A Sala Llena

0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

CRÍTICAS - CINE

Puan

UNA AMBIGÜEDAD ROTUNDA

Antes de ver la película manifesté que debía ser seguramente un panfleto kirchnerista. Conocía algún corto de Alché, que me pareció muy bueno y un largo de Naishtat llamado Rojo, que me pareció torpe y malintencionado. Cuando manifesté mis prejuicios, salieron a contradecirme mis amigos Gustavo Noriega y Javier Porta Fouz, así como mi sobrina Vera Rubinstein, quien llegó a decir que era de las pocas películas críticas hacia el kirchnerismo. Solo con mi alma, fui a ver Puan y la experiencia se agrandó con el correr de los días. No porque, como suele decirse, la película creció dentro mío (cada vez me cuesta más recordarla), sino porque los acontecimientos ayudaron a ratificar lo que pensé en su momento.

Hace unas horas se inauguró el Festival de Mar del Plata con la presencia de Sergio Massa, quien aprovechó la oportunidad para hacer proselitismo desde una institución del Estado en nombre de la defensa de la democracia. Varios cineastas se sacaron una foto con Massa en el Auditorium y esa fue la imagen que los medios transmitieron como inauguración del evento. Es imposible, para quien haya visto la película, no asociar esa foto con la escena de Puan en la que docentes y alumnos se manifiestan en la puerta de la facultad, que acaba de ser cerrada por las autoridades y dan una clase pública en protesta por la medida, cuyo responsable es, obviamente, un futuro gobierno de derecha. Un gobierno como el que los cineastas y otras figuras de la cultura llaman a evitar en las elecciones. La asamblea que precede a la medida de fuerza de los universitarios decide ocupar toda la calle contra la voluntad de la policía y el protagonista le dice al encargado del operativo que la medida fue decidida por unanimidad, aunque esa unanimidad solo puede referirse a los presentes. En una confusión análoga entre posible mayoría y totalidad a la del cartel con el que se celebra la visita de Massa a Mar del Plata, que dice “Cine argentino unido por la democracia”.

Pero si faltaba algo para darle la razón a mis prejuicios fue esta nota aparecida en Página/12 el jueves, de un grado de delirio oficialista pocas veces visto. Allí se habla de una chica que cambia su voto gracias al “poder de la película Puan“. Pero también gracias a los comentarios de un profesor suyo llamado Hernán Sassi, que “cambió contenidos europeos del programa de su materia por lecturas de pueblos originarios y la teoría de Rodolfo Kusch.” Estamos frente al corazón de la llamada filosofía latinoamericana y de un pensador que influyó en Jorge Bergoglio, y noo seguramente para bien. A esas cuestiones hace referencias más o menos indirectas la película porque el protagonista Jorge Pena y su mentor Eduardo Caselli transitan por los rumbos del heideggerianismo indígena y otros esoterismos caros a lo que se llamaba “pensamiento nacional”, cuyas fronteras con el nazismo por un lado y el leninismo por el otro siempre fueron borrosas. 

En Puan, las diferencias políticas e ideológicas entre los personajes del mundo académico (trotskistas, izquierdistas latinoamericanos, militantes LGBT…) se disuelven bajo un manto común progresista que se expresa en la escena de la asamblea en la que todos defienden su lugar de pertenencia. Del mismo modo, los fotografiados del festival, se plantan frente a la posibilidad del cierre del Incaa o de la supresión de los subsidios estatales para las películas argentinas. No parece haber dudas de la orientación política de Puan, ni tampoco de su maniqueísmo (hay un nosotros, el de los filósofos y el de aquellos que están dispuestos a ser iluminados por la filosofía) y un ellos (el de los que la desprecian y la humillan en la persona y la familia de la vieja ricachona que contrata a Pena para darle clases particulares). Los pobres, nos dicen Naishtat y Alché, son sensibles al logos, no así los ricos. (El Papa no dice otra cosa). 

