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FESTIVALES

Conclusiones y Ganadores del Festival de Cine de Godoy Cruz

 

Conclusiones y Ganadores del Festival de Cine de Godoy Cruz

Tras haber asistido al I Festival de Cine de Cosquin y el III Festival de Cine Mirada Oeste de Godoy Cruz, me planteo ¿cuál es la finalidad que tienen los festivales de cine que se producen en el interior del país?

Siendo testigo de la convocatoria que tuvieron ambos festivales, termino pensando que la relevancia de los mismos no es meramente la de exhibir películas, llevar estrellas o hacer concursos. Hay otra misión más importante. Muchas veces, el circuito de proyección es tan limitado y la publicidad sobre cada obra es tan escasa, que el público local no tiene forma de acercarse a las salas a ver cine nacional. Tomando en cuenta, además, que la mayoría de las veces, las mainstreams hollywoodenses ocupan gran porcentaje de las salas de las cadenas de cine, sino fuera por la difusión a través de publicidades en la calle de dichos festivales, la población no tendría acceso a su propio cine. Y no estamos hablando de películas intimistas, que están hechas solamente para un público cinéfilo y elitista, sino de producciones de “género”, por así llamarlas, que tienen una trascendencia que traspasa la experimentación cinematográfica para centrarse en lo más básico del arte cinematográfico: saber narrar, relatos que conmuevan, tensen, dejen algo en la retina.

La selección de largometrajes nacionales que integró la programación de Godoy Cruz, justamente permiten que el público se conecte con historias, la mayoría de ellas bien narradas, y con artistas identificables, sólidos intérpretes que por suerte, tenemos en nuestra industria.

Por eso mismo, que el Festival haya homenajeado a uno de los mayores próceres del relato histórico nacional no es una mera casualidad. Héctor Olivera ES la historia del cine y representa los últimos 50 años del cine nacional en sí. Olivera es un narrador clásico que siempre le dio prioridad al relato y los personajes, al cuento, a que la historia se comprenda, pero sin descuidar un cuidado estético y visual envidiable. Y el público necesita conectarse con este cine.

Además, Mendoza es cuna de notables cineastas (Favio es mendocino), tiene su propia escuela de cine, y los Estudios Andes, fueron de los primeros del país.

La recepción que tuvieron los Talleres de Video Clips, donde estudiantes de diseño de imagen y sonido de toda la provincia se acercaron a aprehender acerca de la realización estética y alternativa de video clips nacionales es acaso uno de los mejores ejemplos del interés que hay en el interior por el arte audiovisual. Honestamente quedé sorprendido de no encontrar sillas vacías durante las charlas que Nicolás Vetromile y Miguelius dieron durante tres días.

Además, buena parte de los invitados como Nacho Garassino, director de El Túnel de los Huesos provienen del interior del país, en este caso de Santa Fe. La escuela de cine documental creada por el legendario Fernando Birri, fue una precursora, revolucionaria en la década del ’60. Antes, para hacer cine, uno aprendía haciendo cine en los grandes estudios como resaltaron los directores Nemesio Juárez (que trajo la aún inédita La Revolución es un Sueño Eterno y realizador de Historias de Amor, Locura y Muerte) y el propio Olivera.

Por eso no se puede negar que existe público interesado por ver y realizar cine fuera de la periferia bonaerense. Si el periodismo en general discrimina cada vez más el cine de los Festivales más publicitados como Mar del Plata o el BAFICI, ¿que le queda a los Festivales menos difundidos?

Personalmente, creo que es fundamental mantener los Festivales en localidades como las regiones de Cuyo, el Noroeste y la Patagonia argentina. No puede faltar un festival de cine ni en Ushuaia ni en La Quiaca. Ni en Formosa ni en La Plata.

Por otro lado, permite que los artistas conozcan a otro público que el farandulesco porteño, con otras miradas, diversas incertidumbres. El público no se conecta de la misma forma en cada región. Y eso aporta mucho a la cultura nacional. El diálogo es fundamental entre diferentes pueblos.

A la vez, cada invitado tiene la posibilidad de conectarse con otros artistas a los que no llega a conocer en la vida diaria. Muchas veces surgen amistades, proyectos de los encuentros entre invitados. Para los jóvenes cineastas que traen sus primeros cortometrajes, compartir un evento con realizadores y actores consolidados es una oportunidad de darse a conocer. Lo mismo para los noveles cronistas. Los Festivales “chicos” permiten que todos nos conozcamos y estemos juntos siempre. Nunca hubiese soñado acaso poder compartir una excursión a una bodega o un viñedo con uno de mis próceres cinematográficos, Héctor Olivera, sino fuera porque ambos fuimos invitados por la Municipalidad de Godoy Cruz. Intercambiar opiniones, miradas sobre el cine argentino y el lugar de la crítica con Sabrina Farji a quien había criticado duramente cuando se estrenó Eva y Lola. Poder incluso, ver diversas perspectivas de una misma obra es fundamental. Uno no puede quedarse a veces con una sola mirada u opinión.

Realmente fue una experiencia enriquecedora poder participar de este Festival y agradezco a Luis Mauleón y Edgardo Ávila Singh por haberme invitado, y hacerme sentir tan cómodo durante mi estadía.

La última jornada del Festival concluyó con un Mapping muy original y de meticulosa elaboración sobre el Municipio de Godoy Cruz. Ya se había realizado sobre el Teatro Colón y el Cabildo (además de la Facultad de Derecho cuando se estrenó El Origen el año pasado).  A continuación, nos llevaron a la Bodega Escorihuela donde se dio una última recepción saboreando los mejores vinos de la Provincia acompañado de buena comida típica y una banda de jazz acompañó la velada.

Se entregaron los premios a los mejores cortometrajes: Incordia de Pablo Pelledri y Menos Julia de Joel y Natanael Navas fueron los más galardonados en la categoría Ficción. En mejor ópera prima, los principales premios fueron para Rosa, el galardonado cortometraje de la actriz Mónica Lairana protagonizado por Norma Argentina, y recibieron menciones especiales Elena en el Agua de Juliana Schwindt y El Vuelo de Aiti de Emilce Ávalos.

Al final, igualmente los ganadores son anecdotarios. Lo importante es poder compartir la obra artística con la mayor cantidad de espectadores posibles. Que la obra de uno llegue a cualquier región del país, del mundo.

Nacho Garassino, me contaba asombrado la recepción que El Túnel de los Huesos había tenido en Shangai.

El arte es un lenguaje universal. No hay que limitar la posibilidad de llevarlo a cada rincón el país, porque es más fácil llevar el cine al pueblo que el pueblo al cine.

En tiempos donde la piratería está destruyendo a las salas cinematográficas, hay que celebrar la posibilidad de mostrar películas, si son nacionales mejor aún, en pantallas gigantes de todas partes. Un Festival es una celebración. Y es fundamental que sigamos festejando la posibilidad que tenemos de seguir haciendo cine a sala llena.

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