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CRÍTICAS - CINE

Avatar, según Florencia Gasparini Rey

Vale empezar con ciertas aclaraciones. No soy fan de James Cameron, Titanic jamás me deslumbró y Terminator es un clásico de esos que a mi papá le encanta ver pero que yo recuerdo como esas pelis que de chiquita me espantaban. Por lo tanto, me enteré de la existencia de Avatar hará unos seis meses y hasta el día de hoy no sé muy bien la génesis de este proyecto ni por qué tardaron tanto en concretarlo y todas esas cuestiones “burocráticas”. Así que mi expectativa sobre esta película era moderada y aumentó conforme creció la campaña de prensa que se montó en los últimos meses. Lo que quiero decir con esto, es que no tengo demasiados preconceptos y tal vez este sea uno de los comentarios más objetivos que he escrito hasta ahora… o no, todavía no lo sé.

Para mí, algo cambió cuando vi aquel adelanto de 15 minutos en ese histórico “Avatar Day”, el 21 de agosto, en simultáneo con el resto del mundo. Ahí recién supe de qué venía la historia y entendí un poco por qué tanta expectativa. Al margen del argumento –que en tan breves minutos no se pudo vislumbrar demasiado–, lo primero que me atrajo fue la utilización del efecto 3D: por primera vez noté que se estaba usando en pos de acompañar la narrativa del film y no sólo para bombardear al espectador e invadirlo con objetos que vuelan a cámara para que todos nos quedemos con la boca abierta, mientras la historia que pasa detrás no tiene demasiada trascendencia. Punto a favor, eso ya me dejó encantada en primera instancia. Además, esos seres azules me parecieron sumamente tiernos. Entonces, a medida que se acercaba el estreno, mis ganas de verla aumentaban exponencialmente. Tanto que decidí estar una hora y media antes de la función en la puerta de la sala para conseguir la mejor ubicación.

Y todo salió a la perfección y ampliamente superado. Conseguí un sitio privilegiado dentro de la sala y mis primeras impresiones sobre el film fueron confirmadas en los primeros 10 minutos: el trabajo con el 3D es lo mejor que se ha visto desde que se popularizó el efecto, ya que trabaja más con la profundidad de campo que con el relieve, por eso no tiende a alejarnos de la butaca sino a provocar la cercanía necesaria para adentrarnos al mundo mágico de Pandora. Quizás es una percepción mía nada más, pero noté que en las escenas que transcurren en el mundo de los humanos, el 3D se vuelve un poco más invasivo: vemos las pantallas de las computadoras que parecen estar sobre nuestras narices y todos los demás artefactos electrónicos que manejan son mucho más voluminosos que la frondosa vegetación de Pandora. Todo está puesto en función de que nos enamoremos de esos paisajes y de sus habitantes para comprender la actitud del avatar protagonista Jake Sully, que elige convertirse en “uno de ellos”.

En cuanto a la trama, podrán decir que la vimos mil veces, que Danza con Lobos, que Pocahontas, que El nuevo mundo, hasta Matrix, etc etc etc… Escuché por ahí que también se la  acusa de naif, de “new-age”, como si todo eso fuera para desmerecerla… Que digan lo que quieran; en mi humilde opinión, siento que Avatar es una película que está en perfecta sincronía con las necesidades actuales de la humanidad. En tiempos en que cineastas, escritores, periodistas, científicos y otros, se dedican a lucrar indiscriminadamente con el miedo al fin del mundo, esta película se juega a volver a las raíces, a enseñarnos el amor por la tierra, a comprender que en nuestra conexión con ésta radican todas las respuestas, todos los poderes.

En la película, los humanos al fin encontramos otra tierra habitable; Pandora tiene agua y al margen de algunas limitaciones, es el paraíso ideal para volver a empezar… Pero el mensaje de Cameron parece ir más allá: ¿para qué volver a empezar cuando aún estamos a tiempo de salvar nuestro propio planeta? La historia de Avatar transcurre en un futuro algo incierto, pero esta película la estamos viendo Hoy, Aquí y Ahora, por eso podemos todavía podemos aprender a conectarnos con nuestra Tierra, que siente y vibra por y para nosotros, aprender a escucharla y entender sus mensajes.

Cameron entendió que nuestro mundo está cambiando y Avatar es una película para esta Nueva Tierra. Ahora sí lo entiendo. Abramos sin juicios el corazón, dejémonos sorprender con ojos de niño y recibamos el 2010 con esta maravilla que tardó, se hizo esperar, pero llegó en el momento preciso para todos.

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