De todos modos, Puan no es un panfleto, sino una comedia que transcurre entre personajes que se agrupan detrás de los carteles progresistas. Es una película lograda, superior a la media, que demuestra el nivel que el cine argentino puede alcanzar en estos años. No es genial, no le gusta a todo el mundo, pero tiene un guión ingenioso, buenas actuaciones y velocidad narrativa (que son los rubros en los que se destaca un cine escolarizado y eficaz). A su vez, es parte de un sistema de producción en el que el Incaa aporta solo una parte y el resto proviene de empresas extranjeras y de convenios multinacionales. Así se financia buena parte del cine argentino hoy, el cine de presupuesto alto pero también mediano (como en este caso) y los productores argentinos conocen el know how que les permite armar exitosamente esas coproducciones y que mucha gente viva de lo que hoy es una industria, subsidiada en parte y no del todo floreciente, pero que estrena más de doscientas películas por año. Puan es el tipo de película industrial sofisticada y cercana a la televisión que el cine argentino puede filmar hoy desde el punto de vista técnico, estético y comercial, sin esfuerzos voluntaristas en la producción y sin tener que pedir perdón por el resultado. Eso es lo que los fotografiados oficialistas defienden, pero también su común filiación progresista. 

Puan empieza con un tipo que se desploma haciendo jogging en una plaza: es el profesor Caselli y su muerte va a desencadenar la trama del film, que está centrado en el personaje de Pena. Marcelo Subiotto lo interpreta en un tour de force actoral en el que predomina la impavidez keatoniana, rota por algunos arranques de furia. El guión somete a Pena a una sucesión de calamidades, desde mancharse el pantalón con caca de bebé hasta tener su casa invadida por las compañeras de militancia de su mujer, pasando por las clases a la vieja rica en la que ella se duerme y él es agredido por la mucama. Pero el principal problema de Pena es la aparición de su colega Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia), una especie de estrella de la filosofía, que llega de Alemania con varios doctorados, despierta todo tipo de cholulismos, sale con una chica famosa y seduce a todo el mundo hablando de temas que están más de moda que los indígenas de Caselli. Mediante sus contactos, Sujarchuk logra que se concurse la cátedra del finado a la que Pena aspiraba y que, finalmente pierde, porque sus trabajos de cabotaje no están a la altura de los papers de su rival. 

Una notoria virtud de la película es que retrata con verosimilitud el ambiente de la facultad, al menos para quienes no la conocen de cerca. Incluso logra que las clases de filosofía sean interesantes, no una mera pantomima como suele ocurrir cada vez que se trata de representar un discurso académico en el cine. Por otro lado, se burla de sus personajes sin cargar las tintas: ni siquiera el villano Sujarchuk lo es tanto y hasta le ofrece al derrotado ser parte de su cátedra. Además, hay una idea brillante en Puan, que son los tres intentos que hace Pena por cantar el tango Nieblas del riachuelo y que pautan su destino: no puede hacerlo en una reunión de sus pares ni en una fiesta de los compañeros de su hijo y recién lo logra en la última escena, cuando después de rechazar prejuiciosamente una invitación a Bolivia, lo termina haciendo en El Alto, el reducto de Evo Morales en el que se concentra la burguesía aimara. 

Ese final, en el que el protagonista se reconcilia con su ser en el mundo, permite reconstruir la película y preguntarse sobre la naturaleza de la historia que cuenta. Y allí aparece una notoria ambigüedad, casi un abismo de sentido. Porque Pena, desde su apellido mismo hasta la desolación del tema musical que lo representa (acaso el tango más triste de todos los tiempos), es un gran perdedor y la película no lo oculta: viviendo a la sombra de Caselli, vencido en su profesión por un extranjerizante que viene a hablar de Spinoza y sus pasiones alegres frente a la oscuridad telúrica, agobiado por el exceso de trabajo en un puesto mal pago, humillado a tal punto de tener que darle clases particulares a una vieja burguesa, celoso incluso de la pequeña exposición mediática de su mujer, tratado con condescendencia por parte de sus compañeros y superiores, tolerado más que estimado por sus alumnos, tímido, glotón y falto de carisma, Pena recién se encuentra a sí mismo cuando asume la voz cantante de la asamblea y va preso por su gesto de rebeldía, para luego aceptar que su lugar está más cerca de El Bolivia que de Heidelberg y Harvard. En apariencia, este desenlace podría tomarse como una vuelta de Pena a sus valores y a su destino sudamericano, pero también es una fotografía no solo de su mediocridad sino de un ambiente mezquino, que solo se muestra digno cuando vuelve al pasado, al enfrentamiento con la policía como parte de una estudiantina, una versión en farsa de viejas tragedias. Aunque se presente como glamoroso, Puan, el lugar que muestra la película, es sucio, vetusto y sórdido. Sus personajes son viejos angustiados, encerrados en los restos pálidos de una idea revolucionaria a la que la burla le sienta mejor que cualquier otra consideración. No me refiero a la burla de los ajenos, sino a la que le dedican, Alché y Naishtat. 

