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CRÍTICAS - CINE

El Día Trajo la Oscuridad

El Día Trajo la Oscuridad (Argentina, 2013)

Dirección: Martín Desalvo. Guión: Josefina Trotta. Elenco: Mora Recalde, Romina Paula, Luciano Suardi, Pablo Caramelo, Marta Lobos. Producción: Pepe Salvia y Laura Mara Tablón. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 76 minutos.

Descalza en las tinieblas.

En una estancia alrededor de un bosque en un campo, Virginia y su padre médico, Emilio, viven una vida laboriosa y rústica en una acogedora casa. Al mismo tiempo que un brote de rabia sacude la tranquilidad del pueblo, Emilio recibe la noticia de la enfermedad de su sobrina Julia y parte a la ciudad para ayudar a su cuñado, Ostrosky. A la partida de Emilio, Anabel, la hermana menor de Julia, arriba desmayada con los mismos síntomas, preocupando a Virginia.

Entre el suspenso erótico y los augurios de un posible horror que se cierne en medio de la concupiscencia y la sospecha, Anabel se comporta inusualmente, descansando de día y saliendo por la noche en medio de la desolación frondosa. A medida que la salud de Julia empeora, Anabel se pierde cada vez más en la nocturnidad arrastrando a Virginia hasta lo profundo de sus aprensiones y temores.

El Día Trajo la Oscuridad, la segunda película de Martín Desalvo, es una historia de terror en medio de un ambiente naturalista sobre el vampirismo y las leyendas urbanas. La mezcla de la fantasía terrorífica con el talante de suspenso crea un mundo opresivo, anegado por la propia decisión de los personajes de aislarse en la aparentemente apacible vida rural.

Con muchas sugerencias sutiles y sin recurrir a los efectos de sonido y las escenas impactantes típicas del género en la actualidad, el terror del film pone el acento en la construcción de una atmósfera en la que la sensualidad femenina tiene como contrapunto la dureza de la masculinidad campesina. Mientras el horror va obscureciendo la historia, los animales mueren inexplicablemente, las pesadillas de Virginia se hacen realidad y los personajes se transforman, reaccionando ante la soledad y el estimulo de lo desconocido y encantador en una mezcla de miedo y deseo cautivantes.

Es en esa dimensión indescifrable de la soledad donde el deseo, lo desconocido y el temor se entrelazan y dan lugar a la aparición de algo perturbador que trastorna la vida campestre, exigiendo la intervención del orden en la forma de la voluntad y la fortaleza. Es en lo agreste donde surgen los monstruos y en la oscuridad de la noche donde se alimentan del miedo. La fantasía del día siempre será el motor de las pesadillas de la noche.

Por Martín Chiavarino

Atmósfera vampírica.

Lejos de los De la Vega, los García Bogliano y todo el terror sin alma del cine nacional, aparece el sol con El Día Trajo la Oscuridad. Una película que entiende de climas, atmósferas y situaciones implícitas antes que de un vacuo efectismo visual de gore y sonoridades estridentes para remarcar ferozmente lo que el dramatismo de las historias no puede construir. El terror comienza con el contexto: Patagonia, campo, cabaña, tardes azuladas y un puñado de familiares. Anabel (la actriz y dramaturga Romina Paula) llega enferma a la casa de su tío médico Emilio para asistir en la ciudad en el contexto de un brote de rabia. Emilio es el clásico científico-médico-investigador que pretende dilucidar el misterio de un brote, virus o lo que sea que se desarrolle, aunque aquí no se privilegia un principio de apocalipsis o de miedo que acecha a una sociedad sino la relación trastocada entre miembros de una familia y el desvelamiento de una sensualidad escondida.

Siguiendo el tono de los climas más que la carne del terror menos ambicioso, el director Martín Desalvo aplica la estrategia de la sugerencia y es por eso que el erotismo sustituye a los mecanismos más conservadores del género. Claro que el erotismo, como sugerencia de la atracción sexual, es un motivo de los films vampíricos, que en EDTLO operan, también, para montar un ambiente de ensueño como cualidad notable.

Estamos ante un pequeño e inquietante film de terror que oscila entre los interiores bien claustrofóbicos, nutridos por el trasfondo familiar, y los exteriores bien aprovechados de un bosque pesadillesco, siempre mezclados con los climas creados por el dramatismo de una historia que parece quedarse sin resto para resolver el desenlace, en un mismo tono austero, simple y sugerente. A pesar de ello, el resultado es una ilustración opuesta al panorama y la creencia del deber ser de un cine de terror nacional, ese que solo espera construir su camino bañado en cinefilia.

Por José Tripodero

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