciudad de Vida y Muerte, obra durísima y brillante pero asimismo bastante maniquea y lejos de ser redonda, la que se llevó Mejor Película por encima de una de las propuestas más indiscutibles del año, El Secreto de Sus Ojos, con el agravante añadido de que la notable película de Campanella, como la de Kore-Eda el año anterior, se quedó fuera del Palmares. Y el año pasado Neds de Peter Mullan debió ser la típica decisión de consenso de un Jurado muy dividido, incapaz de ver que Pa Negre era la mejor película a concurso, aunque al menos la Concha de Plata como Mejor Actriz de Nora Navas palió un poco el desatino, dando inicio a la catarata de premios que luego recibiría la magnífica y negrísima visión de la posguerra de Agustí Villaronga.

 

En fin que llueve sobre mojado, una expresión especialmente apropiada para un año en el que el sol ha brillado por su ausencia (y ya no hago más simbolismos, lo prometo: es un pésimo recurso cuando se vuelve reiterativo) pero nadie, repito, nadie se esperaba lo que pasó anoche en la Gala de Clausura del Kursaal cuando una muy seria Frances McDormand anunció, casi como si de una condena a muerte del propio Jurado se tratara, que la ganadora de este año era la incomprendida y muy vapuleada por la mayor parte de la prensa Los Pasos Dobles de Isaki Lacuesta. Estupor fue poco. Servidor estaba en las tripas del Kursaal, más concretamente en la sala de prensa donde los acreditados seguíamos la gala en cuatro televisores instalados al efecto pues Rebordinos decidió que el Palmarés se revelaría en la retransmisión televisada (en una decisión que yo aplaudo aunque entiendo las dificultades añadidas que suponen para los compañeros de la prensa) y escuchó los enormes abucheos y el nada disimulado cabreo que recorrió la sala como un incendio descontrolado.

Se escuchó mucho la palabra “Indignado”. “Locura” y “Provocación” también se repitieron con insistencia. La cosa venía ya calentita con los dos premios a la estupenda película griega Adikos Kosmos, celebrados casi en solitario por un servidor que se ganó un buen puñado de miradas asesinas con su aplauso, y aunque la rumorología apuntaba ya desde primera hora que la película de Lacuesta iba a estar en el Palmarés, (algo que había dado lugar a todo tipo de bromas y chistes, pues nadie se tomaba esa información en serio tras los palos que le habían caído tras su pase por la Sección Oficial) se pensaba que sería en un premio menor como Mejor Fotografía. Pero nunca como Concha de Oro. Es más, les aseguro que si había unos cuarenta periodistas en la sala de prensa del Kursaal en ese momento, no habrían encontrado siete de ellos capaces de defender Los Pasos Dobles como la mejor película a concurso. Quizás ni a uno solo. Ni siquiera un servidor, que defendió bastante la película de Isaki contra la opinión contraria de mis compañeros habituales en las charlas de cada día tras las proyecciones, la habría puesto por delante de Kiseki, The Deep Blue Sea, Take this Waltz o No Habrá Paz para los Malvados. Y eso que, vaya por delante, me considero amigo de Isaki Lacuesta. La decisión más fundamental del Jurado de Donosti formado por Frances McDormand, Alex de la Iglesia, Guillermo Arriaga, Bai Ling, Sophie Okonedo, Bent Hamer y Sophie Mantigneux no solo parecía un atentado contra la opinión generalizada, sino también contra la ley de probabilidades matemáticas.

Yo defendí en su momento que, guste más o menos, es necesario que haya cineastas como Isaki Lacuesta en el panorama del cine español. Existen pocos, muy pocos directores con el talento del catalán capaces de correr semejantes riesgos con cada nueva proyecto que emprende, teniendo como tiene el prestigio y cierta libertad para hacer casi cualquier cosa que le apetezca. Hay que ver Los Pasos Dobles con una mirada mucho más abierta de la miope y a todas luces desproporcionada agresividad con la que fue recibida. Pocas obras hubo en una Sección Oficial que no se caracterizó precisamente por su sentido del riesgo. Si acaso la portuguesa Sangue do Meu Sangue, justamente recompensada con el premio FIPRESCI de la crítica internacional y la griega Adikos Kosmos sobre la que volveré luego. Los Pasos Dobles esa la propuesta más arriesgada de todas y el Jurado decidió recompensar ese sentido del riesgo. Por otra parte tiene razón Isaki cuando comenta que valorar sus película en el marco de un Festival no es lo más idóneo para una obra de sus características, una propuesta estética de lo más disfrutable por mucho que tenga mis muy serios reparos respecto a lo que trata de contar y que hay partes que por poco que le guste a Lacuesta quedan demasiado en la sombra. En esto de competir, ya sea en un Festival o en los Oscar, convertir a las películas en algo parecido a caballos en una carrera, con el agravante de estar viendo ejemplar tras ejemplar durante ocho horas al día en ocho días consecutivos es algo que agota a cualquiera. Pero así son las reglas del juego. No sé si Los Pasos Dobles encontrará su público. Me gustaría pensar que sí, es una película estimulante en la que, en mi nada modesta opinión, pesan más sus virtudes que sus defectos y este premio ayudará sin duda a su distribución, lo que siempre es positivo. Aunque seguro que alguno habrá que tenga ganas de quemar el cine. Pero tranquilos: a Isaki Lacuesta lo que le motiva es conseguir sensaciones. Incluso las negativas.