Cuando fui a ver Puan en una función del mediodía, hubo aplausos al final y también en la escena de la asamblea. Cierto fervor incluso. Tiendo a pensar que los espectadores no eran votantes de “la derecha”, esa que enfrentan los profesores y los cineastas. Pero no sé si la película sostiene, en realidad, el mismo punto de vista. De hecho, lo que hace es retratar al personaje de un modo cruel: un pobre tipo al que la vida castiga y que se refugia en una ilusión hoy degradada; se ve en el film un país en el que un profesor universitario es poco más que un esclavo mendicante y un individuo engañado por su propio entorno. Mirada desde allí, la película le da la razón a mi sobrina Vera aunque, al mismo tiempo, los cineastas suscriban públicamente la continuidad de un gobierno que reproduce personajes tristes, ideologizados y golpeados como Pena, que van a buscar la dignidad al altiplano de Evo porque en su país están cada vez más lejos de ella. Una contradicción interesante que tal vez hable bien de la película más allá de su obvia ideología.

(Argentina, 2023)

Guión, dirección: Benjamín Naishtat, María Alché. Elenco: Marcelo Subiotto, Leonardo Sbaraglia, Mara Bestelli, Alejandra Fletchner, Julieta Zylberberg, Camila Peralta, Cristina Banegas, Damián Dreizik. Producción: Federico Eibuszyc, Barbara Sarasola-Day, Christoph Friedel, Axel Kuschevatzky, Tatiana Leite, Claudia Steffen, Mathieu Verhaeghe, Thomas Verhaeghe, Giovani Pompili. Directora de fotografía: Hélène Louvart. Distribuidora: Digicine. Duración: 107 minutos.

7 comentarios en “Puan”

  1. Comenzar una critica con la frase “panfleto kirchnerista” habla de lo sesgada y malintencionada que seran las siguientes lineas en toda la pseudo critica de cine. No hay una critica a la pelicula, sino una critica a la postura de actores y directores por manifestar una linea política. Cuenta el punto neural de la pelicula sobre la competencia entre los dos profesores por ganar la catedra revelando quien es el ganador. Es tan mal intencionada como toda la critica que realiza. Mejor es que sigas en el conicet y dejes tu devenir en critico de cine para especialistas reales y no aficionados, esto no es lo tuyo.

  2. Una tipa honesta

    Guau, imaginate si dedicabas todos esos párrafos a criticar la película en vez de despotricar contra la opinión política de los actores, de tu sobrina y de lo que pasó en un festival de cine.
    Igual dejá, acabo de leer que sos matemático y árbitro de fútbol JAJAJA si hacés un blog sobre análisis matemático capaz sale algo mejor que este intento tan sesgado, tan ingenuo de crítica de cine

    1. Le dedico todos los parrafos a criticar la pelicula, a criticar la opinion politica de los actores y un largo etc. A mi me parece perfecto por que es una critica muy amplia.

  3. Un típico facho engreído, que crítica la propaganda proselitista como si fuera algo terrible que alguien difunda ideas, y usa una crítica de cine para destilar odio, así está el país, lleno de soberbios que se creen integente.

  4. Excelente texto!! Ví exactamente lo mismo. En mi humilde opinión, los guionistas / directores no dieron pie con bola en cuanto al final y agregaron esa plúmbea escena del tanguito. Hay escenas muy bien llevadas, como la clase a la anciana con la inefable intromisión de la criada, aquellas en que participa el niño y otras más que no viene a cuento. La actuación fe Subiotto es magnífica, así como la del siempre acartonado pseudointelectualoide sbaraglia deplorable de principio a fin: desaprovecha un papel riquísimo con su habitual actitud pasquinesca. Bien la Flechner, como sbaragliesca la benegas. No recomendaria a nadie este film, salvo para ver a Subiotto. Es un panfleto k pero, como creo intenta decir el estupendo autor de esta nota, se les fue de las manos y se ve lo opuesto a lo que supuestamente quiso mostrar. O sea: un tiro por la culata. Felicitaciones Quintín por esta muy bien fundamentada crítica.

  5. No solo sos un pésimo crítico de cine sino también un soberbio y un mala leche. Te vendría bien darte una vuelta por Puan.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter