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CRÍTICAS - CINE

El Ganador

 

El Ganador (The Fighter, EEUU 2010)

Dirección: David O. Russell. Guión: Scott Silver, Paul Tamasy & Eric Johnson. Producción: Paul Tamasy, Mark Wahlberg, Todd Lieberman, Ryan Cavanaugh, David Hoberman, Dorothy Aufiero. Elenco: Mark Wahlberg, Christian Bale, Amy Adams, Melissa Leo, Mickey O ’Keefe, Jack McGee . Distribuidora: Diamond. Duración: 115 minutos.

El Legado de Marty & Bobby

Flashback. Escena final de Boggie Nights – Juegos de Placer de Paul Thomas Anderson. Dirk Diggler (Mark Walhberg) se para frente al espejo de su camerín, antes de salir a filmar una vez más una escena de una película porno. Le habla al espejo. Saca su famoso pene y le boxea al espejo cuál Jake La Motta (Robert De Niro) antes de cada pelea en Toro Salvaje. No sería desatinado decir que no existiría El Ganador si treinta años atrás no hubiese existido el film que revolucionó la manera de filmar películas de boxeo. Pero no tanto por el aspecto visual, sino por la narración en sí, ya que el nuevo film de David O Russell, tiene identidad propia.

Es probable que el nombre de O’ Russell no les resulte familiar, pero lo cierto es que sus películas, al menos en Estados Unidos, no suelen pasar desapercibidas. Sus primeras comedias independientes generaron ciertos elogios en el momentos de su estreno. Honestamente no las vi. Para mi la carrera de Russell comienza con su película más comercial, polémicas e irónica hasta la fecha, quizás la más personal en lo que respecta a la ideología política del director, y sin duda unas de las más cínicas crónicas de guerra que se hayan hecho: Tres Reyes (1999) narraba las desventuras de tres Rangers del ejército estadounidense durante la Guerra del Golfo, que salían a buscar el “tesoro” de Saddam Hussein. Algo similar a El Botín de los Valientes, pero con una dura crítica hacia la xenofobia, la avaricia, la sed de violencia de los soldados estadounidense. Esta comedia negra tuvo críticas divididas por todo el mundo, y es más respetada ahora que lo que fue en su momentos. Una suerte similar corrió Yo Amo Huckabees, una sátira sobre el capitalismo, el sentimentalismo y las propagandas de los shoppings relacionadas con las imágenes perfectas de las personas, con tintes surrealistas. Nuevamente, Russell no recibe un aliento general. Nuevamente su punto de vista incorrectamente político y pretencioso provoca que gane mayor oposición que adhesión.

Para confirmar el odio de la industria, realizó hace unos años atrás y como apoyo de Tres Reyes, un corto documental que narraba las torturas y violaciones que los soldados realizaban a civiles iraquíes durante la última guerra.

Todo esto lleva a preguntar… ¿cómo es que este director “maldito” se ha reconciliado con la industria y ahora es nominado al Oscar como Mejor Director?

La respuesta hay que buscarla en El Ganador, un film que reproduce la vida real de Micky Ward (Wahlberg), un boxeador treintañero y de poca monta de Massachusetts, que pretende triunfar pero vive bajo la sombra de su representante y hermanastro mayor, Dicky Eklund (Bale), ex boxeador (quien proclama haber noqueado a Sugar Ray Leonard en 1979) y adicto al crack. Micky tiene futuro como boxeador, pero mientras siga dependiendo de Dicky y su madre, nunca va a salir adelante. Cuando Dicky va a la cárcel y el entrenador de Micky (Mickey O’ Keefe, verdadero entrenador de Ward, realiza un actuación convincente como sí mismo), le encuentra un nuevo manager que lo puede llevar al Campeonato Mundial, la vida de Micky cambia, pero por otro lado también tiene que decidir que hacer con su familia.

La película de Russell se divide en dos partes bien definidas. La primera es un retrato familiar de la vida de un aspirante a boxeador en un barrio bajo de Massachusets. Mientras que Dicky es una leyenda local venida a menos, seguido por unos camarógrafos de HBO, Micky es barrendero y se entrena. Russell se enamora principalmente del payasesco personaje que interpreta el camaleónico Bale. Nuevamente con bastantes kilos menos, el actor de El Imperio del Sol, hace un perfomance extrovertida, de esas que gustan a la academia, por tener un estilo casi caricaturesco.

La película funciona como un espejo opuesto de Toro Salvaje. Mientras que la ópera en blanco y negro de Scorsese empieza con la etapa de gloria de La Motta y termina con la época de decadencia del boxeador, El Ganador muestra la decadencia al inicio y el triunfo al final, por así decirlo. Alguno dirá, bueno, es Rocky. No. Rocky habla de un hombre alcanzando el sueño americano. Habla de boxeo. El Ganador habla de la familia. Y toma una posición ambigua al respecto. Similar a la de Toro Salvaje. De hecho la relación entre Micky y Dicky es similar. La Motta siempre se imponía contra el manager, que era su hermano (Joe Pesci). Acá, Dicky tapa completamente a Micky. Y al igual que la película de 1980, la llegada de una mujer, de un nuevo amor, Charlene (Amy Adams), será decisiva en mantener el equilibrio de Micky con su profesión y su familia.

Russell sorprende con una puesta en escena cruda y seudo documental, mostrando como es la vida en los barrios bajos sin tapujos. El lirismo de Scorsese de Toro, se enfrenta contra la prosa ruda de Russell, lo que permite que la película tenga su propia impronta. Así mismo, las pocas pero virtuosas peleas, adquieren un tono televisivo, alejado de la estética poética y en cámara lenta de Toro Salvaje.

Pero sin duda, la belleza de El Ganador radica en la relación entre los personajes, la pintura áspera, irónica, sensual, y a la vez humorística de esta familia que cruza pueblos humildes en limusinas. Probablemente los hermanos Weinstein hayan tenido mayor control sobre el director que en otras obras, pero Russell filtra su mirada crítica de la vida social estadounidense a través de personajes como los padres de los hermanos (la sobreactuada Melissa Leo, casi irreconocible y el soberbio Jack McGee, un actor secundario de series y películas que merece más oportunidades de destacar su talento como esta vez). O las “maravillosas” hermanas de Micky y Dicky, a quienes Amy Adams, en una interpretación que la aleja del personaje inocente y dulce que suele personificar en la mayoría de las películas, les da una linda paliza.

Sin embargo, el gran combate interpretativo se da entre Bale y Wahlberg. Como venía diciendo, la película se divide entre una primera parte donde domina el personaje de Dicky y se centra, sin sentimentalismo ni golpes bajos, en el drama familiar, y una segunda que tiene como mayor protagonista al tímido Micky tratando de salir adelante. Bale compone al mismo personaje desde un punto de vista, sacadísimo (por la droga), y una segunda mitad, más introvertido y redimido, que demuestran la versatilidad y capacidad camaleónica de Bale. Se trata de una transformación creíble, paulatina y natural. El crecimiento del actor de Batman es asombroso. Pero Walhberg no se queda atrás esta vez y da pelea desde una posición tímida, contenida y reprimida. Sin duda, su interpretación más profunda e interesante. En el medio, Amy Adams, confronta a ambos, y el triángulo que se establece es muy interesante, especialmente cuando se enfrentan Charlene y Dicky.

Si bien, la segunda mitad de El Ganador, que se centra más en Micky y las peleas de boxeo, es un poco más convencional, clásica y previsible, que la primera mitad más conflictiva, este nuevo y no tan personal trabajo de Russell es muy interesante, atractivo, accesible para el público general, que va a dar una buena pelea en la próxima entrega de los Oscars. Y que demuestra que una vez más, los cineastas estadounidenses tienen memoria (lo demostraron los Coen la semana pasada y Aronofsky esta semana) y saben como reformular grandes clásicos del pasado (esta oportunidad, Toro Salvaje), para dar un producto final pulido, con identidad propia, pero que a la vez es fiel a la cinematografía más enriquecedora que ha dado Hollywood en los últimos 30 años.

 

  

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Here I go again on my own.

Con un desenlace un tanto previsible y claras reminiscencias de grandes títulos como Toro Salvaje y Rocky, en la historia del primero y en las escenas más grandilocuentes del segundo, El Ganador se abre paso dentro la tradición de películas de boxeo y sale bien parada.

La historia ya es sabida: Dicky Eklund (Christian Bale), alguna vez gran boxeador y orgullo de Lowell, Massachusetts, devenido ahora en adicto al crack, entrena a su hermanastro, el no muy prometedor Micky Ward (Mark Wahlberg), para que logre triunfar en el mundo del box y se convierta en su sucesor. La historia se centra en las vidas disímiles de estos hermanos y la conflictiva entre ambos.

Estamos frente a una historia sobre la redención, la gloria, el reconocimiento personal, las adicciones y, particularmente, la familia. La película nos retrata un sistema familiar altamente disfuncional, matriarcal, enteramente dominado por una madre apabullante (buena actuación de Melissa Leo, un tanto hiperbólica por momentos), sobre protectora, controladora, que niega realidades que están frente a sus ojos y que, en pos de mantener a sus hijos dentro del circuito del box, es capaz hasta de poner en peligro la vida de uno de ellos. La familia funciona como un gran bloque impenetrable e incuestionable. El único integrante que se revela contra esto, que se atreve a desafiar al sistema, es Micky, a partir de la irrupción de Charlene en su vida (sorprendente actuación de Amy Adams, quien por primera vez en su carrera abandona el papel de chica dulce e ingenua, ¡bien por ella!). Micky parece ser el más débil pero, indudable y predeciblemente, termina siendo el más fuerte y el más coherente de todos.

Mark Wahlberg nunca me convenció demasiado; tiene una cosa entre cansina, apática e inmutable, casi como si le diera paja actuar, pero acá ese estilo cuadra a la perfección con su personaje porque, justamente, Micky es así, un tipo opacado por su hermanastro, con poca confianza en sí mismo producto de varias derrotas en el cuadrilátero, un tipo pensante, calmo, reflexivo, que contrasta violentamente con el resto de esta familia ruidosa, violenta, expansiva, con 7 hermanas (geniales las escenas de ellas) que funcionan como una gran patota intimidante, con su madre a la cabeza.

Y Christian Bale es un groso, ni más ni menos. Mas allá de la caracterización física (nuevamente con gran pérdida de peso), Bale actúa con los ojos, con la boca; en este film, su rostro es un constante deleite visual, que transmite millones de sensaciones en cada plano. Con los ojos desorbitados, el ritmo cuando camina y ese acento tan particular, nos muestra lo más apasionado y loable de Dicky, así como también su lado más oscuro y sus peores miserias.

Pero en mi opinión, el aspecto más interesante del film es la puesta en escena, la cual impregna a toda la película de un realismo asombroso. El film está rodado, en su gran mayoría, con una steady-cam, especialmente en la primera parte, en la que el canal HBO sigue a Dicky para hacer un documental sobre él.

Las escenas de las peleas son realmente increíbles. Como todas las peleas de Micky Ward fueron televisadas por HBO, se usaron imágenes reales de esas peleas y el audio real de los comentadores. Para filmar el resto de las secuencias, se contrató al equipo técnico de HBO con sus cámaras, lo que brinda esa imagen tan particular. El resultado: realismo puro, naturalismo, crudeza, autenticidad. Estamos ahí, somos parte del público, los boxeadores nos salpican con su sudor y su sangre. Sumado a eso, mientras miraba esas escenas, pensaba: “A Mark Wahlberg le están dando en serio” y, efectivamente, Wahlberg no usa dobles para las escenas de las peleas, es él y pelea en serio. Para ello, pasó 5 años entrenándose para ganar masa muscular y aprender las tácticas de Ward a la perfección. Sus contrincantes también son boxeadores reales.

Y para terminar, y ya que amo profundamente la música, quisiera hacer un comentario sobre la banda de sonido, la cual incluye grandes temas de grandes bandas como Aerosmith, Led Zeppeling, Whitesnake, The Rolling Stones y Ben Harper.

Las películas que tienen algún tema que yo amo suman puntos a lo loco. Hacia el final, hay una escena hermosa: Christian Bale y Mark Wahlberg caminan por la pasarela, en dirección al ring, de fondo suena “Here I Go Again” al mango y ambos la tararean, mientras Bale le palmea el hombro a Wahlberg. ¡¡Qué escena perfecta!! Estas son las cosas que me ponen la piel de gallina y me dan ganas de llorar y de abrazar al director y decirle: ¡¡¡¡¡Gracias por esto!!!!! Es una sensación que me invade, un deseo de que esto no termine nunca, de que este momento no se me vaya, de querer guardarlo en la retina para siempre. Y eso que no estoy hablando de una película que me re craneó, pero esta escena es simplemente inolvidable, “Cause I know what it means, to walk along the lonely street of dreams”.

 

Por Cecilia Martinez

Una que sepamos todos

Un deportista es exitoso en lo suyo. Le va bien, gana algunos encuentros, hasta que por una desgracia comienza a caer estrepitosamente. Sufre, le cuesta, no sabe qué hacer. Hasta que sale a flote. Y listo. Todos lloramos, nos gusta la historia, la tomamos como ejemplo.

Si nos ponemos a pensar, podríamos nombrar, sin repetir y sin soplar, más de una decena de películas así. Aquellas llamadas “de redención”. Las de la persona que cae, que vence los obstáculos y que, a pesar de todo, vuelve a vivir. Todo un cocktail de placer para el gusto estadounidense.

En El Ganador pasa algo parecido. La fórmula se usa con una pequeña vuelta de tuerca. Esta vez, el problema principal no yace en el propio protagonista, sino en su familia.

Micky Wards es el hermano de Dicky, un ex boxeador, que tuvo mucho éxito en su momento, antes de caer en una pesada adicción al crack. Con semejante pasado familiar y una madre combativa que oficia más de manager que de compañera, Micky ve su victoriosa vuelta al ring demasiado lejos.

La historia, que es real, es inspiradora. Pero la forma en la que es contada, quizás por sus pocos atributos originales, resulta previsible.

Mark Wahlberg, que además de ser el protagonista es uno de los productores y luchó durante muchos años para llevar la historia a la pantalla grande, se luce con un entrenamiento físico exigente y un notable contraste de su personaje con los del resto. Se nota una esencia pura en su personalidad, sin ninguna aspiración más que triunfar por la vía buena. Igualmente, comparado con las otras actuaciones, queda muy desdibujada en el reparto.

Christian Bale, uno de los mejores actores de su generación, compone un complejo personaje, con fuertes características expresivas. Es estupendo. Y Melissa Leo es magnífica. Como la madre y la comandante de una familia compuesta por cinco hijas, resulta muy convincente, con mucha fuerza en su actuación. Un torbellino de energía, con muchos matices que, al igual que Bale, terminan siendo lo mejor de la cinta. Y eso que Leo tiene apenas 10 años más que los actores que hacen de sus hijos, en la vida real.

Por otro lado, Amy Adams, la actriz inocente de Encantada y La Duda, interpreta a la novia de Micky, a quien conoce en un bar y a quien acompaña en la transición que debe superar. Es el rol más arriesgado que le tocó a Adams, por la adultez del texto y porque es un personaje irascible, que va al frente, lejos de ser un personaje de Disney. Se celebra ese riesgo.

La dirección de David O. Russell no propone nada demasiado nuevo. Quizá la forma en la que está filmada, de manera intimista, parecida a un documental, por la calidad de la imagen.

El resto de los detalles técnicos también no salen de la media, salvo la edición, vital en una película deportiva.

Una historia de vida vinculada al box, distinta como todas las historias, parecida en la forma de narrarla. ¿Merece ser contada? Claro que sí, pero no de esta manera.

Todo film, para quedar en la historia, necesita su identidad, un aporte al género. El Ganador, inflada por la crítica estadounidense, principalmente, no lo cumple.

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