En los premios de interpretación, nadie puede objetar nada al cantadísimo premio de María León por La Voz Dormida. Ella es el auténtico alma y motor, junto a Inma Cuesta, de una película que basa toda su fuerza en su capacidad de emocionar, asi que el premio a su magnífica, descomunal Pepita resultaba indiscutible. Hubo cierta decepción porque no ganara el otro favorito, Jose Coronado por su violento Santos de No Habrá Paz para los Malvados – que por cierto se fue injustamente de vacío del Palmarés pese a sus muchos méritos – pero no es menos cierto que el único que podía arrebatarle el galardón era precisamente el que se lo llevó a casa, el griego Antonis Kafetzopoulos que en Adikos Kosmos hace una exhibición de humanidad, contención y ternura digna de todo elogio. La prima griega de Kaurismaki hizo doblete al cazar su director Filippo Tsitos el premio al Mejor Ídem, ante la perplejidad de muchos de los que, también con bastante miopía en mi opinión, no supieron valorarla en su justa medida. Me parece un premio justo y así lo sostengo, por más que Terence Davies, Urbizu o Sarah Polley se fueran de vacío, cosa que me duele bastante.

Menos defendible es el premio especial del Jurado a Le Skylab, una obra tan correcta como intrascendente que no supone la más mínima aportación a ese seudo género de las reuniones familiares tumultuosas con su puntito de nostalgia. Es una película simpática, de acuerdo, está bien dirigida y bien interpretada, vale. Pero no sé, serán manías mías pero el Premio Especial del Jurado debería ser para una obra arriesgada, innovadora, original… vaya, todo lo que le cuadraba a Los Pasos Dobles. O Sangue do Meu Sangue. Pero no para Le Skylab. Es rebajar el Premio a poco más que una Concha de Plata a la Segunda Mejor Película. Y si de eso se trataba, pues también las había mucho mejores, en mi opinión.

Tampoco comulgo con el Premio a la Mejor Fotografía para Ulf Brantas, que imagino debe justificarse por conseguir hacer sentir al espectador aun más frío que el que transmite la propia película. Dejar fuera el descomunal trabajo visual de The Deep Blue Sea o la limpieza pictórica de 11 Flowers en este campo me parece un crimen. Pero en este campo reconozco que a lo mejor mi ignorancia me impide apreciar las bondades de la foto de la avanzadilla de Zentropa en Suecia, asi que no me extenderé sobre el particular.

Y luego está Kore-Eda. Kiseki era en mi opinión la película que debió ganar la Concha de Oro. Se quedó en el Mejor Guión – que el director compartió con los niños de la película – y gracias. Tres veces ha venido Kore-Eda a Donosti, dos de ellas (con Un Día en Familia y Kiseki) debió ganar la Concha de Oro y toda su cosecha se limita a esta pedrea. Y el tipo tan contento con su premio bajo el brazo y la ovación que se llevó de la prensa cuando entró en la sala. Para mi que le tendremos por aquí dentro de un par de años de nuevo. El que la sigue la consigue. Un grande, este Kore-Eda

En fin, como resumen final, un Palmarés – uno más – que ha causado furor. Pero del furor de Furia! aquella película de Fritz Lang en la que la multitud perdía los papeles y pretendía linchar a alguien, no el furor positivo. Por suerte no ha sucedido lo mismo con Isaki Lacuesta ni con los miembros del Jurado. Eso si: reconozco que ha sido la entrega de premios más divertida y estimulante a la que he asistido desde que empecé a cubrir San Sebastian. Jamás vi tantos periodistas desconcertados. Inolvidable.

Un saludo, espero que hayan disfrutado con estas crónicas y nos seguimos leyendo pronto.

Especial agradecimiento a Leo Muñoz, cuyas fotografías ilustraron la cobertura completa del festival en A SALA LLENA.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

BUSCADOR

Generic selectors
Solo coincidencias exactas
Búsqueda por título
Búsqueda en contenido
Post Type Selectors

ÚLTIMAS ENTRADAS

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter